Múltiples cosas ocurren simultáneamente.
En la tele, unos agentes de la propiedad
asesinan por error; yo, mientras tanto,
corto un trozo de pollo,
dorado e intenso gracias a la sal,
y se me aparece un pasillo y una puerta entreabierta
a la derecha, la puerta donde la madre
de alguna manera
ha muerto o pela una lechuga rodeada de moscas.
Es la madre de Julio, pienso, para hacerme fuerte.
Y lo que siento es los ojos ardiendo de esfuerzo,
con furia, o desamparo, ardiendo por no desbordar,
desbordando contenidos (tú amor lo sabes y me sonríes,
para echarle luz a lo que compartimos…
un abrazo, un con suelo, un dejarme estar).
Y está ahí la conexión libre con otra historia,
una que no tiene importancia en el presente
pero que es una ráfaga invisible en el estómago,
un dolor accidental, un tornado estrangulado
en la garganta, miro la tele fija,
llega el trozo de pan a la boca,
los ojos rebasan, arden igual,
las moscas saben llenarlo todo,
accidentalmente,
como los somníferos,
y los niños atónitos
que saben ser el papá,
que se prepara la cena
y se coloca el batín
que no es de seda,
dejando atrás
la pila de platos
secos cubiertos
de cucarachas.
No todos los silencios significan lo mismo.
Y muchas cosas siempre pasan simultáneamente.
Y nunca se puede decir
cuál es significativa,
porque la vida no cabe
en ese pasillo tan estrecho.
(Modificado 3 dic)
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