A Carmen Renyé y a Roberto Garchitorena
En alguna ocasión
apuesto fuerte en la vida
sin haber sido nunca
jugadora, sin correr el riesgo
de verme abocada a la autodestrucción.
Quizá no sea la causa,
probablemente,
pero recuerdo jugar al póker
en casa con mamá, como si fuera
la hora de la merienda,
quien nos quería,
y también quien no nos veía,
alrededor de la mesa,
un lugar cálido y feliz, conectadas.
Las verdaderas aventuras
no son nunca destructivas,
son emocionantes.
No lo sabía, que yo apostaba
fuerte a veces, como si no tuviera
miedo nunca, como si fuera
una persona libre que razona y conoce
y sabe que llevado con buen pulso,
mucho amor y máxima concentración
lo lógico es no tener nada que perder.
No sabía que yo apostaba mi vida a veces
y que sigo con vida, sin perderme.
Asombra
lo poco que puedes ser capaz de verte en el espejo.