A su paso
yerba aplastada, basura
esparcida como cáscaras de pipas y fibras de cristal
en charcos de brea,
y amontonada, como cementerio de coches
de ruido atronador hueco y metal. A su paso,
ruiseñores muertos y asesinados.
Boquetes y ventosas de la mezquindad dispuestas
como sofisticadas trampas de caza.
Ventanas cegadas, paralizadas de miedo
ante el tornado destructor del aire fresco, ese peligro.
Rastros de cosas buenas ignoradas.
Caminos que no llegaron a ninguna parte
por falta de amor. A su paso,
al paso de Los Otros,
quienes traducen el amor como mandamiento,
y componen su parte en ello trabajosamente
con reproches, intrigas, rabiando a veces,
alterando la vida a problema en escalada,
ocurre que la mayoría, aún, infligiéndose ceguera, calla,
sustentando un mundo feo y evitable.
Entonces recordamos a Zambrano, “Lo más admirado
es lo más despreciado”, y a Orwell, “La guerra es paz,
la ignorancia poder, la esclavitud es libertad”.
*
(El título está puesto con cierto humor, no sé si se nota!)
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