Si la tranquilidad se basa
en la suspensión de la observación y el razonamiento,
en el brutal acuerdo tácito
de que no se hacen preguntas ni comentarios,
diré que soy desobediente,
y que conozco mi saga,
aquella que siempre fue lapidada.
Y si el amor es dominación y sumisión
su única paz, diré que mi amor no admite
cementerios porque late de vida
y la vida no es eso, lo sé bien
porque sé y siento.
Así, temblando de vulnerabilidad,
incontenible a la represión,
brotando libre, llega siempre
la primavera.
Y la única muerte que concibo
es sólo muerte, no el final de la tortura.
« Sobre la condena a Sócrates (apuntes metafóricos) Protesta de riesgo (Postal) »