No a quienes creen que el silencio es profundo y elocuente
y te abandonan ante ese abismo.
No a quienes no te ven porque sólo se ven
y no pueden entender lo que les dices.
No al juego de las marionetas de hilos en las que te guían por tu bien.
Fuera la tortura emocional, la destrucción psicológica de los cimientos,
en nombre de que no existe la felicidad.
No a los gritos, al estrangulamiento, no a las amenazas,
al sufrimiento que se niega la empatía del consuelo,
el uso de la inteligencia, el placer de los sentidos,
o las musarañas escuchando las ramas el día en el viento.
No a las personas que exponen su cariño
acusándote de todas las cosas que no son tus crímenes
sino sus hechos y a veces, tus errores.
No a las relaciones que se llaman pacíficas y son
lapidar con labios como lascas los problemas
(esa mano dura convicción, incapaz, que enmascara
el miedo al riesgo de vivir, al criterio).
No a las relaciones que fijan su visión de ti en el punto de precisión alfiler
que atraviesa el cuerpo de un ser con alas.
No a la necesidad desatada
que se pone gorda porque te conmueve y siempre
desde esa boca otra te escupe y te devora.
No a la culpa culpita pena que son nuestras cadenas.
Fuera esos pozos de la mentira y la muerte de seres humanos.
Amar no es una fosa donde nada se respeta.
(revisar)
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