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Pensamiento - Contra la violencia misógina y machista

Volver al índice de  Contra la violencia misógina y machista El beso de Drácula

Volver a la Autora Ana Isabel Espinosa

En las antiguas películas en blanco y negro, esas que nos aterrorizaban siendo niños, se imponía un antihéroe, una malo, malísimo, que atravesaba la pantalla del televisor para colarse en el saloncito de nuestra casa con sus ojos vehementes y su diálogo cargado de suspense... "La noche es engañosa", decía, que, en el inglés de la versión original, sonaba muchísimo mejor.

Era Drácula, el príncipe de los vampiros, el ser de la oscuridad, que nos encontraba en las pesadillas, para hacernos creer que estaba dispuesto a saltar hasta nuestro cuello en cualquier momento, desde detrás de esa cortina, que,  de día,  con el sol entrando a raudales por la ventana, era de pacíficos barquitos, bajo un cielo de nubes rosas, pero que, en mitad de la madrugada, asemejaba su capa negra.

Nos aterrorizaba porque era rastrero y cuando se acercaba a ti, no tenías forma de escapar, porque engañaba... ese era el gran secreto de Drácula, que era un vil mentiroso, decía que te iba a besar, que te iba a transmitir lo mejor de la otra vida,  inmortalizando tus sueños, pero lo único que te hacia era robarte tu sangre, tu vida y enviarte al otro mundo, al de las desgracias eternas,  a golpe de despertarte medio muerta en cualquier parte, como un despojo mas de sus múltiples hazañas.

Más o menos el beso de Drácula es lo que le dan a cada mujer a la que su pareja tiene "la gentileza" de mandarla hasta el otro mundo, envolviendo su vergüenza, en falsos suicidios y confesiones arrepentidas.

El asesino, no tiene edad, porque nació muerto al amor igual que Drácula y desgraciada aquella que sucumba a la conjura de los ojos engañosos e hipnóticos, levantando el velo de la denuncia, apartando a la policía y deteniendo el proceso que debía haber llevado a su asesino al sitio donde le correspondía hacia demasiados años.

Ahora la víctima estará condenada a no ver mas amaneceres felices sin su asesino, a no gozar con esa puestas de sol que nos alegran el alma y a ser solo un número más de las estadísticas, llevada de boca en boca de los políticos, que la harán carne de cañón, después de muerta, para conseguir éste o aquel propósito, y con todos ellos, una vez más, Drácula habrá besado a su víctima, la habrá transportado a la otra vida, aquella en que te despiertas en la mesa de un forense que diagnostica que te molieron la vida a golpes, que ni un solo día en tu desgraciada vida te levantaste con una sonrisa colgada de tu boca y que fácil que hubiera sido darle una patada en la boca y echar a correr a cualquier sitio libre, por fin,  de él.

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Publicado en mujerpalabra.net en el verano del 2010