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Continuaciones e ilustraciones a...
Cuando iba por el lindero en bicicleta
Léelo primero y luego vuelve atrás y mira cómo lo continuaron...
De "El séptimo caballo", de Leonora Carrington (literatura surrealista)

¡FLIPAD, MORTALES! Resumen del texto leído en clase:
Virginia Fur, una mujer ciertamente salvaje y muy respetada por los animales del bosque, vive en una casa con boquetes para que crezca la higuera de la cocina, con su bicicleta y con cien gatos. San Alejandro se acerca a ella un día cuando ella está de cacería y digamos que le pide el alma. Ella le responde que se la cambió al jabalí Igname por un puñado de trufas (setas). El santo la invita a su ermita; quiere enseñarle sus extraños inventos (calzoncillos de cemento con escorpiones, por ejemplo) y el cementerio. Al final hace un extraño milagro: crea una nube-cordero que se hincha en el aire y estalla. Como Virginia y los gatos estaban de cacería, al ver al cordero caer, se abalanzan sobre él para cenárselo. Luego cruzan el bosque a toda velocidad, Virginia, montada en su bici, con su largo pelo negro lleno de mariposas y murciélagos y con un ruiseñor en la garganta, con cuya voz canta: "Jesusito ha muerto y nosotros hemos cenado magníficamente".

Dibujo de Julio
Cristina y Paula (2º ESO)
"Jesusito ha muerto y hemos comido muy bien", dijo Virginia con voz de ruiseñor, pero nadie la oyó. De repente, ella tropezó con una piedra y cayó al suelo vomitando el ruiseñor. Cuando llegó a su casa vio a dos niños jugando con la pelota, y Virginia pensó: "No me vendría mal un poco de comida, al fin y al cabo se lo han comido todo los gatos". Mientras los niños subían a un árbol porque se les había colado la pelota entre las ramas, Virginia cogió dos machetes y sin pensárselo dos veces se los clavó en el cráneo a la vez.
De la cabeza de los niños empezó a brotar un líquido verdoso, que ella recogió en un cuenco, y se lo bebió, y así tragó sus almas. Los niños quedaron tirados bajo la sombra del árbol y ella los recogió, los descuartizó para la cena y guardó en el congelador las piernas, cabezas y manos de los niños, pues eran las partes más secas del cuerpo. Pero esa noche se comió los dos culos grasientos de los niños. Entonces el demonio salió de entre las llamas y agarró a Virginia de su largo y asqueroso pelo. En un abrir y cerrar de ojos aparecieron en el infierno, donde el demonio la abrasó entre las llamas. Su última visión fue la de san Alejandro subiendo en un ascensor de oro llevándose a los sarnosos niños en la mano.
Ángela (2º ESO)
Virginia Fur llevaba una velocidad vertiginosa hacia su hogar, pero a medida que avanzaba, había algo en su mente que la impedía seguir adelante, lo que la hizo retroceder.
Debido a todo esto, se dirigió a la ermita de nuevo para devolver todo lo que había robado y pensarse mejor la oferta de san Alejandro.
Cuando llegó a la ermita, la puerta estaba abierta y no había rastro de nadie. Ella devolvió todo a su lugar y esperó sentada a san Alejandro. Esperó días y días, pero san Alejandro no dio señales de vida, y eso la impulsó a hacerse cargo de la ermita, viniéndose a vivir con sus cien gatos a ella, aunque sabía que el papel de san Alejandro no lo podría sustituir.
Y como no quería descuidar a sus animales, los fines de semana se iba en su bicicleta a su verdadero hogar.
Ana y Alba
Habiéndose comido al ruiseñor ciego, Virginia Fur adoptó su armoniosa voz. Bajó al pueblo y aunque a todos ella les resultaba repungnante, supieron apreciar su dulce voz. En un banco de la plaza se sentó con sus cien gatos. Comenzó a cantar el tema de Operación Triunfo. La voz de ruiseñor le permitió imitar a la perfección a Chenoa, Bisbal, Bustamante... Los vecinos quedaron anonadados y le ofrecieron una casa para asearse. Ella lo agradeció amablemente mientras que se chupaba los dedos después de degustar aquel pollo asado con hojitas de laurel. Desde aquel momento, todos la admiraron y levantaron una estatua en su honor.

Sonia y Cristina (2º ESO)
Segunda parte. El cafir.
Cuando Virginia Fur llegó a casa, se dio cuenta de que los gatos se habían quedado en la iglesia.
Virginia Fur se tomó una pócima que le daba unas alas para poder volar y fue directa a la iglesia. Una vez llegada allí fue a coger los gatos, pero no estaban. Fue a hablar con san Alejandro y descubrió que era un malvado y un brujo. ¡¡¡Había convertido a sus gatos en ojos!!!, puesto que era ciego. ¿Os lo podéis creer?

Quería hacer algo para recuperar a sus gatos, pero toda la iglesia estaba llena de brujos y de y de unos animales extraños llamados cafres. Los cafres tenían cinco ojos, no tenían nariz, tenían un diente pero sin boca, una mano con dos brazos y cuatro pies.
Entonces Virginia se fue en busca del búho, ya que era muy sabio y la podría ayudar. Por desgracia, se cruzó con el jabalí, y esta vez éste le quería cambiar los sentimientos por tan sólo cuatro trufas. Ella huyó con su bicicleta y fue al castillo del búho, y su mayordomo le dijo que había muerto al comerse una trufa venenosa hacía pocos días.
En ese mismo momento, a Virginia se le ocurrió una idea. Con la varita mágina del búho se convirtió ella en un cafir. Se fue a la iglesia y pasó desapercibida, cogió a los gatos y se fue, pero tuvo que construir una nueva cabaña para que no la volviera a encontrar san Alejandro.
África (2º ESO)
  Virginia Fur se levantó con el estómago lleno y la cabeza vacía como de costumbre. Unos maullidos la devolvieron a la realidad, y pensó: "hoy desayunaré en la vajilla sagrada". La sacó y sirvió una trufa para ella y otra para cada uno de sus cien gatos.
Después de desayunar, Virginia Fur decidió acercarse a la ermita con gran sigilo. San Alejandro se encontraba sentado en su silla de metal incandescente, ajeno a todo y la codicia de Virginia Fur llegó hasta tal punto que dijo: "¿por qué no intentar conseguir unos vasos...?".
Cuando pasó san Alejandro no percibió su presencia; ella quiso también un gran cordero como el de la otra noche e intentó realizar el milagro de san Alejandro. De repente, el espíritu del maligno apareció como lo había hecho el cordero el otro día, y le dijo: "Virginia, has profanado la gran verdad del altísimo y ahora sufrirás en el fuego eterno junto a los infieles". Y Virginia Fur permaneció con sus cien gatos en el infierno hasta el fin de sus días.
 


Dibujo de José Luis
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