Hay un sola mujer y en un momento el entrevistador la pregunta algo, y ella dice, «bueno, esa pregunta me cabrea porque siempre piensan peor si eres una mujer» (no sé de qué hablaban, es sólo la idea general de su crítica, la de ella), y el entrevistador, ciego, inconsciente, a cómo la cultura nos influye lo queramos o no, suelta el comentario de superioridad infinita, y mentiroso en su supuesto halago: «Es interesante que lo veas así (cómo se puede ser tan cabrón), porque yo no estaba pensando en eso cuando hice la pregunta». Claro, listo, pero está claro: si eres una mujer en un país en guerra y te ganas la vida como reportera, y ves morir a niñas o niños, no se piensa de ti lo mismo que si eres hombre.

Cuando yo volví de trabajar en países en guerra nadie me invitó a hacer una gira, como se hacía con los hombres que volvían –y quizá con mujeres (me consta que en cualquier caso sería mucho menos) de las que linchan «a las feministas» para ganar el «respeto» de los líderes de izquierda de su barrio. Pero claro, es mucho más fácil hacer lo que manda la cultura: sospechar de ella, de que ella tiene algo muy oscuro y malo. ¡Cuánto más miedo da una mujer «loca» que un hombre! A pesar de la realidad de violencia del mundo, protagonizada horroríficamente por «los hombres».

Es como me pasó a mí en la universidad: al hablarnos de los escritores, si se habían suicidado, como Hemingway, quedaban presentados como antihéroes merecedores del respeto del papel. Sin embargo, cuando presentó el profesor a las dos únicas mujeres reconocidas como escritoras en quinto de universidad Literatura estadounidense, lo primero y único que se dijo, porque lo primero ya dejaba claro mucho, fue que se habían suicidado, y que eran madres, y que Silvia Plath dejó el biberón preparado (hecho que se interpretó como el colmo de la maldad?! y no como el hecho trágico que fue, y conmovedor si empatizas un mínimo con la presión a la que se somete a las mujeres para ser madres y lo que se las exige siempre: que sirvan a la humanidad y no tengan identidad propia). Y todo el mundo pensó, lo que una persona exclamó y nadie comentó: Qué egoístas. Qué grandes hijas de puta, verdad? Ah, sí, pero mi pregunta no era por eso, yo escapo al efecto de la cultura, estoy en otro plano.

Lo más triste de esto, es que si más gente han visto el documental, muy posiblemente piensen en lo clásico, que el análisis feminista distorsiona la realidad exagerando cosas sin importancia. Tan poco, tan poquitito, se puede conceder a la realidad siniestra de que las mujeres son seres inferiores para la especie. El Hombre, la medida de todas las cosas, nunca ha significado «las personas», «los seres humanos».

Es un documental sobre el hombre, no sobre las personas. Y han metido a un mujer no porque necesiten explorar ese lujo de saber lo que un ser humano con un papel muy distinto en la sociedad siente o piense.

Y con esto estoy diciendo que muy mal, el documental? No, hostias!, no! Me parece necesario que veamos a las personas hablando con sinceridad de algo. Lo que pido es que se incluya a las mujeres, lo que exigo es que se nos tenga un mínimo respeto, joder. Qué mala!

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