Libro del bien
Sólo quiero que me escuches. Como la persona artista atendiendo al mundo de fuera. Escuchar jamás ha anulado la identidad de nadie; más bien, le ha ofrecido oportunidades para aprender, lo que es decir, para bucear, arrastrarse, saltar, trepar y volar. Así, tenemos cielos vistos por Van Gogh, y cuerpos vistos por Claudel. Sólo los padres de la crueldad pretenden convencer, lo que para ellos es decir, imponer el manto del miedo sobre la vida palpitante.
Quisiera hablarte de las mentiras. Se miente, como bien sabes, con buena y mala intención, constantemente por interés. Intereses erróneos si consideramos la aspiración a la alegría, que siempre va unida con el compartir, por propia que ella sea. Se miente porque no se aspira a escapar a la distorsión. Las semillas de alpiste caen al suelo húmedo, y las dejas crecer, para verlas crecer, convertirse en incontables mentiras que pueblan tu casa. Y luego están las mentiras de negarte a mirarte en el río, en los cristales de tu casa al anochecer, cuando los impulsos de violencia que aprendiste están más débiles y pueden ser cuestionados. Las mentiras que te impiden ver a quien tienes delante cuando esta persona no es lo que se espera que sea.
« De lo bueno de relacionarse con mujeres Aspira a la luna (desobediente) »