En el último número de la revista de Amnistía Internacional (jul 2013) hay una entrevista a Ada Colau donde dice «Ya hemos ganado. Hemos conseguido lo más difícil, que es cambiar el imaginario colectivo». Me alegra de que alguien se dé cuenta de esto y le dé importancia. Me parece fundamental para la lucha social, y para la lucha que debemos entablar con la «culpa» cristiana que nos ha adoctrinado, que no hace más que empujar a la gente a comportamientos mezquinos, en realidad, y aparentemente contradictoriamente.
Si no puedes hacer lo que sientes que debes o desearías hacer, que te opere la culpa implica que no lo volverás a intentar más adelante. Te instalarás y te irás atando anclas de culpa. Y con ese peso, no podrás más que obedecer, seguir la corriente de la tradición, lo que te mandan: autodestruirte, bloquear toda posibilidad de lo bueno.
Es fundamental que sepamos que las cosas malas que combatimos fuera las llevamos dentro, tan fundamental como saber que el dolor intenso ante una muerte pasará, y evolucionará, e incluso podremos sobrevivir, vivir y convivir con esa pérdida, porque estamos llenxs de capacidades que nos ennoblecen y hacen personas bellas (honestas, inteligentes, sabias, aprendientes, abiertas, solidarias, empáticas…) y también de capacidades que nos degradan hasta lo grotesco. Tener un mal comportamiento hoy no implica SER eso sólo.
Mucha gente se está dando cuenta de esto, en las poblaciones del planeta. Vivimos esta época, donde nos surge la posibilidad de saber esto: que es importante no alienarse de lo que nos hace increíbles como personas. Porque todas las personas pueden desarrollar ese potencial. Y si aprendemos desde lo individual a enfrentarnos bien a este problema de Ser lo mejor que podemos ser, y no lo peor, se nos ocurrirán ideas sobre cómo controlar y anular los efectos de comportamiento de quienes se empeñan en ser lo peor que pueden ser.
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