Del libro: A Bedlam y de vuelta un poco (1960). Dedicatoria: A Kayo que esperó. Traducción: michelle renyé
I
Usted, Doctor Martin
Usted, Doctor Martin, pasea
del desayuno a la locura. Fin de agosto
acelero por el túnel antiséptico
donde las muertas móviles aún hablan
de conseguir meter los huesos por el aupa
de la cura. Y yo, reina en este hotel de verano
o abeja que ríe sobre el tallo
de la muerte. De pie, en filas rotas,
esperamos a que abran el cerrojo
del portalón y nos cuenten a la entrada de hielo
de la cena. La doctrina es hecha verbo
y avanzamos hacia las salsas con nuestras bobas
sonrisas. Mascamos en hileras, nuestros platos
arañan y chillan como la tiza
del colegio. No hay cuchillos
para cortarse la garganta. Manualidades:
mocasines toda la mañana. Al principio mis manos
siempre vacías, desenredadas para las vidas
que las hacían trabajar. Ahora aprendo a llevarlas
por atrás, cada dedo furioso exigiendo
que remiende lo que otro romperá
mañana. Sí, claro, le quiero;
inclinado sobre este cielo de plástico, dios
de nuestra galería, príncipe de todos los zorros.
Las cocorotas que se rompen son nuevas,
las que llevaba Jack. Tu tercer ojo se mueve
entre nosotras iluminando las diferentes cajitas
donde dormimos o lloramos.
Qué niñas grandes somos
aquí. Crezco hasta la luna
en la mejor celda. Sus asuntos son las personas,
se pasa por la casa de las locas, ojo
del oráculo en nuestro nido. Ya en el hall
el busca te busca. Te retuerces para salir del tirón
de los niños zorrillos que caen
como inundaciones de vida sobre la escarcha.
Y nosotras somos magia hablando-se,
ruidosas y solas. Soy reina de todos mis pecados,
olvidados. ¿Acaso continúo perdida?
Una vez fui bellísima. Ahora soy yo misma,
cuento esta hilera y esa hilera de mocasines
que esperan, en el estante callado.
« ¿Navidad sólo, o puede ser también vacaciones de invierno? Sangre en el suelo »
You, Doctor Martin
You, Doctor Martin, walk
from breakfast to madness. Late August,
I speed through the antiseptic tunnel
where the moving dead still talk
of pushing their bones against the thrust
of cure. And I am queen of this summer hotel
or the laughing bee on a stalk
of death. We stand in broken
lines and wait while they unlock
the doors and count us at the frozen gates
of dinner. The shibboleth is spoken
and we move to gravy in our smock
of smiles. We chew in rows, our plates
scratch and whine like chalk
in school. There are no knives
for cutting your throat. I make
moccasins all morning. At first my hands
kept empty, unraveled for the lives
they used to work. Now I learn to take
them back, each angry finger that demands
I mend what another will break
tomorrow. Of course, I love you;
you lean above the plastic sky,
god of our block, prince of all the foxes.
The breaking crowns are new
that Jack wore. Your third eye
moves among us and lights the separate boxes
where we sleep or cry.
What large children we are
here. All over I grow most tall
in the best ward. Your business is people,
you call at the madhouse, an oracular
eye in our nest. Out in the hall
the intercom pages you. You twist in the pull
of the foxy children who fall
like floods of life in frost.
And we are magic talking to itself,
noisy and alone. I am queen of all my sins
forgotten. Am I still lost?
Once I was beautiful. Now I am myself,
counting this row and that row of moccasins
waiting on the silent shelf.