Llamo ‘política’ a la capacidad de convivir aportando al bien común (ejerciendo la empatía, el altruismo) y respetando la libertad individual (ejerciendo el respeto a tu particular identidad).
La inocencia está mal interpretada (distorsionada) por la cultura patriarcal, tan obsesionada en promocionar e imponer las peores cualidades de las que somos capaces las personas para su construcción y perpetuación de un mundo de innumerables violencias, enemigas de la inteligencia.
Un hecho a la mano de cualquier persona, que construye política y combate el sistema, es la capacidad de plantearse una acción desde la confianza en las otras personas. Esto no equivale a ser boba. Equivale a no dejarse atrapar por los valores del sistema (patriarcal). Equivale a entablar una lucha radical que si equivocada no habrá generado violencia. El sistema nos enseña a desconfiar. Y como es un sistema basado en falacias biologicistas –es decir, mentiras que nos dicen que todo esto es «natural» lo que además se usa como sinónimo de «inevitable» (como esa forma de tortura de género que es la violación en el patriarcado)– nos enseña que desconfiar es lo que nos ayuda a sobrevivir en el medio. Nada más lejano a la realidad humana. Ha sido la colaboración y la empatía y sus formas (la solidaridad, el amor) lo que nos ha proporcionado los hechos humanos de más valor para cada persona y para el conjunto, además de para el planeta que nos acoge, con todas sus formas de vida (que además, demuestran que la vida no puede ser reducida al sistema patriarcal de sexo ni de género, tan patéticamente bíblico o irreal, contrario a la realidad).
Aunque una persona crea que las otras reaccionaran de manera violenta, en lo que hay que trabajar el «problema» es en cómo poder confiar protegiéndose (si hemos constatado en nuestra experiencia -y no por lo que se oye- que la gente tiende a comportarse con violencia en general, con o sin «motivos»), y no en renunciar a confiar y acatar el orden de la guerra.
Confiar es honorable, contiene la dignidad humana. Las actuaciones desconfiadas ante los comportamientos de las personas, por muy fundamentados en experiencias anteriores, conllevan una reducción de libertad, un acatamiento de un orden del mundo que es patético por basarse en la falta radical de inteligencia, del uso del potencial humano para ese universo de inteligencia al que el sistema nos fuerza continuamente a renunciar.
« Leyendo el Manifiesto Contra-sexual, de Beatriz Preciado (1) Sobre el miedo y el valor »
Michelle, nunca lo hubiera podido definir mejor. Desde pequeña he escuchado frases como «no te confíes de la gente», «ten cuidado con los demás», «no hagas el tonto» y un largo etcétera. Y siempre me ha dado rabia. Es verdad que por confiar me he llevado alguna decepción, enfados y lágrimas. Pero creo que a la larga confiar me ha dado más alegrías que disgustos. Porque es cuando confío en la gente cuando he hecho las cosas más grandes, importantes y bonitas de mi vida; como ha sido conocerte a ti, formar parte de MP, conocer a la gente de Proyecto Kahlo, a todos l@s cibernautas… Y de esa solidaridad y esa confianza han nacido cosas grandes, bonitas y que me hacen sentir muy orgullosa de las personas que me rodean. Yo sigo confiando 🙂
Ole! Oh, yo sí creo que lo podrías contar mejor! 😛 Con ese cacho inteligencia que tienes!!
Muchas gracias por lo que me toca!
🙂