La voz de quienes no tienen voz
Soy la voz de quienes no tienen voz;
A través de mí se pronunciarán
hasta que el oído sordo del mundo escuche
el grito de el mundo animal, sin defensa.
En las calles, desde las jaulas y perreras,
desde la selva y las cuadras, el gemido
de mis torturadas hermanas y hermanos proclama
la perversidad de la especie más violenta.
Soy un rayo del corazón profundo
que alimentará la chispa de Dios
hasta que una gran luz relumbre en la noche mostrando
los hechos tenebrosos que ocurren en la oscuridad.
Y de lleno sobre tú que duermes y no piensas
lanzará su luz este fuego justiciero
hasta que despiertes y contemples los crímenes
que el manto de una supuesta razón encubre.
La misma Fuerza que creó al gorrión
creó a la especie, que domina;
El Dios de Todo encendió la chispa del alma
de seres con pelo y plumas.
Y yo soy la guardiana de mis hermanas y hermanos
y entablaré esta lucha
hablando por las bestias y las aves
hasta que el mundo humano rectifique su rumbo.
Que ninguna voz objete a la Ciencia,
el brazo de Dios, que sostiene la antorcha:
valientes son sus hechos, aunque sus credos caducos
hayan de caer allí donde todo lo pisotearon.
Así, quien machaca la empatía
y la solidaridad hasta reducirlas a polvo
ha perdido el camino, su misión es fracaso.
No es quien debe guiarnos, en quién confiar.
Es el amor la religión verdadera,
el amor, la ley sublime es,
y todo lo forjado donde no se halla el amor
muere al contacto con el tiempo.
Y la Ciencia, la gran reveladora,
tendrá que acercar su antorcha a la Causa;
para iluminarla siempre con esa luz bendita,
o sus pies no la sostendrán en el camino.
Oh, nunca un fiera del bosque
y nunca una serpiente en el humedal,
o un ave rapaz que muere de hambre
ha cazado a su presa como el Hombre.
Por hambre, por miedo y pasión,
matan las bestias únicamente,
pero el Hombre, maravilla que corona del Plan,
tortura y mata por diversión.
Se levanta de la mesa, bien alimentado,
besa a su hija y a su mujer;
y parte al bosque, a dejar huérfana a la camada,
a robarle la vida a un ciervo.
Apunta a una mota del azul, amor con alas
que alza el vuelo por su llamada, y cae
en picado a morir, y él no lo recogerá:
su placer es verlo caer.
Y hubo quien, cansado de laureles,
de pesos y problemas de Estado,
buscó la selva, con la preciosa idea
de pegarle un tiro al compañero de una leona.
Y otro que bajó del púlpito
con el orgullo del deber cumplido,
con su túnica como emblema del Padre,
y su escopeta humeando asesinato.
Otro merodea desde los lugares de la Cultura,
su cerebro indolente y virgen,
y raudo, su perezoso corazón se sobrecoge
ante la ocasión de infligir dolor.
Y las bandadas de palomas echan a volar
desde el suelo, las alas urgentes,
de la cárcel a la muerte, esto le deja sin aliento.
¡Oh, arrebato de dar muerte a la vida!
Ésta es la carrera tal y como la conocemos,
donde el amor, según el credo, es odio,
y ave y bestia hallan un enemigo común en el clérigo
y en quienes gobiernan Cultura y Estado.
Pero hasta el Dominio de Quienes Pensamos
ha llegado el grito de nuestras hermanas y hermanos,
y las herramientas de la razón afilamos y traemos,
mazas para enfrentar la perversidad del pecado.
Lejano Cristo, de un millón de iglesias,
acércate a la tierra de nuevo:
sé más que un Nombre, sé un Fuego vivo,
«Haz Bien» en los corazones de los hombres,
ilumina el camino de la Ciencia,
muéstrale las alturas donde residen
las grandes verdades que investigamos
quienes nos guiamos con la antorcha del amor.
Poemas de experiencia, de Ella Wheeler Wilcox
Londres, Gay and Hancock, Ltd. 1910
Original en inglés: http://www.ellawheelerwilcox.org/poems/pvoice5.htm
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