Por suerte, el siglo veinte nos descubrió la inmensa variedad de identidades, cuerpos y vidas sexuales en el mundo animal, incluido el humano. Ahora habría que ir recabando información sobre si socialmente esos animales construyen sistemas sexo-género en función de la reproducción y con qué participación o participaciones se lleva a cabo esa reproducción y la gestación, además del cuidado de las nuevas vidas.
Al margen de esto, en el mundo humano ya se ha visto y se sigue viendo que lo humano no sólo puede organizarse desde lo que es de hecho un brutal sistema sexo-género patriarcal, que destruye el potencial humano a través de una idea basada en los órganos reproductores que obliga a todo el mundo a asumir identidades que pueden sernos muy ajenas, al margen además incluso de que nuestra identidad, sexo y sexualidad coincida con la que aprueba el sistema. Sin embargo, hay muy poca consciencia general sobre la no inevitabilidad de un sistema así, pues durante siglos se ha justificado con mitos e ideas dogmáticas inspiradas en unos hechos que existen pero no de la manera en que los fuerza el patriarcado.
Por eso es tan necesario sacar el tema y que la gente piense, porque si no, todos los avances hacia ideas menos violentas e injustas que la del sistema sexo-género patriarcal estarán perpetuamente amenazados y reprimidos, como posiblemente haya sucedido siempre en todos los lugares donde el sistema patriarcal se ha impuesto durante siglos.