Mientras la gente siga sin avanzar en la comprensión de qué es violento y qué es noviolento, las mayorías seguirán validando la injusticia y la violencia desde justificaciones tan irracionales como la violencia ejercida hasta silencios tan dañinos como la violencia ejercida. Es tan común que da náusea: cómo a quienes apuntan a algo mejorable se le atribuye violencia, generación del malestar en el grupo. Es triste que la gente esté tan dispuesta a fortalecerse los comportamientos más mezquinos y faltos de control del miedo. Y que la generosidad, la crítica (verdadera, la que abre canales para mejoras) y el confiar tengan siempre un precio tan alto. Es triste sobretodo porque con un simple no hacerlo, se le abre la posibilidad a un mundo de respeto, colaboración y generosidad, evolución. Sistemáticamente, la gente no quiere un mundo mejor. Se agarran a la idea mezquina y violenta de que «más vale malo conocido que bueno por conocer» a pesar de que cuando recibimos y damos algo bueno (antes de que se pase a la fase del rechazo en masa), a menudo, porque todas las utopías imaginables lo son porque se han visto, porque ocurren, lo disfrutamos, nos hace sentir mejores personas.

Un día se encontrará una historia de la humanidad muy distinta, que demostrará que siempre pudimos pero que la tara de violencia de nuestra especie, siempre, sistemáticamente, lo impidió.

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