(Pensando en el tema de violencia sobre el que quiero escribir, tras empezar The Creation of Patriarchy, de Gerda Lerner, un libro muy interesante! – y ante el cual creo que se puede ver que ya hay evolución porque ahora se pueden matizar algunas cosas, p.e., «Women’s History is indispensable and essential to the emancipation of women» [and for the improvement of human societies, this is, the whole of the species], «We now know that man is not the measure of that which is human, but men and women are» [human beings are]. Bueno, básicamente lo de «mujer» y «hombre» aunque se acepte que hay personas que encajan en el modelo de identidad de género patriarcal.)

Una observación libre del estado de los hechos humanos respecto a cómo ha cambiado la relación de las personas consideradas “Hombre” en el patriarcado con los afectos y la violencia, y de las personas consideradas “mujeres” en el patriarcado con lo que al fin entendemos como derechos humanos, arroja necesariamente información que desmiente creencias que la ideología patriarcal ha mantenido a través de todo tipo de medios durante siglos:

Que el “Hombre” es superior a las “mujeres” en fortaleza física, capacidad creativa, inteligencia abstracta, entre otros, y que la supervivencia cotidiana de la especie depende de Él porque es Él quien cuida al grupo humano.

Lo que la evolución de las sociedades patriarcales ha demostrado allí donde la noción de derechos humanos ha empezado a llevarse a la práctica (“derechos humanos” en el sentido de que todas las personas son iguales en relación a derechos, es decir, que no se puede otorgar un valor superior a nadie si ese valor implica la opresión, explotación y represión de alguien, y que es mejor por tanto desarrollarse desde nociones de solidaridad y colaboración) es que las personas tienen mentes humanas cuya maleabilidad es asombrosa y les permite desarrollar todo tipo de habilidades, se esperen o no de ellas (aunque claramente se apoya mejor el desarrollo de las habilidades cuando éstas te son alentadas y reconocidas por el grupo, lo que ha llevado a la mayoría a creer que existe un cerebro masculino y otro femenino que justifica el mundo del sistema sexo-género patriarcal, o un mundo donde las mujeres no pueden no ser madres y los hombres no pueden no ser noviolentos).

Así, hoy en día existen mujeres que no desean ser madres, que no sienten la llamada biológica que se presentaba como inevitable; existen varones que sí sienten que su vida sería muy insatisfactoria si no pudieran encargarse de la crianza y educación de personas pequeñas; y existen personas cuya existencia niega el sistema sexo-género patriarcal que también desean tener relación con y la responsabilidad de criar y educar a personas pequeñas. Es más, incluso las mujeres que desean ser madres sienten, allá donde su sociedad ha empezado a superar la brutal ideología patriarcal, que gestar, parir personas y cuidarlas, criarlas y educarlas no debería implicar necesariamente, o si no se desea, que toda la mente y la vida de esa mujer se ocupe exclusivamente en esas tareas.

Análogamente, hoy en día existen hombres que se horrorizan como cualquier persona ante la idea de tener que usar la violencia con otra persona, en especial para abusar de ella, y aunque esto se ubique en el contexto de la guerra, que es el escenario “legal”, aprobatorio del uso de todo tipo de violencia. Y existen “mujeres” que disfrutan con los deportes de contacto violento. Sí, aquí no hay simetría y esta falta habla más del rechazo general en el mundo animal a usar o verse envueltx en violencia que de un destino a usarla si tienes pene o a no usarla si no lo tienes. En el mundo animal en general, si un animal puede evitar el enfrentamiento lo intenta, lo prefiere. Es decir, sólo una sociedad que invierta mucho esfuerzo y recursos en educar en la necesidad de violencia puede generar personas que hablen de la conveniencia y necesidad del uso de la violencia, ya que lo “natural” es quererse evitar la implicación en un hecho de violencia física. Al menos en este sentido estamos evolucionando. Considérese cómo se justificaba el uso de la violencia, y se recomendaba, para el caso de pegar a personas pequeñas (no sólo sus progenitores, cualquier persona mayor, p.e., infancia en los años 50 en España), para el caso de maridos “educando” a sus “esposas” (que “merecían” una paliza de vez de en cuando), con animales de la calle, a quienes se torturaba brutalmente, y con fiestas que celebran la violencia física con otros animales. Cómo han cambiado las cosas en menos de un siglo. Es más general la consciencia de que la violencia no es deseable para nadie. Es más fácil que nunca antes imaginar que si nuestras sociedades no estuvieran obsesionadas con la justificación de la violencia, lo habitual sería que la inmensa mayoría de las personas pasaran la totalidad de sus vidas sin usar la violencia física, y sólo para casos de autodefensa física directa. Ya en la película de los años 50 (cuyo mensaje se distorsionó recientemente en una nueva versión), “Ultimátum a la Tierra” (The Day the Earth Stood Still) se presentó la posible existencia de civilizaciones que habían reducido el uso de la violencia a estrictos mínimos necesarios: neutralizar el comportamiento violento de quienes lo tuvieran; civilizaciones que nos enviaban un ultimátum por nuestra desatada violencia, que ha tenido sumida a la inmensa mayoría de la especies en una vida de sufrimiento evitable y cuya violencia desatada ahora incluso amenaza la destrucción del planeta que nos acoge.

Si se tiene reticencia a considerar la veracidad de esta idea que expreso, piénsese que en el patriarcado a las mujeres se las ha prohibido usar la violencia física y han sobrevivido muchos siglos sin hacerlo. Ciertamente, han desarrollado otros tipos de violencia (la verbal, la ideológica), pero el hecho es que han tenido que enfrentar mucha violencia física sobre todo por otros medios, y que estos otros medios las han salvado y ayudado a sobrevivir claramente, pues de lo contrario, con toda la violencia que han enfrentado a manos del Hombre patriarcal, estarían en peligro de extinción. Lo que nos plantea también dudas sobre cómo hemos concebido el valor y la fortaleza, además, o la propia inteligencia.

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