La única razón por la que cuando se escucha a una feminista analizar la realidad no hay preguntas o comentarios (en uno de los casos menos violentos, pero violento conceptualmente como intento explicar ahora), no es porque cualquier cosa que se diga las vaya a poner histéricas. Es porque en el patriarcado, se ha educado a todo el mundo a que es el Hombre quien piensa y sabe, y se vive como humillante que un varón pueda aprender o querer aprender de una mujer que tiene más conocimiento que él sobre la cuestión tratada. El hombre y el grupo sentirán que es humillante para el varón tener que escuchar a una mujer que está razonando algo que es crítico con «lo conocido». Da igual si tiene razón o no. Rechazarlo por el medio que sea es cuestión de honor, y protección al líder de la especie, según la ideología patriarcal, según opera. De la misma manera, si él pudiera refutarla, tampoco lo hará, porque no es una igual. Recurrirá siempre al comentario paternalista, como si lo que ella dijera fuera una bobería, un exceso o exageración de niña tonta, o al despreciativo comentario sarcástico.
Una lucha desde el desarrollo de la inteligencia feminista libera a las personas y al grupo de tener que obedecer (inconscientemente las más de las veces) este mandato patriarcal. Y nos permite tener en cuenta ideas buenas, análisis útiles y válidos, para construir mejor el conocimiento y las relaciones.
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