Antes de las elecciones recientes de España, que podían haber consolidado la brecha que se ha abierto en un bipartidismo que meses atrás parecía indestructible, leí con pasmo de un grupo de lucha noviolenta, antimilitarista concretamente, un llamado a que no votáramos. Es a lo que lleva tener principios en lugar de ideales. No considerarse la complejidad de la realidad y de los momentos políticos, tomando “políticos” en sentido amplio y no como sinónimo de “política de partidos”. Hay en ese llamado una ignorancia que no tiene el movimiento de lucha por los derechos humanos, atravesado sin duda por mujeres e inteligencia feminista, al menos en ese grado: que la democracia no es sólo lo que la falsa democracia capitalista dice que es la democracia; que los derechos no nos los dieron Los poderosos corruptos, sino que se ganaron con lucha social, incluidas las mujeres y la inteligencia feminista. Y que por tanto hay que analizar las cosas con más visión de la realidad que es ninguneada por el sistema que se combate. No veo yo a quienes luchan en las Américas indígenas y latinas rechazando hacer lobby en las instituciones de protección de los derechos humanos o rechazando esas leyes, por malas que sean, sino luchando por hacerlas efectivas, por llevarlas a los hechos, y por mejorarlas si no sirven o son leyes anti derechos humanos. Yo no veo a la inmensa red de Amnistía Internacional abandonando los logros que usan para presionar a los gobernantes a respetar lo que la lucha social ha logrado que sea leyes de las respetuosas con la vida y la convivencia. Hay una parte de la izquierda política y del movimiento social en los países donde hay más espacio para desarrollar tu identidad y vida, o más seguridad de que hacerlo no te implicará la muerte, que debería reconsiderar sus posiciones. Como el lenguaje, como la vida, hay movimiento y hay que observar y aprovechar las cosas para cosas buenas, no sólo, como en general nos enseña el patriarcado, para manipular y mentir y abusar. Una posición de perseguir ideales sabiendo dónde estamos y cuáles son los momentos, y teniendo memoria y conocimiento de lo invisibilizado, podría ayudar a que dejemos de verlo todo como bandos enfrentados que se excluyen, para verlo como grupos con intereses diferentes que deben dialogar y construir sociedad, no partido, o no partido. El desprecio a lo conseguido no me parece un síntoma de inteligencia o valentía sino una ignorancia sobre el peligro real que enfrentamos las sociedades humanas, asoladas por siglos de patriarcado, que es decir, de adoctrinamiento en soluciones de violencia. Lo que hemos visto en el siglo 20 y se ve en el 21 es que en las «democracias» hay muchas cosas diferentes, no que hay que negarse a usar los derechos conseguidos por la lucha (noviolenta, además) social.
Espero que todas las personas que están luchando para que se haga justicia ante el asesinato político de Berta Cáceres, y de tantas otras personas, reciban cada vez más apoyos, por la belleza y la inteligencia y la valentía de su esfuerzo.
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