Hace años pensé que debía escribir un ensayo sobre violencia y noviolencia desde la inteligencia feminista porque no salgo de mi asombro al constatar cotidiana qué invisible es un montón de violencia que valida las formas visibles de la violencia. No he podido ponerme aún porque es como si llegaran a mi vida un montón de ejemplos para informar mi trabajo, y no me dejan tiempo suficiente ¡para concentrarme! 🙂 Pero… ¡todo se andará! <3
Hace unos días de pronto, en plenas amadas y vitales vacaciones, me vino un título a la cabeza, y con él la exploración de otra forma, quizá debía ir intentándolo con literatura.
Hoy al despertar se lo conté a Atticus, que intentaba dormir (es un experimentado remoloneador), y las palabras que me envió entre sueños, 😀 , me ayudaron a que pudiera hilar lo que ahora cuento, o más bien, enmarcarlo o hacerlo más concreto. (No hay nada tan lindo como la comunicación, esa que rara vez se practica, la nace de quererse y respetarse y sin duda, de sabernos personas solas en el universo, esa pequeña y valiosa colaboración.)
Así, quiero escribir unos textos lo más breves posibles (tipo cuento, relato), que remuevan la racionalidad empática que permita generar la consciencia de cómo por los valores predominantes culturalmente vamos construyendo la identidad asumiendo opciones coherentes con esos valores, que en nuestro caso son los más violentos y destructivos porque vivimos en sociedades patriarcales con un inicio de evolución a otra cosa (que la mayoría al fin tolere por ejemplo la idea de derechos humanos, aunque aún no puedan actuar en consecuencia) pero muy primitivo aún.
Ayer se me ocurrió el título (que me da el tema, el tono, la pista ¡tantas cosas! ¡No os lo doy para que sea sorpresa! pero si no lo consigo, lo lanzaré aquí fuera por si alguien puede hacer algo con él! 😀 ), y pensé en elegir la literatura y no el ensayo, por esto:
Frente al ensayo, ella me permite introducir no sólo información y razones, sino también intuiciones, sentimientos, hipótesis en diferentes grados de comprensión; permite introducir elementos de un todo, elementos que en el ensayo tendrían que ir hilados y quizá no siempre se pueda, o al hacerlo, se pierda un foco para echar luz a algo. La literatura me permite contar con quien lee, con su mente, con su ser, con su psicología, para dirigirme como igual, apelando a su humanidad, a su deseo, una vez identificado algo que espero ayudar a identificar, a rescatar su humanidad, como si hacerlo fuera importante no sólo para la soledad, sino también para la especie, rescatar lo que desde la inteligencia feminista y más ampliamente la racionalidad empática es su capacidad de influir en el mundo exterior a través de cómo construye su identidad y actúa en su vida cotidiana.
(Todavía estoy algo dormida, supongo, no sólo porque me acabo de levantar, sino porque es la hora de la siesta y el calor está empeñado en tumbarlo todo.)
Anoto que no puedo sino comprender que actuar, entendiéndolo como impacto (en la propia persona y fuera de ella) incluye nombrar, concebir, es decir, el lenguaje y el pensamiento, no sólo las relaciones y las acciones físicas. Decir esto para mí es un tanto obvio, porque en cómo concebimos las relaciones, por ejemplo, hay más violencia si se opta por verlas como se ven en el patriarcado y se confirma en la consecuente mayoría de hechos en las vidas de las personas, los valores determinan actos, físicos, verbales, de relación, de actitud, de sentimiento… (Sin embargo, en el activismo, personas dogmáticas han repetido sin pudor ni duda alguna “Dejémonos de hablar y actuemos”, una frase que en mi mundo mental es humorística, más bien, cuando no, como en el caso de verla aplicada, agresiva y desatinada; y en las familias “Las palabras se las lleva el viento” cuando sabemos de sobra si quisiéramos que las palabras tienen un poder inmenso, enorme, y están en nuestra mano, en nuestra mente, en nuestra boca.
En inglés una canción infantil dice “Sticks and stones may break my bones but words will never hurt me” [Palos y piedras podrán romperme los huesos pero las palabras no pueden hacerme nada de daño / no pueden tocarme], que es otro desatino, aunque nacido del afán desesperado por dar una herramienta de defensa a quien está recibiendo abusos en el recreo escolar, por ejemplo.) (Sin embargo, en el activismo, personas dogmáticas han repetido sin pudor ni duda alguna “Dejémonos de hablar y actuemos”, una frase que en mi mundo mental es humorística, más bien, cuando no, como en el caso de verla aplicada, agresiva y desatinada; y en las familias “Las palabras se las lleva el viento” cuando sabemos de sobra si quisiéramos que las palabras tienen un poder inmenso, enorme, y están en nuestra mano, en nuestra mente, en nuestra boca.
El objetivo de, pongamos, un conjunto de cuentos o relatos que quizá podría escribir, sería por tanto empoderar, realmente, porque siendo conscientes de qué parte de un problema es reproducida porque no nos damos cuenta de que estamos ayudando a perpetuar ese modo, tenemos la opción de hacer eso u otra cosa, de ser así o evolucionar. Y sería revolucionario, en el sentido de transformador, en el sentido de que si una pieza de la maquinaria humana de generar mundo deja de funcionar dentro de esa estructura, está ayudando a que se produzca una evolución, a que se genere otra posibilidad, otro mundo.
El arte es tan necesario, porque nos permite vomitar una y otra vez, en ese doloroso e interminable proceso de asimilación para sobrevivir y vivir y luchar para construir vida buena. ¡Cada cual se busca sus apoyos donde puede! <3 (Y dirán en el Mundo Literario que cuando es ella quien lo hace, es “confesional”, como diciendo “algo menor”, pues ella tiene prohibido culturalmente crear y pensar (tan reciente la prohibición como en Noruega a fines del siglo 10 y principios del 20, para ilustrar con un ejemplo, sígase la pista de Hilma af Klint
– por desgracia, hay que leer entre líneas, porque las fuentes continúan con la tradición de no decir explícitamente algunos de los por qués clave en lo que hicieron o no las mujeres, en este caso, como en de la inmensa mayoría de artistas de hasta mediados del siglo veinte nada menos): que si pintaba paisajes y trabajaba de profe de dibujo era en gran parte porque su sociedad patriarcal consideraba que las mujeres no tenían genio creativo pero sí se las daba bien copiar, y por tanto, podían ser profesoras pero no artistas), insistiendo siempre, obsesivamente, en separar y diferenciar lo que es lo mismo, con el fin de crear la jerarquías de valor, y cuando es Él (el Hombre según el modelo patriarcal de héroe, que se lo aplican también a los hombres víctimas de la violencia de este sistema, eso sí, pero cuando han muerto y para explotarlos), “obra de arte”.
Pero eso no puede borrar la realidad, que es también un hecho con su cuerpo de evidencias.
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Sylvia Plath era una impresionante poeta, por poner otro ejemplo, no la exponente de cierta habilidad creativa en un tipo de obra que incluso las mujeres pueden optar a intentar. Si lo vemos como “confesión”, por qué no va a verse así la inmensa mayor parte de la producción masculina considerada Historia de la Literatura nada menos que Universal, y que no incluye en su tara intencionada a media humanidad como poco.
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