Hay algo que me genera rechazo radical y es cómo se reproduce el sistema de valores patriarcal sin que se enteren algunas mentes que consiguen reconocimiento a su trabajo de los mecanismos de reconocimiento prevalentes.

Para poner un ejemplo, hace ya muchos años escuché en la tele a Almudena Grandes y a Ana María Matute hablando sobre literatura. Y la segunda decía (la segunda, conocida por su inocencia, ¿no? Ay, qué penita tan grande me genera tanta inconsciencia!) algo que es repetido por estos grupos de personas siempre, y que una de las cosas que más rechazo me da (ojalá pudiera ejercer, en su lugar, el furor indiferencia), que es:

«La gente buena al final sale siempre». (!!!)

Buena se refiere a con talento para escribir, en su caso.

La reacción inmediata es preguntarse entonces (considerando la historia de siglos de la humanidad), si jamás hubo sobre el planeta más que alguna mujer capaz de expresar algo con talento de algún tipo. Es sospechoso que las mujeres no aparezcan por ningún lado, ¿no? (Y si aparecen ahora, en todo caso, no es sin búsqueda empecinada ni niega la realidad de siglos). No es posible que eso haya sido así, a pesar de que se las excluyera de poder dedicarse a lo que desearan y que pudieran estudiar y demás libertades que potencian las capacidades.

Y otro dolor: a esas pocas que aparecieron que serían buenas eso era según Ellos «porque escribían como hombres». Es decir, escribieron algo que los hombres en el poder pudieron entender y valorar. Aunque esto también cuesta creerlo, claro, por el obstáculo de la idea nada irracional de que todo autoritarismo tiene en su repertorio alguna excepción que lo valida incluso más.

Qué patético que ése sea el precio que consciente o inconscientemente parecen ir pagando las personas que reciben algún reconocimiento. ¡Pues no se habrán muerto como se han muerto (asesinadas, de hambre y frío, o por la incomunicación, que no es moco de pavo esto) millones de personas que fueron y serán anónimas y que sin embargo su vida o pensamiento brillaba y latía! 

Las castas no empatizan nada. Por eso hay que evitarlas. Te atocinan la mente. Te hacen fofa. Incapaz de empatizar, de conocer el mundo. ¿No podrá la gente combatir su clasismo aprendido, su sentir halago?)

Quiero dejar de sentir este asco, por decirlo más directamente, porque es la versión menos digerible del dolor que causa la injusticia. ¡A ver si se lo plantean de un vez: la realidad! ¡Que piensen con un poco de libertad, por favor!

Por eso y por más, feliz de estar en la masa anónima, entendiéndose eso no como no desear compartir sino justamente lo contrario: sólo se puede compartir en pie de igualdad.

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