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Lo que explica que a 2014 siga la mayoría haciendo como que no existe y difamando a las personas que luchan en el movimiento feminista es la gran cobardía que hay a la hora de usar términos, ideas que ayuden a desarrollar inteligencia crítica respecto al Sistema. El sistema tiembla porque se enfrenta a la más poderosa revolución noviolenta de la historia que conozcamos de la humanidad.

La palabra tabú es «patriarcado», prohibida, perseguida, qué gran miedo da pronunciarla, y sólo es un nombre: el nombre de un sistema social que aún hoy sigue queriéndose presentar como orden natural no como lo que es, sistema creado desde una ideología contraria a la idea de derechos humanos (imagínese este concepto en una sociedad civilizada), haciéndonos concluir siempre que las mujeres en el fondo son malas y que no tienen capacidad intelectual alguna, ni imaginación, ni capacidad de razonamiento, como igualmente no tienen valor, dignidad, nobleza, por eso todo lo que hacen «las feministas» es ridículo, grotesco, merece el desprecio, el no aprecio, la burla y el linchamiento.

Sin embargo, la realidad está ahí. Hemos acuñado «patriarcado», un término científico, útil para el análisis de una realidad que durante siglos se oculta continuamente bajo la falacia biologicista. Creamos términos porque con el conocimiento se necesitan términos. Porque con la transformación se generan términos. No creamos términos comerciales, que nos forren de dinero, sino términos para le desarrollo de la inteligencia y la capacidad de convivencia.

El caso es que quien sí tiene coraje lucha por comprender las buenas ideas, y la importancia del desarrollo de la inteligencia feminista es vital para superar el Sistema, y no se puede hacer siguiendo un manifiesto, por eso el feminismo no tiene una biblia: plantea ideas para superarse desde lo individual y desde lo social las violencias patriarcales y las taras que provocan a nuestras interligencia. marywollstonecraft«Las feministas» no pueden dejar de comprender lo que comprenden porque es un análisis fundamental para desenmascarar coyunturas y estructuras; porque han dado con un elemento clave para el análisis de las sociedades, y por tanto para su transformación.

Que sigan escuchando a los grandes hombres que jamás usan «patriarcado» porque son obedientes. Es lógico. Temen. Tienen mucho que perder. Al no poder ganar respeto sin trucos ni mentiras y manipulaciones, necesitan jugar a ese juego violento de «quema de brujas» que tanto les sobreexcita.

Una problemática importante que existe a la hora de compartir análisis crítico sobre los sistemas de dominación es que no podemos encontrar un espacio de lenguaje compartible (yo lo busco sin descanso, a pesar del riesgo a decir algo mal –pero en eso no tengo problemas con rectificar, lo que me importa es conocer–, a pesar de lo que considero malas interpretaciones o interpretaciones que no ayudan al intento) porque todo está minado por la mirada que impone el sistema de dominación que se combate: la guerra de los binomios cuyas partes se enfrentan para Imponerse o ser Esclavizada. El diálogo y el aprendizaje se hace muy difícil y por eso más que hablar acabamos leyendo cuando podemos, o escribiendo si hay suerte (en especial ahora que alguien te puede leer y hablarte aunque no seas nadie en el mundo de la cultura, digamos). Sin embargo, como la saga de gente idealista del planeta, capaz de imaginar y luchar por ver la parte de la realidad que no vemos, no puedo renunciar a la idea de que es posible, siendo diferentes, y habiendo sufrido diferentes grados de dominación y diferentes sistemas de dominación, llegar a un lenguaje (no digo Inmutable y Verdadero, como las biblias, sino Mutable y relativo a las realidades que se dan por tanto) que nos permita comprender con profundidad la violencia para superarla como sistema que organiza las sociedades. [Dice bell hooks: «Reading…on race and racism…by men in this society, I discovered repeated insistence that racism will never end. The bleak future prophesied in these words stands in sharp contrast to the more hopeful vision offered in progressive feminist writing on the issue of race and racism. This writing is fundamentally optimistic even as it is corageously and fiercely critical precisely because it emerges from concrete struggles on the part of diverse groups of women to work together for a common cause, forging a politics of solidarity» Traduzco rápido: «[leyendo mucho de lo escrito sobre racismo, por hombres] descubro su machacona insistencia en que el racismo no terminará jamás. Este brutal futuro profetizado en estos escritos contrasta radicalmente con la visión más lúcida/esperanzada de los análisis feministas progresistas sobre el tema del racismo; análisis fundamentalmente optimistas porque aún siendo feroz y valientemente críticos, surgen de luchas concretas de diversos agrupamientos de mujeres que están generando juntas algo común, forjando la Política de la Solidaridad», lo que también me recuerda al análisis feminista antimilitarista de Stasha Zajovich, de Mujeres de Negro Belgrado, durante la guerra de los Balcanes de los 90, cuando hablaba de que su Política internacional era tener una Casa Abierta, algo, lo multiculural, por ejemplo, que recibía la acusación enfebrecida en el contexto de la guerra abierta de «antipatriótico» y su terrorista consecuencia: merecedor de violación y muerte.]

FURIOSIDAD FEMINISTA. Desde la palabra que me acuñé para nombrar algo que lleva siglos ocurriendo, «furiosidad feminista», busco leer sobre la rabia, la furia, pues sospecho que no es toda como la de Rambo y Maquiavelo, que hay rabia y furia como la que siento y realizo y veo en otras personas, que no se ha manifestado según el mandato patriarcal, y me encuentro con bell hooks, por ejemplo, diciendo cosas fundamentales para el desarrollo de nuestras inteligencias sobre racismo en el mundo, y que podrían servir de inspiración (a mí, al menos más que muchas cosas feministas que leo) para mejorar los análisis de género también (la falacia biologicista patriarcal de que existen El Hombre y las mujeres, con sus rasgos dictados por el patriarca, y listo). La furia que bell hooks llama «militante» y yo «furiosidad» está llena de búsqueda de justicia y sabiduría de que somos capaces de más que de esta mierda de mundo humano que prevalece a través de los conceptos (mirar el mundo) y estructuras impuestos desde el Sistema (patriarcal). Dice: «We need to talk seriously about ending racism if we want to see an end to rage. White supremacy is frightening. It promotes mental illness and various dysfunctional behaviors on the part of whites and non-whites. It is the real and present danger — not black rage», Traduzco rápido: «Tenemos que hablar en serio sobre cómo acabar con el racismo si queremos terminar con la furia. La supremacía/dominación blanca da terror: provoca enfermedad mental y diferentes comportamientos disfuncionales tanto entre personas blancas como entre personas no blancas. Es éste el verdadero peligro, la furia blanca, no la furia negra», porque claro, como en temas de género patriarcal, se percibe como fuente de miedo que «las personas negras» o «las mujeres» estén furiosas, cuando la realidad es que son objeto de violencias innumerables, conceptuales y físicas, por ejemplo, y que de hecho no ejecutan esas violencias hacia quien se las impone! Es tan loca la percepción inconsciente, como la dogmática. La furia de quienes reciben la violencia puede ser la llave de la transformación social, si se guarda en no ser succionada por la mirada de los sistemas de dominación. Es una furia llena de inteligencia, a diferencia de la furia del sistema de violencia, que está llena de miedo.

Conversaciones espontáneas relacionadas: Sobre la representación de la violencia por las artistas, Sobre la violencia en el arte, ¿Porno o Acción Directa Noviolenta feminista? y las no dadas aún sobre lenguaje político maniqueo.

De pequeña quería ser chico. «Los niños son más nobles y valientes, saben ser buenos amigos. Las niñas son tontas, traidoras, cotillas…» Y eso que mi madre nos sacaba adelante porque topó con hombres bastante incapaces de todo. Ni en el instituto, que era uno experimental, que se pobló de gente con ganas a la muerte del dictador, ni en la universidad, con todas sus personas interesantes haciendo cosas interesantes, ni en los grupos de lucha social que empecé a visitar pude NUNCA descubrir el feminismo. Qué extraño, pienso ahora. Curiosamente, la gente de mi pasado que voy encontrando por la vida sigue sin haberlo encontrado, y no lo echa en falta. Esto me produce estupor y tristeza.

Volviendo a mi caso, tuve que salir al extranjero, la vieja historia de la nación-estado llamada España, para ver que las mujeres escribían y publicaban, que habían sido parte de aquella sociedad, políticamente, que actuaban autónomamente, sin siquiera la bendición de ningún hombre de la izquierda política, o «independiente». Llegué a Londres en 1989 y cuando me lo topé, el feminismo, reaccioné con los prejuicios que perpetúan todos los días, que validan todos los días el sacrosanto sistema (el Sistema patriarcal). «Pero ¿eso de mujeres solas…?» (¿pensando solas?) Solo que yo siempre he sido muy abierta de verdad de mente. Siempre he conservado un espacio de inocencia. Y por eso tengo la capacidad que tengo para aprender.

Desde 1989 no he parado de educarme, de aprender a pensar, a procesar, a relacionarme, a sensibilizarme… Y aunque soy una evolucionada feminista, aunque mi curiosidad feminista y mi inteligencia feminista tienen un desarrollo bueno o alto, sigo encontrando cosas en mí profundamente marcadas por el Sistema patriarcal y sus dogmas impuestos a sangre y fuego siglo tras siglo, y con nuestra total colaboración.

Cynthia Enloe habla de «curiosidad feminista» en un libro publicado en 2004 (The Curious Feminist) que yo compré en 2012. Yo empecé a usar «inteligencia feminista» al entrar en las redes sociales, en algún momento entre 2010 y 2012. Son dos conceptos a los que nos ha costado toda una vida de trabajo revolucionario llegar, gracias a que no nos ha vencido el miedo que a tanta gente vence: que se nos asocie al grupo más denostado de la sociedad, el de las personas capaces de curiosidad feminista y que desarrollan inteligencia feminista. Personas que deberían ser un modelo, una fuente de inspiración, para tanta gente «tolerante-piel-de-elefante», que cree que se puede pensar (bien!) sin desarrollar inteligencia feminista.

Rozo ya el borde de la amargura, no puedes ni apuntar nada, ya lo saben todo desde siempre, no nos ignoran, piensan, es que nada de lo que podamos hacer tiene ningún valor, para nada: casi que siento ganas de escupir, por el empecinamiento tan destructivo y cruel que enfrentamos. Por esa profunda ignorancia, adicción a la ignorancia, a tapar siempre la violencia, justificarla.

No quieren ni que rechistes, por eso nos hacen todo lo que pueden, de lo más superficial y trivial a la aniquilación pasando por la tortura. Ningunean una labor vital para la especie, obliteran su rastro, odian y desprecian a sus exponentes, como si en ello les fuera la vida, la vida de siervos del Sistema. Pero son buenas personas que se esfuerzan, no como nosotras, «las feministas».

Y si acaso tu crítica le abre un mundo a alguna de esas personas (que, difícilmente, pero ocurre, yo lo he visto), lo último que harían sería reconocer su fuentes (decir «gracias» por ejemplo), el mínimo respeto.

Qué pesadez tan grande, qué pesadez. Y esto es lo menos menos visiblemente violento de todo.

Quizá David fue Anónima, como siempre.

¿Por qué importa hablar de «género» y no de sexo?

La trivialización de los términos acuñados para el análisis (científico, es decir, no dogmático) no es indicativa de un profundo conocimiento de la realidad, sino todo lo contrario.

«Género» se acuña para establecer el hecho de que el sexo no necesariamente genera el par de género que construyen las sociedades patriarcales y que son su base ideológica, desde donde todo en la sociedad, lo público y lo privado, se organiza. Pretender trivializar este concepto indica resistencia a razonar sobre un hecho social que el siglo veinte ha venido a cuestionar de manera más generalizada a través de la práctica que es la vida individual de las personas en sociedad.

Existe un hecho irrefutable: a lo largo de siglos, la mayor parte de las sociedades terrícolas se han organizado desde la base conceptual de que las personas se dividen en dos grupos, «hombres» y «mujeres», definidos en función de cómo el sistema que organiza la sociedad pretende darles realidad. Un «hombre» está asociado a un conjunto de rasgos y funciones que en la realidad de la vida del ser humano no es ni mucho menos todo lo que puede ser el hombre. Con la «mujer» ocurre lo mismo, sólo que además el siniestro sistema ideológico patriarcal la cosifica (contenedor o muñeca hinchable), dado que se le atribuye incapacidades varias y la obligación de servir voluntariamente al «Hombre».

El concepto es que son «hombres» y «mujeres», dos grupos, se debe estudiar científicamente, es decir, dejando de lado la superstición, los dogmas religiosos, el afán de manipular el pensamiento transmitiendo que el sistema sexo-género patriarcal es «natural». Ahora sabemos que la mente humana es maleable y puede desarrollarse de infinitas maneras, lo que nos dice que la sociedad podría no estar organizada de base según este dogma de fe que es el ser «Hombre» y el ser «mujer» en el patriarcado.

El patriarcado toma un hecho biológico, el de que se requiere la combinación en el acto sexual para la procreación de la especie de una persona con útero y óvulos, y otra con espermatozoides, para transmitir una ideología particular que se pretende sea «universal» nada menos. El ser humano, las personas, no son ya sencillamente, sexuales o asexuales, con cuerpos diversos, sino símbolos de una idea binaria donde un elemento domina al otro, hasta tal punto de que teniendo ambos elementos la misma mente humana, el mismo potencial, se ha conseguido borrar durante siglos, negar durante siglos que el miembro «mujer» del par poseyera el mismo potencial.

Esos elementos, «hombre» y «mujer» patriarcales, lo son, patriarcales, porque vienen definidos de tal manera que quedan excluidos los cuerpos y las mentes, es decir, las personas, que pudieran tener diferentes rasgos y las personas como personas, pues son desde antes de nacer empujadas a uno de los grupos, sea como representantes idóneos o como ejemplos defectuosos. Todo ser humano que no se ajuste a dicha conceptualización de par, que además es complementaria-jerárquica, es decir, se entiende que uno de los miembros del par «generador de vida» es superior al otro, «el Hombre» superior a la mujer, y tiene la función de dominar la vida del inferior, es considerado inferior en todos los sentidos, un ser enfermo o idiota. Territorio, el de «inferior» por tanto poblado, por ejemplo, por todas las personas que teniendo teóricamente la obligación de incluirse en el grupo «hombre», son incapaces de reproducir los comportamientos e ideología del grupo dominante «Hombre».

SOBRE SI «HOMBRE» Y «MUJER» PUDIERAN TENER UNA REALIDAD: no se puede investigar esta cuestión si se da por hecho sin analizarse (científicamente) que ese par tal como lo ha definido dogmáticamente el sistema social patriarcal es «natural». En cualquier caso, incluso si aceptamos que la reproducción requiere el acto sexual de un varón y una mujer, y por tanto, se comprende la existencia de estos dos sexos, esto no implica necesariamente que todo el mundo humano deba quedar reducido a una conceptualización de estos dos sexos, dado que el ser humano es más variado, tanto en los hechos naturales como en el potencial que le da su mente, la imaginación. Además, igual que tener inteligencia no implica ser inteligente, tener la capacidad reproductora potencial (ser heterosexual) no implica querer usarla para gestar, parir, criar y educar, ni tampoco desear mantener una relación monógama.

Las personas somos como poco tan culturales como naturales. La base de la cultura habiendo sido un concepto de género que se ha impuesto sobre el de sexo. No podemos trascender (superar vitalmente y comprender conceptualmente) el aprendizaje cultural de cómo deben organizarse socialmente y en privado los sexos humanos descartando un concepto vital para poder realizar el análisis. Eso sólo juega a favor de la perpetuación del sistema patriarcal. Por mucho que moleste, para conocernos, individual y socialmente, hay que entender en qué sistema nos hemos organizado durante siglos y por qué. No son las personas con inteligencia feminista quienes deben demostrar que no deliran, lo que está plasmado en toda la cultura de muchas sociedades del planeta durante siglos. Es preciso que quienes no han desarrollado una inteligencia feminista se planteen aprender un poco a hacerlo.

Sin inteligencia feminista no se puede comprender el mundo que hemos creado, y por tanto, lo tenemos más difícil a la hora de trascender esas definiciones brutales de lo que son las personas, para desarrollarnos de maneras más libres, individual y socialmente.