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Yo creo que acuñé «desarrollar inteligencia feminista» al leer en Cynthia Enloe «curiosidad feminista». Veía que «machista» era todo el mundo porque vivimos en una sociedad patriarcal y como profesora en la pública veía que había que presentar el problema con un concepto en sí, que ayudara a reajustar el enfoque del problema y de una forma que todo el mundo pudiera asumir, pues lo cierto es que mientras no contemos con mayorías no se producirá la superación de la sociedad patriarcal. ¡Y quién no desea aprender a ser mejor, desarrollar inteligencia! Quizá no quienes necesiten dominar, pero la mayoría de la gente preferiría aprender a convivir desarrollando nuestras mejores capacidades, no las peores.

Sigo asombrada sobre que no se traduzca al español tanta cosa buena, como a esta autora, Enloe, o a las lingüistas feministas, como Deborah Cameron. Aunque cuando se animan, se lo dan a un hombre que no es feminista ni quiere serlo y que les hace cosas como lo que le han hecho a Chimamanda Ngozi Adichie con su magnífica charla-luego-librito «Todas las personas deberían ser feministas» (o «Todas y todos»), que se lo han traducido en masculino, para machacar ya de entrada, antes de empezar. Por suerte, esto ya se ha mencionado en las redes: aquí un post.

De pequeña quería ser chico. «Los niños son más nobles y valientes, saben ser buenos amigos. Las niñas son tontas, traidoras, cotillas…» Y eso que mi madre nos sacaba adelante porque topó con hombres bastante incapaces de todo. Ni en el instituto, que era uno experimental, que se pobló de gente con ganas a la muerte del dictador, ni en la universidad, con todas sus personas interesantes haciendo cosas interesantes, ni en los grupos de lucha social que empecé a visitar pude NUNCA descubrir el feminismo. Qué extraño, pienso ahora. Curiosamente, la gente de mi pasado que voy encontrando por la vida sigue sin haberlo encontrado, y no lo echa en falta. Esto me produce estupor y tristeza.

Volviendo a mi caso, tuve que salir al extranjero, la vieja historia de la nación-estado llamada España, para ver que las mujeres escribían y publicaban, que habían sido parte de aquella sociedad, políticamente, que actuaban autónomamente, sin siquiera la bendición de ningún hombre de la izquierda política, o «independiente». Llegué a Londres en 1989 y cuando me lo topé, el feminismo, reaccioné con los prejuicios que perpetúan todos los días, que validan todos los días el sacrosanto sistema (el Sistema patriarcal). «Pero ¿eso de mujeres solas…?» (¿pensando solas?) Solo que yo siempre he sido muy abierta de verdad de mente. Siempre he conservado un espacio de inocencia. Y por eso tengo la capacidad que tengo para aprender.

Desde 1989 no he parado de educarme, de aprender a pensar, a procesar, a relacionarme, a sensibilizarme… Y aunque soy una evolucionada feminista, aunque mi curiosidad feminista y mi inteligencia feminista tienen un desarrollo bueno o alto, sigo encontrando cosas en mí profundamente marcadas por el Sistema patriarcal y sus dogmas impuestos a sangre y fuego siglo tras siglo, y con nuestra total colaboración.

Cynthia Enloe habla de «curiosidad feminista» en un libro publicado en 2004 (The Curious Feminist) que yo compré en 2012. Yo empecé a usar «inteligencia feminista» al entrar en las redes sociales, en algún momento entre 2010 y 2012. Son dos conceptos a los que nos ha costado toda una vida de trabajo revolucionario llegar, gracias a que no nos ha vencido el miedo que a tanta gente vence: que se nos asocie al grupo más denostado de la sociedad, el de las personas capaces de curiosidad feminista y que desarrollan inteligencia feminista. Personas que deberían ser un modelo, una fuente de inspiración, para tanta gente «tolerante-piel-de-elefante», que cree que se puede pensar (bien!) sin desarrollar inteligencia feminista.

Rozo ya el borde de la amargura, no puedes ni apuntar nada, ya lo saben todo desde siempre, no nos ignoran, piensan, es que nada de lo que podamos hacer tiene ningún valor, para nada: casi que siento ganas de escupir, por el empecinamiento tan destructivo y cruel que enfrentamos. Por esa profunda ignorancia, adicción a la ignorancia, a tapar siempre la violencia, justificarla.

No quieren ni que rechistes, por eso nos hacen todo lo que pueden, de lo más superficial y trivial a la aniquilación pasando por la tortura. Ningunean una labor vital para la especie, obliteran su rastro, odian y desprecian a sus exponentes, como si en ello les fuera la vida, la vida de siervos del Sistema. Pero son buenas personas que se esfuerzan, no como nosotras, «las feministas».

Y si acaso tu crítica le abre un mundo a alguna de esas personas (que, difícilmente, pero ocurre, yo lo he visto), lo último que harían sería reconocer su fuentes (decir «gracias» por ejemplo), el mínimo respeto.

Qué pesadez tan grande, qué pesadez. Y esto es lo menos menos visiblemente violento de todo.

Quizá David fue Anónima, como siempre.

He leído dos de June Jordan y me gusta mucho. Su autobio infancia, Soldier, y su pequeña novela primera, His Own Where. Por eso escribí Corners Good for Nothing.

  • Sigo con la agonía de la biografía sobre la vida y muerte de Mary Wollstonecraft, por Claire Tomalin. Es realmente una agonía. Pero tengo que intentar acabarlo, si voy a animarme en algún momento a escribir algo para ayudar a difundir su obra. Pero los cotilleos en clase brillante y aguda historia me duelen en el estómago.
  • Tengo justo por la mitad el de Enrique Bernárdez de Qué son las lenguas, y ya me ha llegado el siguiente suyo, El lenguaje como cultura.
  • A medias también uno que me gusta muuuuucho: una selección de cuentos (¿de hadas?) de Angela Carter. Son cuentos donde las niñas y las mujeres no son esos seres pasivos e idiotas en que las convirtieron los soldados patriarcales Perault y los hermanos Grimm.
  • Por abrir, pero teniéndole ganas, Don’t Bet On the Prince. Contemporary Feminist Fairy Tales in North America and England, compendiados y con intro de Jack Zipes.
  • El libro de cuadros de Caravaggio (no es de leer, pero es un libro!)
  • Releer Ten Little Indians, de Sherman Alexie.
  • Terminar Every Day Is a Good Day. Reflections by Contemporary Indigenous Women, ed. Wilma Mankiller
  • Terminar I Am an Emotional Creature. On the Secret Life of Girls around the World, de Eve Ensler (versión sobre niñas equiparable a los Monólogos de la vagina que escribió para las mujeres).
  • Empezar The Curious Feminist, de Cynthia Enloe, quien acuñó (pienso) la expresión «curiosidad feminista», eso que le falta a tanta gente maja e incluso inteligente. (Bueno, se le habrá ocurrido a más gente, claro, pero a mí me vino de ella. soy de la opinión de que es imposible que haya habido un único Leonardo, o Camille… Creí que más gente así lo entendería, pero resulta que no: la gente cree que una persona pudo ser la «primera» en hacer algo.)
  • Terminar los cuentos de Michel Faber Some Rain Must Fall. (Sigo enamorada de su Sugar, en The Crimson Petal & the White. O sea, por ahora no me gustan los relatos más que este tocho increíble de novela, que sólo verla creí saber que jamás podría leérmela. 900 páginas! Busqué al autor, para preguntarle si había algo en esta novela que pudiera haberse inspirado en Mary Wollstonecraft, pero nada.)
  • Terminar The Man-Made World, de Charlotte Perkins Gilman.
  • Terminar sus relatos. (Traducir alguno y pensar su webita.)
  • Seguir con notas en A Vindication of Women’s Rights, de Mary Wollstonecraft. (Pensar su webita.)
  • Releer A Room of One’s Own de Virginia Woolf y los relatos de You Can’t Keep a Good Woman Down, de Alice Walker.
  • Releer o terminar de leer entero Learning as Transformation, de Mezirow et al. o si acaso Transformative Dimensions of Adult Learning de Mezirow.
  • Descartar por el momento La elegancia del erizo, de Muriel Barbery (belga).
  • Ver si termino el final de Walking to Greenham, de Ann Pettitt, que me atasqué y no he conseguido volver a arrancar.
  • Decidir si leo entero Mother Tongues. Travels through Tribal Europe, de Helena Drysdale.
  • Terminar When Languages Die, de David Harrison.
  • Leer algún artículo más de Sociolinguistics, ed. Bratt Paulston & R. Tucker.

Vaya. No me extraña que no sirva para estudios! 😀