Aquí un ejemplo, un mensaje de Stella, ginecóloga en Argentina, y con webita en Mujer Palabra (tesis).
Stella Manzano: «Hoy volví enojada de mi trabajo. Fue una niña de 16 años con un bebé de 21 meses a verme. Su pareja (muy joven también) quedó afuera. Me contó que estaba embarazada de pocas semanas y no podía continuar este embarazo, que fue primero a un médico que a toda costa quería que lo hiciera, que se tuvo que pelear con él y recién ahí la derivó conmigo. Me cuenta que no quiso tener tampoco a su primer hijo, que nació cuando ella tenía 14 años y medio. En ese momento vio a una médica, a un médico y a una partera en el Centro Materno Infantil, a todos les pidió lo mismo, y todos le dijeron que no hacían abortos, que era ilegal, que debía continuar ese embarazo. Tenía 13 años cuando se embarazó. Me contó que tuvo que dejar la escuela con mucha tristeza, que no tienen con qué vivir, que su pareja sólo hace changas cuando consigue.
Por estas cosas odio que las leyes que garantizan el aborto a niñas o mujeres sean de cumplimiento optativo. Ninguno creyó que esta niña tuviera el derecho soberano de decidir sobre su vida. Ninguno se hizo cargo que a esa edad cuadruplicaba el riesgo de morir en los últimos meses de embarazo o parto. A ninguno le importa cómo vive hoy, y que para siempre entró en el circuito de falta de educación y pobreza.
Pienso si habrían actuado igual con sus hijas, hermanas, sobrinas, hijas de amigos, o consigo mismas las mujeres que la vieron, y sé que no.»