EXHIBICIONISTA. Salgo a pasear al mar, me siento en una roca a fumar y mirar el mar, disfrutar, descansar. Un viejo se para, le hablo sin miedo, con confianza, y me enseña la cola. No me pregunta, ¿Quieres sexo? Me impone la visión de su cola, el mensaje de que su mente es retorcida y me cosifica.
De verdad, yo que justo pensaba, «Qué guay ser una mujer mayor, ya no es aquel acoso, ahora al fin puedo pasear siendo invisible, como los hombres, libre de que me acosen con el mensaje de que soy una muñeca hinchable».
Lo que más me jode es no haberle dicho nada. Me fui. Pero debió cagarse, porque desapareció. Se nota, quieras que no, que no te asustan. Algo se avanza. Pero me jode tener que saber que esto nunca acaba, porque no se trata de que seas joven y guapa. No es la juventud, ni la ropa, ni el buen tipo, ni la «provocación», no es nada de eso, nada relacionado contigo. Está todo en su mente. Se trata de que eres una mujer en una sociedad misógina, que no comprende que una mujer es una persona, con derechos humanos, no una muñeca hinchable andante.
FALOCRACIA. Al hilo del pensamiento «Exhibicionista», de abajo. Es que el sistema patriarcal es así: no quiere, bajo ningún concepto, que si eres una persona mujer puedas vivir sin verte forzada a pensar en el falo; no es porque se requiera tu opinión, que no existes, es porque eres esclava, y no puedes poder vivir sin hacer esto. A los seres humanos con pene también les fuerza, claro, pero les asigna el papel de «humanos prevalentes con misión de cosificar a quienes no tengan pene o no quieran Ser Hombre». Cuando yo era adolescente, lo supe, de alguna manera, por eso digo que fui feminista sin saberlo. Y de mayor ya, logré escribir este relato: LA HISTORIA DEL CHICO GRIEGO EN LA PLAYA (4 págs.). Seguro que no es suficientemente buena para el Canon literario patriarcal, especialista en borrar toda huella de la existencia de las escritoras. Pero hemos estado ahí, y estamos ahí.