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Saber nombrar las cosas importa mucho para el análisis, pero para eso tenemos que comprenderlas (ese arduo proceso) con cierta profundidad –no sólo es cuestión de diferencias por puntos de vista de los que se parta.

En la ideología patriarcal es más importante usar las ideas como armas para «destruir al oponente» que conocer el mundo a través de la puesta en común de ideas y desarrollar conocimiento en procesos colectivos conscientes.

Podemos decirlo de muchas formas.

En el vídeo de abajo sobre Petra Kelly, Alicia Puleo lo dice de una forma. Al explicar el ecofeminismo nos cuenta (y su opinión está ciertamente informada) que el ecofeminismo se encuentra más asociado a una corriente feminista llamada «feminismo de la diferencia», que es esencialista, es decir, que cree en una diferencia identitaria fundamental entre dos géneros, y nos dice que en cierta forma esta corriente enfrenta dos géneros –como lo hace el esencialismo patriarcal (añado yo), aunque en un sentido diferente, y en un sentido contrario según matizaciones, cuando se plantea con el mismo esquema de superioridad de un género sobre otro en un sistema de dos. Y nos cuenta que la corriente feminista prevalente hoy es aquella que se centra en combatir la discriminación machista y misógina o del Hombre hacia la mujer, y que el ecofeminismo ampliaría eso para incluir la lucha contra la discriminación de otros animales y la explotación del planeta. Dice que por tanto en algún sentido el feminismo (la corriente prevalente) se ha especializado en el tema igualdad entre hombres y mujeres.

Yo creo que esta visión está condicionada por la comprensión del feminismo occidental, de su importancia en la lucha por la igualdad entre sexos, y que tenemos que nombrar o comprender el feminismo de una forma más amplia y eficaz porque explica muchas cosas más y su impacto es mucho más amplio y profundo: el feminismo cuestiona la ideología patriarcal, esa cultura humana de sistemas de violencia (por sexo, sexualidad, piel, estatus social, económico…), y por eso sin desarrollar inteligencia feminista no se puede abordar la evolución a la superación de este tipo de cultura. La construcción de una cultura abarca todo lo humano, y condiciona cómo pensamos, hablamos y nos relacionamos, qué valores prevalecen en comunidad, las prioridades.

Consideremos las luchas de las personas feministas por el lenguaje.

La idea de un lenguaje que nombre la realidad –y no un lenguaje empleado dogmáticamente para invisibilizar la realidad que no se quiere aceptar culturalmente en una sociedad dada (invisibilizar que no destruir, porque siempre hemos existido y aportado las personas denostadas por la cultura prevalente)– en la práctica y teoría de diferentes personas feministas nos ha aportado culturalmente más que la sola cuestión de nombrar a las mujeres. Nos ha descubierto la falta de inocencia en la cultura, en el mirar desde la cultura; cómo vemos lo que creemos, lo que la cultura/sociedad dice que hay que creer, en lugar de comprender (ver, entender que existe) la realidad existente; y cómo viendo así hacemos daño intencionada y no intencionamente, inconsciente y conscientemente, porque juzgamos injustamente, agredimos verbal y conceptualmente, y omitimos o invisibilizamos, que es, ya lo sabemos bien, una forma de matar, obstaculizar y hacer sufrir.

Estoy hablando sólo del mundo del lenguaje humano, que parece un tema solo y que es en realidad un tema transversal a todo nuestro mundo porque constituye nuestra herramienta cotidiana para transformarnos y transformarlo, justamente por eso, porque en él se refleja todo lo que concebimos, sentimos, creemos, soñamos como colectivo –aunque eso no haya podido eliminar nuestra capacidad para el lenguaje individual o no prevalente socialmente, como esta forma de nombrar empática propuesta por el feminismo porque sabemos del daño que hacen las palabras a quienes excluyen o difaman, lo pretendamos o no; cómo las palabras más usadas son culturalmente reguladoras de la inclusión y exclusión, del reparto de funciones en una comunidad, la construcción de la identidad de los papeles admitidos por una sociedad determinada.

2017 Homenaje a Hypatia

Así, el que haya corrientes feministas prevalentes (en el sentido de mayoritarias) en determinado lugar que se centren a la lucha por «la igualdad ¿con el Hombre?» (así lo mal-interpreta mucha gente), o dicho mejor: que se centren en la lucha por la igualdad de derecho de todas las personas a una construcción de su identidad propia y a poder elegir su papel en su comunidad en función de sus decisiones y no de sus características físicas o genitales en el contexto de una sociedad patriarcal (que parte de la deshumanización fundamental que es una definición limitada y distorsionante de lo que es ser persona, asignando dos papeles, «Hombre» y «mujer» a todas las personas, papeles asociados a funciones en la sociedad), no es decir que el cuestionamiento del patriarcado que realiza el movimiento social feminista sólo implique el tema «Hombre-mujer» (ya se ve en mi reformulación, pienso) pues cuestionar la base dogmática fundamental de la cultura patriarcal no es para que las mujeres estén mejor, sino para evolucionar a sociedades menos violentas e injustas, donde se respete la identidad de las personas y se apoye una evolución individual y colectiva hacia realidades más humanas, más fieles y respetuosas con el potencial y la diversidad humana, pues la cultura patriarcal es autodestructiva –y si tras siglos de patriarcado aún no nos hemos autodestruido eso ha sido sencillamente porque la realidad humana no ha podido ser transformada por la ideología patriarcal en el sentido buscado, y ha seguido existiendo y cuestionado el sistema todos estos siglos; por eso hoy tenemos cosas buenas que en realidad no nos vienen del patriarcado sino de lo que esta cultura ha, digamos, robado a mucha gente anónima, y también y sobre todo, de lo que esta cultura ha recibido como impacto de la existencia de esas otras realidades a lo largo de los siglos, que enfretándose al sistema o sencillamente siendo han tenido un impacto como una hoja seca o una piedra que cae al río, en ondas expansivas.

Con todo esto intento explicar que yo no creo que el feminismo sea el feminismo de clase media blanco y de izquierdas, ni tampoco que el feminismo se haya centrado en la lucha contra la discriminación de sexo no trabajando la conexión con otras discriminaciones o sistemas de violencia. Todo va íntimamente ligado porque es complejo, como la vida. Cada persona, grupo, red, como cada sociedad y comunidad, claramente elige temas de trabajo y prioridades, pero como movimiento, el feminismo es una de las razones fundamentales por las que comprendemos la discriminación y asociamos su superación a un cambio de valores y modos de ser y de relacionarnos. De hecho, como movimiento social, en todas partes del planeta, no sólo en España o Europa occidental donde estamos (pero nuestras poblaciones son heterogéneas, aquí vive mucha gente variada en situaciones materiales muy distintas, y que es feminista también), lo que nos hace ingresar en este movimiento, digamos, es un afán de lucha por rescatar nuestra humanidad que va a asociada a un rechazo visceral y racional empático por el uso de la violencia como forma de resolver problemas y conflictos, o como forma de relación en la especie y con la naturaleza, siquiera porque es el planeta donde vivimos, siquiera porque en él encontramos nuestro alimento para poder vivir y no morir.

Así, si bien es cierto que aún no hay palabras, teorías, ideas comprendidas más ampliamente sobre la conexión inevitable de feminismo, noviolencia y ecologismo, según vemos y nombramos las cosas, puede comprenderse legítimamente que todo se contiene en el feminismo como movimiento social que cuestiona la ideología y la sociedad y cultura patriarcal, por ser una cultura basada en sistemas de violencia que parten del sistema primario de reducción de la identidad humana a dos papeles con funciones específicas que se excluyen y que se nombran falsamente como «complementarias».

Volviendo al lenguaje, en mi viaje personal para humanizarme a través de cómo nombro y por tanto de cómo pienso y por tanto de cómo me relaciono, no sólo he aprendido a mirarme a mí misma desde un enfoque diferente (siempre en peligro hasta que llegas a décadas de práctica en resistencia y lucha!, por la presión indescriptible de que sigamos en ceguera), uno que me permita pensar que soy inteligente, fuerte, valiente, creativa, genia, capaz de ofrecer ideas valiosas a la sociedad, capaz de tanto, con mi pequeña vida de minoría en mi sociedad que cuestiona la tradición. Ocurre que al hacerlo, al hacer este viaje, me he humanizado, he rescatado mi racionalidad y empatía como persona, y con racionalidad y empatía no puedes ejercer injusticia y violencia fácilmente, no puedes obedecer el mandato de violencia e injusticia de los sistemas impuestos en la cultura patriarcal, al menos no tan fácilmente o defendiéndolos contra toda razón o sin sentirte autocrítica y con un conflicto ético y vital. Los reproduces por ser un animal cultural, pero por ser humana en evolución, los criticas e intentas superar.

El feminismo como movimiento social que lleva siglos en escena aunque sin siquiera un nombre, es muy joven respecto a la fase actual en que está (la de encontrar nombres y pegarnos), sólo tiene algún siglo, y quizá por eso todavía hay tantas tortas, tantas luchas que nos podríamos ahorrar, y que en realidad nacen de que por más que sepamos que la violencia es negativa y evitable a menudo, la cultura patriarcal nos constituye ideológicamente, y muchas veces usamos la lucha por cuestionar algo para justamente perpetuar algo: el poder de ubicarnos en posiciones que discriminan, no respetan y desprecian a otras personas, por ejemplo. Porque no es fácil concebir algo que socialmente no existe, aunque a nivel individual te conste que sea real, humano. No es fácil nombrarlo. Y sin embargo, tenemos la palabra para pensar, comunicarlo y comunicarnos, entendiendo que todo será como siempre una evolución hacia la comprensión y hasta llegar a un poder nombrar de forma más fiel a la realidad, con mejor conocimiento.

El otro día un periodista español entrevistaba a un científico español en Estados Unidos, creo, y decían algo terrible y terrorífico, como si eso lo dijera el Conocimiento que cimienta nuestras sociedades. Preguntaba el periodista sobre, p.e., hombres embarazados, al tratar el tema de los límites éticos de la ciencia (en el patriarcado), y respondía el científico (cuya inteligencia feminista no parecía muy desarrollada) que la naturaleza era práctica, con una sonrisa de sobresuficiencia patriarcal estremecedora, con un significado muy preciso: era práctica y no iba a permitir cosas raras! Estremecedora porque al no tener inteligencia feminista este científico no se daba cuenta de la brutalidad y la falsedad de lo que decía: «práctica» desde la ideología patriarcal no es «práctica» desde la naturaleza, que en realidad no puede tener nada que ver con la idea humana «práctica» ya que la naturaleza sencillamente es vida. La naturaleza, señor científico, EXPLORA TODA POSIBILIDAD y se caracteriza por su DIVERSIDAD, por eso hay incontables formas de vida, y dentro de éstas, incontables formas o identidades o modos o relaciones. Lo sabemos muy bien las personas cuya identidad no se conforma o explica con el sistema identitario milenario de las sociedades patriarcales, y no hablo sólo de personas con cuerpos o sexualidades diferentes a los del mandato patriarcal, sino también a gente con vidas movidas por valores no prevalentes, por ejemplo. Por eso, porque la naturaleza es VIDA, la sociedad humana genera CULTURA, para acotar, entender, organizarse y poder ubicarse en el mundo de la vida, y por eso las culturas son diversas y van cambiando, evolucionando.

La cultura la creamos, y nos rige el pensamiento y la vida en un casi total porcentaje, en comparación con cómo nos condiciona lo biológico. En el mundo humano, tener ciertos órganos no implica desear o no desear lo que la cultura establece como asociado a esos órganos: hay varones con una maravillosa mente humana que no usan más que para perpetuar la violencia; hay mujeres con útero gestor que no desean gestar vida como única y primordial función identitaria de su vida; hay personas que se enamoran de personas y no entienden por qué si el resultado no es una relación monoparental heterosexual ese hecho es anormal y censurable. No hay nada menos práctico que la violencia para resolver conflictos, por todo el horror, sufrimiento y destrucción a tantos niveles que genera, y sin embargo, la cultura patriarcal nos enseña que en ideas, actitudes, sentimientos, palabras, y otras acciones, debemos ejercer violencia a diario para mantener el sistema social, los valores y los modos de la cultura patriarcal.

Es fácilmente comprensible que si en lugar de ver a otras personas como amenazas constantes a nuestra existencia nos viéramos como una comunidad, capaces de mutuo apoyo, la vida sería más grata, interesante y positiva para todo el mundo y el planeta no estaría amenazado. Y esto no tiene nada que ver con la idea expresada por el científico mencionado arribo de lo que es «práctico» para la naturaleza. Para la naturaleza humana en la sociedad patriarcal lo práctico ha sido la guerra, porque operan unos determinados valores o ideas, pero no es nuestra única opción. Ampliar el marco identitario humano para reflejar la realidad identitaria humana no se puede ver como algo «práctico» o «no práctico», ni como algo anormal, sino justamente como algo que, si se respetara la realidad de diversidad de la vida, nos permite construir una cultura más evolucionada, capaz de superar los sistemas de violencia que nos tienen sumidas a las personas en una especie de Edad Oscura. Esperemos nuevamente, que ya hayamos entrado en la era en que conseguiremos superar la tara ideológica de esta cultura represiva, explotadora, destructiva.

Intentando exponer algún proceso de invisibilización.

Habría que ser más conscientes de cómo la cultura decide o influye en la construcción de la identidad individual (para grados, según fortaleza de la personalidad, supongo).

La inteligencia feminista (como la capacidad creativa, tan audaz / indómito / libre por naturaleza) te permite ver cosas evidentes que la cultura te ha enseñado a no ver. La cultura, eso que genera la tendencia mayoritaria en la sociedad, condicionada por las decisiones, para el caso de la sociedad patriarcal, de los patriarcas, de los capaces de ejercer una gama asombrosa de violencias para imponer su orden, es como el aire que respiramos: no lo notamos, pero está ahí con un papel fundamental para nuestras vidas.

La cultura patriarcal, tan primitiva aunque sea milenaria, necesita validar sus mandatos ideológicos frente a una realidad que no tolera: la de la impresionante diversidad de la vida humana, porque enseguida queda expuesta como incoherente, injusta y violenta (desde la lógica o la racionalidad empática es fácil verlo, por eso las niñas pequeñas y los niños dicen cosas tan evidentes como que el rey está desnudo), lo que explica su inagotable violencia, la de ese sistema de gestionar la vida tan negativo para la vida y que por desgracia, con tantos siglos de desarrollo, nos sale fácil, validarlo, ejecutarlo, justamente porque creemos en la cultura y no queremos mirar y ver la realidad. (¡¿Biológica la identidad «Hombre-mujer» que define el patriarcado?! Que él piense y ella sienta, que esté bien que él use la violencia física y que está mal que lo haga ella, tan viciosa y mala por naturaleza? ¿No será más bien que la mente humana, al margen de los genitales, puede generar ideas, palabras, sentimientos, acciones y así seas hombre o mujer puedes ser capaz de razonar o cuidar, y en muchos grados diferentes las diferentes personas? ¿No será más bien que ser fuerte no es sólo poder ejercer violencia física de imposición sobre alguien, sino muchas más cosas y mucho más positivas o inteligentes?)

Así, me pregunto qué hace que no nos agotemos culturalmente de ver historias de la guerra desde el punto de vista del Hombre patriarcal (no de la persona hombre/varón, digamos). Se ve que la sociedad lo considere algo relevante para la cultura. En contraste, cuando hablamos de la experiencia de cómo el papel que nos asigna la cultura por razón de sexo o género, algo relevante porque informa sobre la experiencia de constricción de la identidad humana por mandato cultural, la sociedad se centra en descalificar y descartar el valor de esas palabras (salvo que las pronuncie el Hombre, el modelo ideal de ser humano según la cultura patriarcal, ese tipo de identidad que podrían ser las personas hombre/varón y que es líder reconocido por la mayoría).

La respuesta es evidente (de cosas que se pueden ver si se mira con la mirada clara): en qué terreno estamos, ¿en el de validar la realidad que promociona la cultura, por ejemplo, para el caso primero, la de héroe o contrahéroe según la ideología patriarcal? (aunque en vida a cada cual, «héroe» o «contrahéroe» le irá muy distinto; pero a lo largo del tiempo, ambos tenderán a recibir respeto y ser valorados pues en conjunto validan la ideología de reducir la realidad a un binomio donde una de las partes debe prevalecer, y a veces se renueva pero para perpetuar el mismo sistema, como lo hace el Hijo Rebelde cuando desbanca al Padre, para convertirse él en Patriarca), ¿o en tener que defender la cultura de lo que pueda cuestionarla? (lo que implica arrasar con cualquier realidad que pueda no ajustarse a esa camisa de fuerza identitaria que impone la cultura patriarcal).

(Sí veo la pregunta de si toda cultura iría en contra de la naturaleza humana, y pienso que no, que se pueden construir culturas respetuosas con la vida, con la diversidad de la vida, aunque esto requiere, imagino, mentes mucho más evolucionadas que las que se valoran y respetan y celebran en nuestras sociedades. Sobre la pregunta de si todos los patriarcados serían tan violentos como el que nos ocupa, o bien, si podría darse una sociedad patriarcal que no fuera violenta e injusta a este nivel que conocemos, imagino que sí, pues si de entrada se determina en la superioridad de un tipo de persona sobre el resto en función de sus genitales y sexualidad, sin tener en cuenta, sin aprender a ver, a las personas por sus cualidades, necesariamente se genera violencia e injusticia evitables desde la racionalidad empática.)

¿Qué hace que cuando se denuncia el efecto de los papeles de género patriarcales, críticamente, o sea, denuncia que se haga desde ser persona que no los acepta por la realidad de su identidad, que no queda recogida en esos modelos, se «acuse» a esas personas y desprecie? ¿Cómo es posible que si una mujer denuncia la violencia de género (la violencia del Hombre hacia las personas inferiores que son las no Hombre), a pesar de que todo el mundo puedo ver sus efectos, los hechos de la violencia de género, se quiera inducir e imponer que no se escuche ni nombre eso que se ha dicho (por más evidente/real que sea) y se imponga un odio del grupo prevalente a esa voz? ¿No se está así validando culturalmente que exista esa violencia? ¿Cómo vamos a combatir la violencia del Hombre a las mujeres en el patriarcado si cuando ellas explican y denuncian y luchan contra esa violencia se las «acusa», se sacan a colación otros temas, ubicándolos así en más importantes que el de la propia violencia? No es cierto que todo el mundo esté en contra de la violencia. Yo diría que más bien la mayoría, por efecto de la cultura, está a favor de la perpetuación de la violencia ideológica patriarcal, a pesar de que mayores márgenes para la construcción de la identidad, conseguidos con la lucha artística, social, del pensamiento, nos permiten ver con más claridad que este mundo cultural no es deseable, por su brutalidad, compleja pero nada evolucionada en un sentido de la racionalidad empática.


Leyendo los diarios de Sylvia Plath, sus reflexiones sobre identidad a los 19 años: «Estoy en conflicto conmigo misma, me disgusta ser mujer porque soy consciente de que inevitablemente no puedo ser hombre. Dicho de otro modo, tengo que poner todas mis energías al servicio de mi pareja: mi único acto libre consiste en escoger o rechazar a esa pareja.»

En la red social nos regalan este link: http://afroestilo.com/blog/2014/09/08/por-que-en-1800-se-prohibio-a-las-mujeres-negras-llevar-su-cabello-en-publico/

RESISTENCIA, IDENTIDAD Y CULTURA. Lo que me recuerda la lección maya: cuando los invasores obligaron a la gente invadida a rezar a cruces fuera de las iglesias, porque les iban a imponer su dios pero no les debajan entrar aún porque «no tenían alma» antes del bautismo, las personas mayas tallaron sus creencias en las cruces, y los invasores creyeron que avanzaban en su cristianización y resultaba que no tanto… Igual con los huipiles: les impusieron vestirse con blusas, y les prohibieron hablar sus lenguas, pero las mujeres transmitieron la cultura bordado su vision en las blusas, y los invasores creyeron que era entusiasmo por la ropa que les impusieron… Siempre hemos hallado formas de sobrevivir a la barbarie, aunque hayamos perdido a tanta gente valiosísima…