A Sofía
Quizá llores por algo más,
algo que significa ‘diferente’.
Porque, sí, con todo el cuerpo,
la echamos de menos, les echamos de menos,
sentimos ese vacío. Nos duele y enfurece
su tortura y asesinato y este fin
no puede negar quiénes fueron.
Pero también, si lo piensas,
en este momento de vulnerabilidad extrema,
quizá te echas de menos a ti misma,
a ti que sí estás aquí,
la mujer que eres, a quien la mayoría percibe como
objetivo a ignorar o destruir, porque no se conforma
al molde, lo resquebraja y revienta, lo disuelve;
esa mujer que no encuentra espacio fuera
para estirarse, bostezar y crecer libre
pero que tiene la capacidad de hacerlo hacia dentro, creando
espejos, caminos, abriendo vanos, túneles, transformando
el tiempo, alimentando lo humano, esa saga.
Quizá estés llorando porque vas a claudicar,
a cerrar ciega a negar tu existencia,
entregarte a la condena milenaria de acatar,
ese bucle de irracionalidad y violencia:
soy risible, mi vida una ficción,
soy nada, no puedo,
una loca, una bruja, una incapaz.
A perder
la perspectiva
propia y la histórica,
la microscópica y la del universoquelateyseexpande,
como tu identidad
cuando no abandonas la vida,
cuando no abandonas la lucha.
A perder tu, nuestra capacidad de realidad
para contarte el cuento que nos condena
a la camisa de fuerza que es esta cultura imperante,
la raíz de nuestra deshumanización.
Pues desearía recordarte algo que importa.
Someterse
nunca ha significado
que la realidad no exista.
Dar la espalda, mostrar el índice, distorsionar,
nunca ha podido cambiar los hechos y sus ramificaciones,
sólo acosarlos y poner fin a su fuente.
Lo sabes como yo, y lo contamos a todo el mundo:
no es sólo lo que hacemos al vivir,
las incontables ondas de expansión de nuestros actos.
Es lo que somos:
el cuerpo que manifiesta
que otro mundo es posible.