Es escalofriante cómo
hombres abusadores contumaces
capaces de asesinato
pasan en silencio por la historia
y en vida son considerados
hombres frágiles, buenos hombres
con vidas buenas y normales.
Mi tío me enseñó a silbar.
Hoy me envía un sms reprochándome
que no estoy nunca localizable.
(Las saltadoras somos difíciles
de clavar en un terciopelo.)
Y le llamo desatada de furia
porque esto es un sueño para explicarle
que yo al menos sé, que sé del daño
que causó. Que su hermana
criticada y abandonada por todos
sí respondió a sus llamadas
para salvarle además la vida.
A costa de la suya propia.
Y luego busco urgente
el teléfono de mi madre.
Necesito hablar con ella.
Y no lo encuentro porque en el mundo
no hay consuelo.