Fue mi profesor en 1980, en primero. Yo acaba de haber pasado mi primer verano loco con amigas, y zas, me enfrentaba a la soledad intimidatoria de que en lugar de ir con mis compas de instituto a la Autónoma, me tocó ir a Complutense.
Tímida y desbordada, me sentaba al final, al fondo, al nivel de la puerta de salida, un montón de filas vacías me separaban de las primeras filas llenas. Aún no sabía que yo era miope, porque andaba muy en mi mundo. Un día Emilio Palacios llegó con un tocadiscos y cuando puso el disco que traía fue tan bello que se me saltaron las lágrimas. En silencio, me caían las lágrimas a mares, imparables. No creí que me pudiera ver de tan lejos, pero cuando él salía, el último, me dijo, «Te invito a un café». !Tan bonito! Lo dijo no como un hombre sino como una persona.
Y hablando creo que se dio cuenta de que yo no era alcohólica, sino despistada. Me preguntó que por qué bebía, y le expliqué que era una conexión con lo que no podía llevarme allí, las amigas, y un hábito temporal por no pensar. De hecho fue el último día que lo hice, porque gracias a él logré fijarme! Al día siguiente dejé la rutina de empezar la mañana con un cubata y así uno a la hora!! Como su clase era a las 12.00… Fueron mis 15 dias alcoholizada. Aparte de los 15 con las amigas.
El disco era Amancio Prada cantando a Juan de la Cruz. Le agradecí mucho el descubrimiento. A veces la belleza te llega plena y te vuelca en el universo. Qué gran libertad.
Soy escritora anónima, como nos pasa mucho a las mujeres, aunque gracias a internet me leen. Supongo que lo llevo dentro, a Palacios. Ese amor, esa pasión, esa ilusión por lo bello, la belleza, un aire de libertad y bien.
Hoy se me ocurrió buscarle para decírselo y bueno. Qué triste no poder. Pero gracias por el post y la oportunidad de contar algo que hizo en clase!
Salud!
Gracias al autor del blog donde encontré la noticia, Miguel A. Lama: http://malama.blogspot.com/2017/09/emilio-palacios.html