Grupo2x2 - 1-4-2004 at 21:58
Las distorsiones de George W. Bush
Por Edward M. Kennedy (Diario de Cadiz)
Hace un año, Estados Unidos inició la guerra contra Irak porque el presidente George Bush y su Administración convencieron al Congreso y al país de
que Sadam Husein era una amenaza inminente que requería una intervención militar para hacerle frente. La nación ha pagado ya un alto precio por esta
decisión.
Las razones de la guerra se basaron en los argumentos clave: que Sadam intentaba adquirir armas nucleares y que tenía vínculos muy cercanos con la red
terrorista de Al Qaeda, responsable de los atentados del 11-S. Ambas afirmaciones se han probado completamente falsas.
Tan sólo podemos especular sobre las verdaderas razones para ir a la guerra. Lo que sí se sabe, sin embargo, es que, en el momento en el que se tomó
la decisión, allá por el verano de 2002, Osama Ben Laden seguía en paradero desconocido, la guerra contra Al Qaeda en Afganistán había entrado en una
fase problemática, nuestra economía sufría una fuerte recesión, la tasa de aprobación del presidente según las encuestas de Gallup había descendido
desde el 90 por ciento tras el 11-S hasta el 63 por ciento, y que el control del Senado y el Congreso estaba en peligro debido a las elecciones que se
celebrarían en noviembre de ese año.
Karl Rove, el consejero político del presidente, dejó claro desde el principio que la guerra contra el terrorismo se podía usar políticamente. En la
reunión del Comité Nacional Republicano del 19 de enero de 2002, indicó: "Podemos llegar al país con este argumento, porque confían en que el
Partido Republicano haga un mejor trabajo en la protección y el refuerzo del poder militar estadounidense y, por lo tanto, en la protección de
América".
La decisión sobre Iraq se tomó en agosto, pero la Administración la anunció
en septiembre. Tal y como lo explicó el jefe de personal de la Casa Blanca, Andrew H. Card Jr. el 7 de septiembre de ese año, "desde un punto de
vista de marketing, no se introduce un nuevo producto en el mercado en el mes de agosto". Para un impacto político mayor, la Administración
insistió en que el Congreso votara para autorizar la guerra antes de las elecciones de noviembre.
El presidente, como principal defensor de la guerra, señaló el 25 de septiembre de 2002 que "no se puede distinguir entre Al Qaeda y Sadam cuando
hablamos de la guerra contra el terrorismo". El 2 de octubre añadió más argumentos: Sadam era "una amenaza de urgencia máxima". El 7 de
octubre enfatizó que "si nos enfrentamos a pruebas claras de peligro, no podemos esperar a tener una prueba final que podría llegar en la forma
de una nube atómica". El 10 de octubre, el Congreso aprobó la resolución bélica por 296 votos a favor contra 133 en contra. El Senado hizo lo
propio por 77 a 23 al día siguiente.
Los republicanos votaron en masa a favor de la guerra; los demócratas se encontraban profundamente divididos. Una nube atómica. Una amenaza de
urgencia máxima. Sin distinciones entre Sadam y Al Qaeda. Éstas eran las razones de la Administración, y ninguna de ellas era cierta. Los republicanos
vencieron en las elecciones de 2002 y consiguieron el control total del Congreso, pero fue una victoria vacía.
Presumiblemente, la Administración sintió que no podría convencer al Congreso para que autorizara la guerra tan sólo con las alegaciones de existencia
de armas químicas y biológicas por parte de Iraq, ya que el arsenal de Sadam había sido contenido con éxito durante años. La jjustificación de la
guerra dependía fuertemente de la exageración de la amenaza nuclear y los vínculos con Al Qaeda. De hecho, la comunidad de Inteligencia había
desestimado en gran medida estos dos argumentos antes del comienzo de la guerra. El director de la CIA, George Tenet, reconoció en un discurso
pronunciado el mes pasado que la agencia había advertido a la Administración antes de la guerra que "Sadam no tenía armas nucleares, y
probablemente no habría sido capaz de fabricarlas hasta 2007 o 2009".
Los vínculos con Al Qaeda eran igualmente dudosos. Antes de la guerra, los servicios de Inteligencia no encontraron rastros de relación cooperativa
alguna entre Sadam y Al Qaeda. Ni siquiera daban mucho crédito a la posibilidad de que, en un intento desesperado, Sadam pudiera haber
compartido sus armas biológicas y químicas con la red terrorista. En febrero de 2003, los investigadores del FBI indicaron que se sentían
desorientados por la insistencia de la Administración de un vínculo sólido.
La verdad era evidente, pero la administración prefirió no verla. América
fue a la guerra de una forma deshonesta, que alienó a aliados clave, dividió y debilitó a la ONU, enfureció a la comunidad internacional, nos hizo más
odiados en el mundo y convirtió a la guerra contra el terrorismo en una contienda más difícil de ganar.
La decisión de elegir entre la guerra y la paz es la más importante que toma un presidente en su mandato. El presidente español, José María Aznar,
pagó un alto precio el domingo 14 de marzo por apoyarnos en el conflicto y por no escuchar a los españoles. Al presidente Bush podría pasarle factura
de la misma forma en noviembre.