Sin - 24-11-2005 at 23:30
Somos un grupo de docentes de todos los niveles educativos que estamos
muy preocupados por el bajo nivel cultural en nuestra sociedad, los altos
índices de fracaso escolar y la proliferación de telebasura.
Para salir de esta situación queremos traspasar los muros de las
escuelas, los institutos y las universidades, llevando la cultura y la educación a
ámbitos en los que hasta la fecha hemos estado ausentes, en los que
nuestra dejadez ha privado a muchos ciudadanos del derecho universal a la cultura.
Como primer paso, queremos llegar a un acuerdo con las autoridades
eclesiásticas para que nos cedan un diez por ciento del tiempo de las
misas con el fin de que profesores especialistas en las distintas disciplinas
puedan llegar más fácilmente a los creyentes mediante breves
intervenciones didácticas.
Estamos estudiando cuál sería el momento idóneo para insertar en las
misas contenidos científicos y culturales, tal vez inmediatamente después de la
consagración o justo antes del padre nuestro.
Está claro que algunos feligreses podrían, con razón, objetar que ellos
no tienen por qué aumentar sus conocimientos ni su cultura, ya que acuden a
misa con el sólo fin de orar y escuchar la palabra de Dios.
Para solucionar este problema, y aunque pudiera parecer
inconstitucional, a la entrada a la Iglesia les haríamos rellenar un formulario para que manifestaran su preferencia por la religión o la cultura.
Una vez identificadas estas personas, podrían abandonar en el momento
adecuado la nave principal de la Iglesia y reunirse en las capillas
laterales, la cripta o el salón parroquial. Con el fin de evitar agravios,
estas personas podrían recibir durante ese rato charlas de carácter no
cultural ni educativo pero muy relacionadas con los contenidos que se
estén impartiendo en ese momento al resto de los fieles desde el altar.
Por ejemplo, los feligreses que no quieran repasar la tabla periódica,
estudiarán los efectos perniciosos de los colorantes alimentarios, los que
no quieran hacer ejercicios de educación física podrán ver un documental
sobre la obesidad, y los que no quieran repasar los verbos irregulares
ingleses podrían estudiar estadísticas sobre la importancia de hablar
idiomas en el mundo moderno.
Los obispos nos han adelantado que no habría problema en computar el
tiempo de cualquiera de estas actividades como tiempo equiparable al
dedicado a escuchar la palabra de Dios, a la oración, a la contemplación,
la penitencia o a la caridad y en ningún caso podrá discriminarse el acceso a
la salvación eterna a los fieles en razón a sus preferencias religiosas o
educativas.
Tampoco han puesto la más mínima objeción a la aparente contradicción
derivada de que el contenido de las misas esté basado en la fe y las
creencias, en contraste con la naturaleza científica y académica de los
contenidos que habitualmente impartimos en las aulas.
En un primer momento, las clases se impartirían sólo durante las misas
obligatorias de los domingos y fiestas de guardar, para más adelante
extenderse a otros actos religiosos de asistencia no obligatoria como
bautizos, bodas, comuniones, funerales, ejercicios espirituales,
ordenaciones sacerdotales e incluso ceremonias de canonización o
beatificación.
Pero, ¿de dónde saldría el dinero para pagar al profesorado que trabaje
los domingos?. Sin duda alguna de los donativos que los fieles depositan
en los cepillos, del porcentaje de impuestos destinados al sostenimiento de
la Iglesia Católica o, en general, de los presupuestos de la Iglesia.
Para garantizar la calidad de las enseñanzas impartidas, nuestra
asociación gestionaría directamente el dinero aportado por la Iglesia y
con él contrataría a profesores de sólida formación pedagógica y científica
que se encargarían de impartir las clases durante las misas.
Naturalmente, dado el carácter eminentemente laico de las clases, no
dudaríamos en despedir fulminantemente a aquellos profesores que no
mantuvieran una coherencia laica entre su vida profesional y personal
haciendo cosas como casarse por la iglesia, acudir a misa semanalmente
participar en cualquier tipo de actos religiosos.
Finalmente, llevaremos nuestras negociaciones hasta el mismo Vaticano,
con cuyas autoridades firmaríamos un Concordato que garantizara la continuidad
de nuestra noble tarea docente en las iglesias durante los años venideros.
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Te parece un disparate? ¿Te parece difícil de conseguir? No es tan
disparatado ni tan difícil. Ahí tenemos el ejemplo de los acuerdos entre
la Iglesia y el Ministerio de Educación en torno a la asignatura de religión
y su alternativa. Al final han conseguido lo que nadie hubiera creído
posible.
Entre tanto, puedes hacer llegar nuestra propuesta educativa a docentes,
padres, alumnos, políticos, sindicalistas, medios de comunicación e
incluso a las autoridades eclesiásticas.
Tal vez así contribuyamos a que se entienda mejor lo que está ocurriendo en relación a la enseñanza de la religión en los centros sostenidos con
dinero público.
Reenviado desde El Foro Social de la Sierra de Guadarrama