Volver a poemario Tu muerte en mis sueños y los animales

A Carmen Reñé

TODOSLOSANTOS

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Adornada la melena con las caracolas de la demencia,
quería unirme a la procesión de los desposeídos, sabes,
porque hoy es el día que condensa noviembre y la muerte de las avispas,
cuando nuestro magma alcanza la cúspide, restalla sobre los cielos y perece.

Lo escuché en una película, la imagen de aquel purgatorio:
que no sabía por qué en la arqueta del sótano
había guardado el corazón bajo siete gruesos candados.
Y recordé que en las casas de los pobres
no falta el azúcar de caña para endulzar el aire y el agua,
y que un día al año suben las vísceras a la cabeza,
la íntima sangría del carnaval de los difuntos,
la metáfora del camino proscrito de la frente infantil presa del ritmo carencia.

Quería llevarte flores, dalias exuberantes que destrozaran la solemnidad del día,
decirte que no lloraba, que la cena estaba dispuesta
y la llave sobre el mantel de hilo oriental;
que lo había ordenado todo, aun en invierno,
porque manejaba la arquitectura del mundo como una diosa.
Pero me vino el mar a la cabeza, lo simbólico, lo antiguo,
y me pierdo una vez más entre las cosas raras.

Aunque, sabes, tengo el más dulce de los secretos
en un precioso invernadero, a la espera de mayo,
cuando iré a contarte que di con la venganza más hermosa.