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TRADUCCIONES Y REFLEXIONES

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Volver SI EL INFIERNO EXISTIERA, MI MADRE ME LO HABRÍA DICHO
michelle renyé (2024, mujerpalabra.net)

Citar a mujeres como autoridad es algo muy castigado en la sociedad de los patriarcados de violencia-prevalencia (esos de las naciones-estado coloniales, sus sistemas de supremacismo de género y todos los que lo siguen, su obsesión por apropiar y destruir). Yo tuve la suerte de aprenderlo de pequeña. Digo “la suerte” porque aunque seguiría muchos años hasta dar con un lenguaje para pensarlo (ese lenguaje que construimos para transformar lo feo y nos regalan los movimientos sociales), es decir, aunque no podía comprenderlo con palabras, que mi sociedad era misógina desde hacía siglos y tan campante, sí me ubicó en Territorio Yo no soy así, un territorio que te lleva de la forma que sea a abrirte espacio y con ello disentir.

Como he contado mucho, a los 10 años viajé a Australia con la misión de aprender inglés para hablarlo como una nativa. Mi madre era una visionaria. Me recibió una conocida que me tendría a cargo un año. Era creyente y me envió a un colegio religioso, lo que para mí fue una nueva experiencia, llena de aventuras increíbles. En misa, fascinada por las historias que contaba el cura, a veces tenía dudas, y levantaba la mano para preguntar. Se montaba un gran revuelo: la lógica y empatía natural infantil humana es muy convincente, bueno, peligrosa, desde la perspectiva de una sociedad obediente. A la tercera vez, como en los cuentos, me enviaron a un curso para prepararme para la confirmación. Era una tapadera porque en realidad tenía la misión de sacarme el demonio de la cabeza. Recuerdo las estampitas de bebés en llamas en el purgatorio, y que a mi vuelta a España (brevemente) fui a misa voluntariamente, convencida (brevemente también) de que era mala pero que por eso mismo podría aspirar a ser nada menos que santa. Recuerdo que en mi autodefensa instintiva, por darme cuenta de alguna manera del grave peligro que corría, frente a las imágenes que pintaba el cura sobre las torturas que padecería si no cambiaba, le respondí, aparentado aplomo: “Si el infierno existiera, mi madre me lo habría dicho”. No sé si podréis imaginar cómo creció la leyenda de mi maldad endemoniada, yo, que no era ni una “niña mala”. Salí de todo aquello ilesa, y sabia, aunque aún no lo sabía conscientemente. Lo que sí sabía es que tenía mucho que aprender, respecto a conocer el Territorio Hostil, sus peligros, y para poder sobrevivir en él como la pizca humana que era, al parecer, “diferente” de la mayoría. Como yo sabía que no tenía malas intenciones de nada, ser “diferente” no me pesaba ni miajita. Ni con halagos ni con criminalización han tenido mucho éxito conmigo en ese respecto. La realidad social y estructural de mi sociedad no iba a suponerme tener que cambiar quién era (aunque no lo supiera ni lo sepa). Aunque obviamente, sí me ha obligado a hacer cosas que no quería hacer, como tener que ganarme la vida para no acabar en la calle, que ya sé por experiencia que eso puede pasar. La fuerza la he sacado de buscar y saber de la existencia de un montón de gente como yo, “diferente”, fueran pueblos o personas. ¡La pandilla que no deja que la Cultura aplaste lo mejores rasgos humanos, y que si tuviera credibilidad y coordinara el cotarro de las sociedades nos evitaría la autodestrucción! Es bonito hablar con visión desde la alegría.

Me he tirado una ya algo larga vida aprendiendo, y sin querer, siendo fiel a mí misma. Digo “sin querer” porque nunca me he dado mucha importancia. Escribir desde una misma no es egocentrismo, sino fidelidad a usar fuentes directas. Si acaso (hasta llegar al feminismo a mis veintitantos en el extranjero), si me prestaba atención era más bien para odiarme, algo que hice en algún grado porque así enseña la sociedad, pero ¡hay tanto que vivir! No es que me quitara mucho tiempo. Soy exploradora nata, y lo mío es aprender, viajar por la vida para conocer y crear y establecer conexiones asombrosas, de esas que te hacen reír. Gracias a aprendizajes de la infancia, por ser quien soy y por tener la madre que tuve, algo que ha sido consistente en mi vida es eso que Nathaniel Hawthorne escribió en The Scarlett Letter (una novela feminista escrita por un hombre, algo raro no porque no sean hombres los que se han tirado siglos escribiéndose como mujeres, sino porque este hombre era capaz de escribir de otras personas viendo que eran personas, aunque fueran “mujeres”): Be true to yourself. Séte fiel. Sé fiel a quién eres. Aunque no lo sepas ni te importe. Os aseguro que incluso así, que aun aprendiendo y teniendo mucho que aprender, en mi experiencia al menos, hay una esencia identitaria que ningún sistema de opresión simple o complejo puede aplastar. Gracias a eso, la deshumanización que nos imponen y construimos como mayorías bien socializadas en las culturas patriarcales de violencia-prevalencia no ha logrado cambiar la naturaleza humana, que es fundamentalmente empática, imaginativa, alegre y de amor a la comunidad. ¿Por qué las personas que padecen necesidades extremas no pierden la capacidad humana de reír y jugar como si tal cosa?

La cuestión. A día de hoy citar a las mujeres como fuentes de conocimiento, como fuentes a las que atender, de las que aprender sigue siendo poco común y “conflictivo”. De hecho, si buscas en internet “citas de mujeres” te salen cosas de prostitución misógina. Pero yo sigo a mi bola, haciendo lo que me parece mejor o menos malo, siguiendo mi intuición y criterio, en mi no-buscada coherencia identitaria, y mientras no encuentro algo que me muestre que estoy en un error y hay que aprender o rectificar algo. Porque de hecho el infierno no existe, y sin lugar a dudas si hubiera existido mi madre me lo habría avisado. Como mi madre no iba a estar negando lo que no existía, lo que sí me mostró con su vida y su relación conmigo, de alguna manera, fue algo más real: que contra un mundo brutal, podíamos abrir espacios asombrosos y maravillosos, para vivir y disfrutar. Alice Walker lo meditó en In Search of Our Mothers’ Gardens pensando en sus ancestras esclavizadas por personas blancas, y violadas por hombres blancos, mujeres que podrían haber sido pensadoras o artistas y que tenían que encontrar espacio para eso en una realidad material de extremada hostilidad. Nos habló de una ancestra que antes de empezar el día como mujer esclavizada se levantaba para crear y mantener un pequeño jardín de flores. Eso es valor, visión, insumisión, rebeldía… desde el amor, el modelo a seguir. Por eso no pasamos a la historia y la mayoría se niega siquiera a nombrarnos. No existimos. Pero sí existimos, y no todas las personas aceptamos la ceguera o la confusión radical. Es más sencillo ver lo que está ahí, que el Emperador está desnudo, y quizá aquí y ahora no hay masas que te arrastren de los pelos a la hoguera por decirlo.

 

 
 

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