Parlamento de mujeres
Parlamento de mujeres por la Diversidad y contra toda forma de Discriminación
He asistido a la reunión del Parlamento de mujeres por la Diversidad y contra toda forma de Discriminación, realizado en el Salón Azul del Congreso de
la Nación el 6 de marzo de 2008.
El desarrollo de la reunión, tuvo un elemento común como factor fundamental: la diversidad es esencial para la emancipación política.
Expresaron que se presenta un escenario histórico con representación de la mujer en el legislativo de la Nación y una presidenta en ejercicio que
potenciaría lo que se proponga.
Se resaltó que existen en ejercicio de su función juezas, senadoras, legisladoras, etc. como resultado del aporte de las mujeres.
El salón azul del Congreso de la Nación fue el espacio donde se plantearon las exigencias de las mujeres en su representación heterogénea y diversa.
Activas y participativas como adultas mayores; trabajadoras sexuales; afectadas por sobrepeso; discapacitadas; indígenas; musulmanas; judías;
afrodescendientes; deportistas; lesbianas; niñas afirmaban su reflexión, como presidenta del INADI, en el sentido que: “Hace tiempo que venimos
consiguiendo espacio en los lugares de decisión, el objetivo es que esta diversidad algún día sea gobierno”,
Desde las representantes de las afroargentinas, que deben soportar los calificativos de negras, como formas peyorativas de servidumbre y desprecio a
su cultura milenaria; los estereotipos sexistas y racistas; mujeres aborígenes que sufren triple discriminación apartadas de la sociedad por ser
mujer, aborigen y pobre a quienes se las culpa por la desnutrición de sus hijos, por no conseguir trabajo, culpables hasta de sentir dolor en el
parto; sin programas de salud sexual y reproductiva para las mujeres; sin guarderías en los centros de salud, donde las madres más pobres tienen que
llevar a sus chicos cada vez que quieren atenderse; discapacitadas sometidas a una múltiple discriminación, abusadas, desempleadas, maltratadas y
pobres excluidas en las escuelas comunes segregadas desde la niñez; jubiladas sin derechos a cobrar una jubilación digna; discriminadas en el deporte
como las árbitros de fútbol que deben entrenar en las plazas publicas o campeona argentina de tiro que no querían darle el titulo por ser mujer;
siniestro padecimiento de lesbianas y bisexuales sin ley de matrimonio homosexual y no despenalizar el aborto; travestís a quienes se les niega la ley
de identidad de género, negando la diversidad sexual; mujeres padeciendo vivir con VIH sin poder acceder a los esenciales medicamentos, evidenciaría
la imposibilidad de reconciliarse con la civilización del varón que ha conformado una sociedad agresora que jamás ha considerado arrepentirse de lo
que a hecho con la mujer a través de los siglos, con una Cultura que promueve imágenes femeninas de burla, humillación, miseria humana. Institución
patriarcal que arriba a un 8 de marzo con pretensión de progresista y discursos misóginos que no abandonan su perversa obsesión falica ni la intención
de movilizar tropas para sus guerras. Sancionan leyes que eluden considerar la Violencia Contra las Mujeres con una miserable asignación de recursos
que condena a las mujeres a ser asesinadas no obstante el alto número de denuncias. A las mujeres que denuncian ser victimas de violencia se las
presume embusteras, abusadoras, bordeline. La difusión novelera televisiva presenta a las mujeres con trastornos de personalidad y pareciera la fuente
de los conocimientos de género de las autoridades de las áreas de Salud y Justicia. Una sociedad sin ética que avala el crimen contra la Mujer y el
Feminicidio.
"Lo femenino o feminista es la pista"... atento que "feminidad" ha sido para la mujer demarcación, límite y calvario. En éste tema de la dominación,
deberíamos apreciar que no es ajustarse a la realidad, el negar que desde hace miles de años el varón ha sometido a la mujer y la considera, aún en la
actualidad, como una mercancía. La diferenciación de los géneros es estrictamente cultural. Justamente la civilización del varón amaestra, enajena y
doma. La historia del mundo decanta en el presente con una imposición falica de sometimiento, donde la mujer es propiedad del varón. La irresoluble
perversión no sublimada y la ambigüedad sexual del varón que posee la decisión final en éste esquema, donde el macho sigue siendo la ley. El cambio
está en la educación, pero se nos presenta el hecho de que la misma está inserta en el desarrollo de cada civilización y ahí entramos en la “cultura”.
“Cultura” se interpreta desde el sacrificio humano para satisfacer a los “dioses”, la patria potestad que permitía al “varón” hasta matar a un hijo,
cercenar el clítoris de las niñas (como se practica aún en numerosos lugares del planeta) y así recorreríamos este trazado “cultural” con otros
ejemplos. Es el hecho del poder. Ahí se presenta el “asunto”, como tener el poder para educar y que “los varones cambien la cabeza”. “Sin eso nada
sirve”. No es pretender el matriarcado, sino una genuina igualdad pero no con las pautas que impuso el varón. Quienes fueron educados y formados para
ser represores presentan un problema insalvable, y ahí es donde deberíamos plantearnos, sin ocultarnos, las consecuencias de proseguir sin cambiar las
pautas culturales. Si la mujer no interviene activamente en éste momento histórico, no tendremos futuro. El varón seguirá siendo un represor. El
“varón” represor no permitió desde el principio de la historia la participación de la mujer. La mujer ha sido y es un objeto y una mercancía para el
varón. Desde el jeque hasta el “varón” más indigente de una favela o villa miseria el comportamiento es idéntico en la utilización del “poder”; sin
considerar a la mujer como persona. Es un hecho “cultural”. Los perversos con poder, desde un emirato hasta el área de los indigentes, hacen víctimas
a quienes son “atrapados” por las “creencias indiscutibles”. La necesidad de los hombres de controlar a las mujeres ha sido tal, que le ha llevado
desde los tiempos antiguos a privarlas de sus valores más fundamentales. La historia de las mujeres, es decir, de más de la mitad de la humanidad,
apenas aparece reflejada en los libros de texto. Durante siglos ha sido silenciada y tan sólo en algunos casos aparecen personajes femeninos rodeados
de un halo de misterio. La cultura masculina ha tiranizado las relaciones entre géneros imponiendo su autoridad en todos los ámbitos: sociales,
religiosos, políticos y culturales. De ahí que aún hoy día la mujer sufra una constante discriminación que sigue negando la igualdad de derechos con
respecto a los hombres. La tortura de mujeres, tanto en el ámbito doméstico como en el institucional, es una práctica cotidiana. En mi niñez
identificaba “lo femenino” con lo “hogareño”, el pelo blanco, prematura vejez, el baton y el olor a fritura de mis abuelas, que me hacia pensar porque
soportan vivir así al lado de un varón, y cuando lo expresaba recibía una replica (mocoso maleducado. Hoy veladamente piensan que soy un viejo
maleducado)
Seguimos en carrera
Atentamente y un abrazo feminista.
Osvaldo Buscaya
Buenos Aires
Argentina
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