¡Qué buena idea!: copio unos cuentos sacados de esta página... Los han escrito estudiantes de ESO y Bachillerato!

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Todos fueron escritos en un Taller de Literatura

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[Modificado el 11-12-2005 de doodah]

Cuento Antinavidad

¡Por fin! El día más esperado por todos , Navidad , era un día muy nubloso y frío .

Mientras desayunaba miré por la ventana ví un montón de niños jugando y haciendo muñecos de nieve .Me vestí corriendo y salí hacia el supermercado. Nada más llegar cogí mi lista de la compra y miré lo que había que comprar; sólo vi turrones y dulces , así que me dirigí a la sección de turrón y dulces .

Cogí los turrones y me fui a la caja a pagar pero, de repente, entraron cuatro tíos encapuchados y armados, nos pusieron sentados a todos , saquearon todo lo que quisieron y colocaron algo en una caja. Después llamaron a la policía y se dieron a la fuga.

A los seis minutos llegó la policía que rápidamente nos preguntaron lo que había pasado. Después de contárselo dijeron que podíamos ir saliendo del centro pero justo cuando salíamos algo estalló .

Al parecer lo que habían colocado debajo de la caja era una bomba y estaba programada para diez minutos .

Después de pasar casi un mes en el hospital pude salir la explosión me causó muchas heridas pero gracias a las prótesis que me han puesto en las piernas puedo seguir mi vida tranquilamente pero esas navidades tan desgraciadas

Me hicieron cambiar la forma de ver la vida

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LOS YONKIS MAGOS:

Era un día 5 de enero, estaba muy nervioso aguardando la llegada de los Reyes Magos, cuando escribí la carta, por cierto, llevo haciéndola desde el 18 de junio del año pasado, ya que en esa fecha fue mi cumple y tenía que ir pensando poco a poco qué pedirles. En ella les pedía muñecos de Heidi con accesorios y ropa de gala, el juego de Game Boy de Heidi, un estuche de pinturas para ponerme coloretes como Heidi, y también quería al amiguito de Heidi, Pedro, ...y muchas, muchas cosas más.

Por la tarde vi la cabalgata, pero tengo que decir que me defraudó un poco, ya que Baltasar estaba comiendo chicle, masticando con la boca abierta que resaltaba con su maquillaje oscuro-negrito que llevaba por partes desiguales. Melchor, con mucho pelo para su edad y a punto de padecer artrosis, ya que no paraba de saludar con la mano. En cuanto a Gaspar es mi rey preferido pero a este cualquier día le da un arrechucho.

Esa noche me acosté pronto, pero tenía los ojos muy abiertos de los nervios. Cuando vi que ya eran las 3:00 de la madrugada, me levante ya que oía voces y. . . ¿que es lo que me encontré?. Bueno, no quiero ni recordarlo ¡¡¡¡ Eran unos yonkis !!!!!, unos yonkis que se bebían el whisky que dejamos sobre la mesa, que encima, para colmo, ¡era chivas del caro! . Los muy desgra...... no dejaron ni gota, yo que hubiera querido probarlo. Me fui a la cama llorando, pensando que ojalá les diera dolor de estómago, y pensando en ellos, me dormí.

Sobre las 9:30 me levante, tenía toda la almohada húmeda y desperté a mis padres para darles la noticia de esa gentuza que no olvidaré nunca. Cuando iba a decírselo dijo mi padre: vamos al salón para ver si me han traído mi corbata de yves saint laurent, mientras miraba a mi madre. Después ella dijo: sí eso, veamos si a mi me han traído la vaporetta, mirando a mi padre. Yo dije ¡¡ sí !! y a mi a Heidi en tono irónico, ya que sabía que no tendríamos nada de nada.

Y sabéis qué . . . pues que había regalos, que mi padre tenía la corbata, aunque era de las que vendían en el rastrillo, que mi madre en vez de la vaporetta tenía la termomix, ya que no sabía cocinar y así aprendería un poco y yo tenía a Heidi con su ropa de gala, pero no tenía pintura de coloretes, que me harían parecer una “Drack Queen”, ni tampoco a Pedro, ya que para mis padres el tema del sexo es tabú.

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Día 22 de Diciembre de 2.003:

Ultimo día de colegio.

Primer punto del día de una mente asesina.

Se levanta a las 6:00 horas. Temprano. Es necesario ponerse en forma antes de planear un <<accidente>>. Sale por la puerta de su casa un hombre vestido con chándal, ¿quien es? ¿Cómo se llama?, son las preguntas que primero quiero contestar. A las 7:00 horas vuelve después de haber corrido alrededor de dos manzanas durante una hora. Le sigo los pasos. Pulsa con el dedo índice el botón que acciona el contestador. <<Contestador de Juan García ha sido accionado>>. La primera pregunta y la segunda, un pleno. <<Tiene un mensaje nuevo, si desea escucharlo pulse el 1>>. Ahora el dedo central es el que acciona ese modo. <<Juan esta tarde, a las 18:00 horas, donde ya sabes>>. Sitio escondido donde se citan, segunda tarea, averiguar donde se encuentra. <<Si desea borrarlo pulse la tecla que corresponde con el numero 3>>, <<Mensaje borrado>>. Mientras todo esto sucedía, el sujeto se bebía complacido un zumo de naranja de la marca Don Simón. Mientras tanto se estaba preparando unas tostadas y un café, solo, con dos terrones de azúcar. Se tomó el desayuno muy despacio, no tenia prisa. Había quedado a las 18:00 horas con sus amigos asesinos. Encendió la tele. Cambió exactamente dos veces de canal. La dejo en Telemadrid. Estaban poniendo un debate sobre política. Por lo visto, le encantaba la política. Y así, fueron pasando las horas mientras ante la pantalla de su televisión roja de Coca Cola. Llegaron las 17:30 horas. Salió de su casa y se dirigió despacio hacia un almacén cercano. El siempre llevaba consigo un ordenador portátil de ultima tecnología; era para el como un diario donde apuntaba todo. Llegó a una puerta verde metalizada. Al entrar, se sentó en una mesa y abrió su ordenador. Empezó a iniciar el programa. Llegó entonces un hombre joven y robusto. Se llamaba Raúl Fernández y era la cabeza pensante del asunto. Se sentó en la silla que había enfrente de la de Juan. Cuando empezó a hablar, Juan ya había comenzado a escribir todo y puso así: Mañana día 24 será el gran golpe. A las 24:00 horas todos los supermercados cerrarán y todos los Papas Noeles saldrán. Pero no todos nos interesan pues hay uno que me interesa en particular. Saldrá del Alcalá Norte a esa hora. Puntualmente, tú le esperarás allí y, de un tiro en la cabeza, terminarás con él.

- Pero, ¿por qué?

- La razón no te incumbe, pero digamos que fue un amigo muy especial.

Todas las calles estaban iluminadas, había un montón de coches en las carreteras, villancicos, gente disfrazada con el gorro y la barba blanca de Papá Noel; todo era alegría.

Pasaban las horas y cada vez había menos gente en las calles, pues las 24:00 horas llegaban y los niños se iban a la cama a esa hora.

Y Juan esperaba pistola en mano, agazapado detrás de un arbusto pequeño que habían plantado. La hora esperada llegó. El reloj de Juan le avisó y sacando la pistola por encima del arbusto, disparó.

O eso creyó él pues alguien le cogió por detrás y le tiro al suelo. Era un policía disfrazado de Papá Noel

- Has intentado matar a un sargento de la policía. Quedas detenido.

- Pero, no puede ser, yo, dispare al tipo que salía del centro comercial y me cogió por detrás.

- ¿Qué tipo del centro comercial? Nadie ha salido desde hace una hora, como no había gente salieron a las 23:00 horas

- Entonces.

Y se oyó algo como un ruido de campanas.

En ese momento, nos desmayamos ambos.

Ultimas informaciones.

Alguien intenta matar a Papá Noel.

¿Alguien? Juan

Exacto. Seguimos contando contigo

¿Todavía lo dudas?

Y la pantalla se volvió negra entonces.

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HISTORIA ANTINAVIDEÑA

El frío penetraba mi cuerpo, estaba cansada, tenía hambre e intentaba dormir. Pero no podía dormir porque el continuo paso de la gente por en frente de mí me impedía descansar. Así que empecé a observar a las personas. Todas corrían, todos tenían prisa, en sus manos llevaban miles de bolsas y deduje que, en su interior, llevarían regalos, como era lógico por estas fechas. Yo no había tenido unas navidades decentes desde los quince años, a partir de entonces mi vida fue de mal en peor. Mi padre murió y mi madre se mataba a trabajar para sacarnos adelante a mí y a mis hermanos. Entonces ella murió, y yo y mis hermanos fuimos llevaos a distintos centros de menores. A los dieciocho años salí de ahí, pero no tenía estudios, ni dinero ni nada, diez años más tarde me encontraba tirada en la calle. Sentí un golpe en el costado. Miré y vi a un señor, el cual me dijo: “Apártate, estás impidiendo que pasemos por la calle. Habría que acabar con todos los vagabundos, limpiar las calles de la suciedad que sois vosotros”. Iba a contestarle, pero no me salía la voz, así que le miré con rabia.

Hoy es 31 de Diciembre, y éstas sin dudad han sido mis peores vacaciones, me he enterado de que mis hermanos han muerto en los centros. Pienso en lo que me dijo aquel señor, limpiar la suciedad. Empezaré por limpiarme a mí.

Se encuentra una chica en la calle muerta… la policía cree que se suicidó. Y ahora vamos con las noticias más alegres en este comienzo de año.

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HABLANDO CON LOS REYES MAGOS

Al fin iba a ver a Los Reyes Magos. Habían venido de Oriente y habían hecho una parada en El Corte Inglés, supongo que sería para llevarse los regalos, aunque mi mamá dice que son muy caros allí, quizás les convendría comprarlos en otro sitio.

La cola de los niños que había delante de mí iba desapareciendo, y al final, con ayuda de un paje (que simplemente es un señor que hace bulto) me subí en sus rodillas. Me tocó el señor de la barba blanca, y tenía que decirle lo que quería que me llevase el día 6, pero como supuse que la carta que había mandado les llegaría me entretuve en hacerle algunas preguntas:



Yo: Hola, señor

Señor de la barba blanca: ¡Hola niño! ¿Cómo te llamas?

Yo: ¿Yo? Francisco Jiménez Martín Muñoz López, tengo 6 años y medio y voy al colegio, ¿y usted?

S.B.B.: Yo me llamo Melchor, hijo, y si te portas bien te llevaré regalos.

Yo: ¿Y cuál es su apellido? ¿Cuántos años tiene?

Melchor: Verás niño, con que me llames Melchor me vale, y tengo muchos años.

Yo: ¿Cuántos? ¿Más que mi abuelito?

M: Sí, hijo, sí

Yo: ¿Y más que mi bisabuelito?

M: Sí, niño, también

Yo: ¿Y más que mi tatarabuelito?

M: Que sí, niño, que sí

Yo: ¿Y más que…

M: ¡Que sí!

Yo: ¿Entonces por qué ni le faltan los dientes, ni va en silla de ruedas, ni está muerto?

M: Porque como todo lo que me enseñó mi mamá, no tengo vicios y me porto muy bien

Yo: Pero entonces, si yo hago eso, ¿viviré tanto?

M: Quizá si, quizá no

Yo: ¿Por qué no se lo dice a nadie y deja que la gente se muera?

M: Bueno, niño, ¿no vas a decirme los regalos que quieres?

Yo: ¡Qué va!, si ya he mandado la carta, porque he aprendido a escribir, ¿sabe?

M: Qué bien, hijo, ¿entonces querrás un estuche con rotus?

Yo: Aaaaaah, quizás sí, quizás no, tendrá que leerse la carta… ¿aprendió ya a leer?

M: Sí, hace mucho tiempo

Yo: ¿Hace cuánto? ¿Antes que mi abuelito?

M: Sí

Yo: ¿Y antes que mi bisabuelito?

M: Sí, sí y sí

Yo: ¿Y antes se hablaba como ahora?

M: No, pero sé hablar todas las lenguas que existen y de todas las formas para entender todas las cartas que nos llegan de todo el mundo

Yo: ¿Y si como lo que me dice mi mamá, no tengo vicios y me porto bien también aprenderé todas las lenguas?

M: Sólo si estudias mucho

Yo: ¿Y dónde estudió usted?

M: En un colegio hace mucho tiempo, porque ir al colegio es necesario para que cuando seas mayor sepas muchas cosas

Yo: ¿Y así podré ir a la tele a ganar dinero respondiendo preguntas raras como por qué Los Reyes Magos llevan regalos a todos los niños aunque no se llamen Jesús?

M: Verás, niño, ya se ha pasado tu tiempo, ¿te vas?

Yo: No

M: ¿Y si te doy 1€?

Yo: No

M: ¿2€?

Yo: Tampoco

M: ¿Cuánto quieres?

Yo: 10€

M: Hala, toma niño, y el año que vienes no vengas porque… cambiamos a otro sitio que nos hacen descuento, ¿eh?

Yo: Ya veremos…

Y así terminó mi visita a Los Reyes Magos, pero me dejaron sin aclararme nada, y eso que me tocó el más viejo, que sabría más, que si no… Pero bueno, me gané 10€ y las chuches me supieron muy ricas.

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Cuento antinavideño

¡Aloja!, soy Cayetana, y estoy en el manicomio porque estoy de atar con 7 camisas de fuerza. Quizás es que me falte medio cerebro, o tal vez no, pero lo cierto es que tengo una mente terriblemente retorcida, y no me interesáis excepto el día 6 de enero. El resto del año... por mi como si vivís en el cubo de la basura. Por cierto, no deberíais olvidaros de poner los papeles en regla, no sea que debido a la nueva ley de la extranjería no podáis traerme los regalos y....

Hablando de todo un poco. Baltasar, ¿eres africano o dominicano? No sé, es una duda que tengo desde hace tiempo, y como el otro día me sentí atraída por ti. (y me gustan los dominicanos) pues... por eso lo pregunto. Me pregunto esto y os digo, de paso, que sois unos falsos, pues en la cabalgata de reyes no sois los de verdad, sino unos simples dobles. Me puse a llorar el día que mi papá me lo dijo, y desde entonces os odio os odio y os odio, y sólo servís para una cosa: para

llevar mis regalos. Y ahí vamos. Quiero regalos muy raros y poco típicos para una chica de 15 años; son regalos que mis amados padres no me dejarían pedir si estuvieran aquí, pero como no están, pues a vivir la vida. Los regalos son: una navaja de 17 cm, un muñeco de hacer vudú para mis tareas estudiantiles, y una pistola para cazar aves al vuelo. Traédmelos o de lo contrario deseareis no haber seguido al Cometa Haxley, y yo me pasaré a la competencia de Papá Noel

Ah, si os preguntáis cómo es posible que haya escrito la carta es porque me la ha escrito una adorable enfermera del manicomio a la que tengo amenazada.

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CARTA A LOS REYES MAGOS

Aquellos días eran los peores del año – Pensaban -. Había mucho trabajo, ya que las primeras cartas comenzaban a llegar para el día 20.

Muñecas de moda, coches, juegos de mesa...

El género casi siempre era el mismo con la única diferencia de que cada año aumentaba increíblemente el coste.

Baltasar revisaba un montón de cartas. Menos mal que está disminuyendo la natalidad, porque con lo caprichosos que son estos críos...

De pronto encontró una epístola sin remitente. Sobre el papel, reciclado, letras borrosas...

La abrió cuidadosamente, para no dañarla.



Queridos Reyes Magos:

Este año no ha sido el mejor para mí. Esta primavera, unos señores de uniforme ocuparon nuestro país. Conducían unos coches muy raros. Al principio sólo estaban allí, y todos nos preguntábamos por qué. Siempre creí que papá lo sabía, pero nunca decía nada, y algunas noches oía a mi madre llorar silenciosamente en su cuarto.

Sin embargo, un día se empezaron a escuchar sirenas y bolas de fuego comenzaron a caer del cielo sin cesar. Tenía miedo, y al salir de la escuela corrí hacia casa.

Cuando llegué mi madre lloraba, pero esta vez sus llantos no se quedaban en su habitación e inundaban toda la casa. Papá había muerto; había sido alcanzado por una de aquellas bolas de fuego que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso.

Desde aquel momento en mi interior vive un sentimiento que me devora día a día, y palabras como VENGANZA o JUSTICIA suenan en mis doloridos oídos. Suenan más fuerte que las sirenas, más fuerte que las explosiones.

No quiero sentirlo, sólo quiero conseguir paz y que todo vuelva a ser como antes. Quiero ver a mi padre cuando vuelva de la escuela; quiero jugar con él al fútbol; quiero que me aconseje cuando me enamore...

Pero nada será así porque mi padre no va a volver nunca, porque mi padre ha muerto por la ambición de los ricos.

Así que, señores Reyes Magos, yo sólo les pido que todo el dolor, el horror, el miedo o la impotencia que sentí o que aún estoy sintiendo, sea lo único que experimenten aquellos que denominaron a esta guerra como justa y necesaria.

Con cariño y quién sabe si hasta el año que viene.

Amed.



Baltasar echaba la carta al fuego mientras miraba a Gaspar.

- ¿Qué, otro que pide cosas imposibles?

- Sí. ¡Qué críos más caprichosos!

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LOS REYES MAGOS SE JUBILAN

La verdad es que hacía frío cuando recibieron la carta. ¡Coño, era Navidad!, y esa carta era para los famosos Reyes Magos. Detrás de esa no había una carta más, sino millones de ellas, por todos los lados, el palacio rebosaba de papel lleno de sueños infantiles e ilusiones; todo era tan bonito... Pero ya nunca volvería a ser como siempre. No, no. Este año las Navidades iban a ser muy distintas, pues este año esos buenos y generosos reyes habían decidido tomarse, por fin, la jubilación.



- Estos niños se pensarán que vamos a estar toda la vida llevándoles los regalos.

- Sí, claro. Londres, París, Moscú... El año pasado cogí tal catarro al pasar el Ecuador y llegar a Noruega, que creo que aún me dura.

- Y encima, ¿quién nos lo agradece?

- Hombre, te dejan algo que beber.

- Ya, pero ¿no nos dicen que cuando bebas no conduzcas?

- Qué trabaje Papá Noel...

- Si ya casi no cabe en el trineo.

- Ja ja já.



Toda esta conversación se desarrollaba mientras hacían las maletas e, incluso, se sentaba encima para poder cerrarlas.



- Al fin unas vacaciones de por vida. Podremos disfrutar de nuestra libertad...

- Sí, pero, por favor, que no se le ocurra a nadie llevarse a los niños de vacaciones.

- Y podremos hacer surf mientras tomamos el sol.

- ¡Oye, Melchos, que no se te olvide el protector!

- Uf, gracias que me lo has recordado.

- Bueno, ¿todo listo?

- Sí, me parece que sí.

- Espera, lee de nuevo los billetes.

- Vuelo JCC con destino a las Bermudas. Tres asientos en primera clase. Salimos a las siete.

- ¿Y qué hora es?

- ¡Las seis! O nos damos prisa o no llegamos.

- Por cierto, ¿tú crees que los aviones esos morderán?

- No, hombre, no, los tendrán amaestrados, como nosotros a los camellos. Supongo.



Y así sucedió. Los Reyes Magos tuvieron su jubilación después de más de veinte siglos, y esos niños egoístas de todo el mundo se quedarán sin regalos...



¡FELIZ ANTINAVIDAD!

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NAVIDAD EN MANHATTAN

Odiaba el jodido despertador. Odiaba cada segundo de su corta vida, y sobre todo cuando sonaba. El padre, la madre y toda la familia del despertador temblaban cuando éste sonaba. Todavía no se acostumbraban a mis “halagos” matutinos.

Abrí las cortinas y las puertas del balconcillo y salí, todavía en calzoncillos y camiseta de ayer, a tomar el fresco de la mañana. Encendí un cigarrillo y empecé a fumar. Estaba nevado de lo lindo. Faltaban todavía dos o tres días para Navidad. Aún así, ya se veían muchos “papanoeles” por la calle, tocando la campanita y regalando caramelos a los niños. Entonces los niños les besaban, cogían los caramelos y se iban con sus padres.

¡Qué bonito! Es que, en el fondo, yo todavía me sentía un niño. Cuando veía todos los adornos colocados en los centros comerciales, las tiendas de juguetes repletos y cualquier cosa que estuviera relacionada con la Navidad, “ me subía” el feeling” y me contentaba por todo. Hasta yo tenía una taza de papá Noel. Cuando tomaba mi café en ella, se me arreglaba el día y, sobre todo, olvidaba a mi despertador. Además, Yo tenía esto de la Navidad muy cercano, pues trabajaba en una agencia de viajes en un centro comercial de Manhattan, y en estos tiempos, caía sobre mi una magia navideña. Ya vestido, aseado y mentalizado, como todos los días, me monté en el autobús para ir a mi oficina. No tenía coche. Llegué. Las puertas se abrían y se cerraban por arte de magia. Me subí en las escaleras mecánicas y aguardé hasta el final quieto. Luego pegué un saltito para no caerme y entré en la agencia.

- ¡Hola, Lucy! ¿Qué tal vamos hoy?- Lucy era una mujer de “treinta y tantos”, que trabajaba conmigo y me ayudaba.

- Muy ocupados, señorito de la felicidad. ¿Y tú, chaval?

- Oh, bien. He tenido la misma movida de siempre con mi colega del alma, el despertador, y me he venido para acá.

Así solían empezar mis días de trabajo. Después, frente al escaparate, me ponía con el ordenador y con los cascos a preparar viajes. El ordenador y su amiguita la impresora eran también mis colegas. A veces, hasta conseguían ponerme de los nervios y me liaba a patadas y golpes con ellos. Empezaban a temblarme las manos cuando en la pantalla del ordenador salía la ventanita de la impresora y decía que se había atascado cuando no tenía papel, que no había tinta en el cartucho cuando éste estaba lleno, etc. Entonces, para relajarme, Lucy me mandaba a la otra punta del centro comercial a repartir panfletitos de la agencia. Pero en Navidad, estas cosas no pasaban.

Eran ya las doce, y el estómago me rugía como el motor de un coche. Lucy siempre me decía que parecía un león hambriento, y me coqueteaba con su abrir y cerrar de ojos. Cogí mi abrigo y mi maletín y bajé al restaurante de la esquine. Me comí un sandwich y una ensalada. Pagué y me fui andando a casa. Por el camino empezó a sonar el móvil. Me había sacado la cancioncita de un programa en mis vacaciones en España. Suspiré y apreté con fuerza el botón de descolgar.

- Hola chaval. Acaba de venir nuestro jefe- Era Lucy-

-

El cabrón de mi jefe no nos había dado el día de Navidad como vacaciones. Tendríamos que ir como todos los días al centro de nuestra monotonía. ¿Qué sería del dulce paseo de Navidad? ¿Y de la comida con mis padres y hermanos en Detroit? Ese tío me acababa de fastidiar las Navidades. Pero de nada servía protestar; o hacías lo que te decían o de patitas a la calle. Así que, tres días más tarde, volvió a sonar mi colega el despertador a las siete de la mañana. Aunque hoy era Navidad, ni siquiera un mínimo sentimiento navideño me había invadido. Como todos mis aburridos días, me tomé un café, y, vestido y preparado, aunque sin mentalizar, fui a trabajar. Como siempre, el centro comercial bullía, y todo el mundo, mayores, niños, adultos, jóvenes, trabajadores, etc...., iban contentos, con una amplia sonrisa en la boca. Yo, no. Yo, no. Yo, no. ¿Porqué yo no? Sorprendentemente la luz de la tienda estaba apagada, y la puerta cerrada. ¡Qué raro! Busqué la llave correcta en mi bolsillo. Apenas sabía cual era, pues Lucy siempre llegaba antes. Empecé a darle vueltas en la cabeza. Lucy podría haberme gastado una broma macabra, pero no, nunca haría eso. Quizás una sorpresa, pero hoy las puertas de mi mente estaban cerradas a cualquier sentimiento, excepto el enfado.

Pero al cabo del rato, distinguí a lo lejos una figura alta, delgada y exuberantemente hortera. Parecía una ¨Barbie “ vapuleada. Era Lucy. Entró por la puerta y me saludó. Ciertamente parecía un zombi. Tenía unas ojeras que le caían hasta los pies, el pelo rubio de bote alborotado y una resaca alucinante.

- No sé tú, chaval, pero yo lo mato- dijo desplomándose ene el sillón de espera.

- ¿Dónde has estado? Parece que no has dormido mucho –dije- ¿Quieres que te haga una café?

- Estuve divirtiéndome- dijo bostezando y masajeándose las sienes- con mis amigos en la playa. Nos lo pasamos bien. Pero no para ir hoy a trabajar. No he dormido nada.

- ¿Te traigo el café?

- No, gracias chaval.



Y volví a la rutina habitual. Pero entró un virus a los ordenadores. Entonces, me puse a despotricar contra el ordenador, el virus, y el asqueroso que había hecho el virus. Automáticamente, Lucy me dio unos panfletos y me envió al otro lado del centro comercial.

Hoy era un buen día para repartir panfletos, pero di unas cuantas vueltas al centro. Entonces me choqué con una papá noel mal vestido y muy moreno. Pronunció unas palabras que no pude entender, como si quisiera insultarme. Fue entonces cuando me di cuenta de que iba sin saco, un elemento principal, a mi juicio, de papá noel. Y a la vuelta de la esquina me lo entré. Pero lo dejé allí, y fui al enorme agujero por el que se veía el piso de abajo. Miré por él apoyándome en la barandilla de hierro. Abajo había una gran mesa de cristal donde se exponían jarros y tazas de cerámica. Bajaría a comprarme una.

Pero, en ese instante, muy rápidamente algo estalló detrás de mí, rompiendo la barandilla y todo su alrededor, en una explosión enorme que me despidió al agujero. Mientras caía como un muñeco de trapo y sin poder gritar, me acordé del saco de aquel extraño papá noel. Después, mi espalda golpeó con algo duro, que se rompió en mil pedazos y que se me clavaron dentro de las piernas. Entonces, mi mente se inundó de una neblina roja y dejé de sentir.





Pi, pi, pi, pi, pi....



No sé que había pasado... Ahora una gran luz blanca acompañada de pitidos me cegaba. Algo verde me tocaba y metía las manos en mi cuerpo.

Aquel día, después de estar en el quirófano, me desperté en la habitación de un hospital en Manhattan. Una voz muy conocida me susurraba. Era mi madre. La estaba viendo. Pero no podía mover mi cuerpo.

Días más tarde. Supe que un atentado en un céntrico centro comercial en Manhattan me había arrastrado al frío metal de una silla de ruedas. No me acordaba de ello, pero si tenía una sola imagen grabada en mi mente. Un papá noel árabe. Y pasé toda mi vida sin poder moverme, celebrando las Navidades en mi silla de ruedas. Con mis padres y mis hermanos en una casa de Detroit.

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Lo flipo...