Los impuestos y la gente y las elecciones
El País
22-2-2004
DEBATE
Impuestos y elecciones generales
Lo importante es financiar los bienes públicos
LUIS DE SEBASTIÁN
Ahora que la proximidad de las elecciones ha colocado la discusión sobre el sistema fiscal a la orden del día, los partidos políticos debieran
reflexionar a fondo qué es lo que más les interesa a la mayoría de los ciudadanos.La inclinación básica y natural de todos los ciudadanos con respecto
a los impuestos es no pagarlos. Pagar impuestos no sólo molesta a los empresarios y a los ricos, sino también a cualquiera que tenga que dar una parte
de sus ingresos y ganancias a las autoridades. Todo el mundo debiera tener conciencia de esta simple verdad. Porque a veces se da a entender que las
clases medias, por ignorancia o por necesidad, pagan sus impuestos con alegría y prontitud. Los pagan, en primer lugar, porque no tienen más remedio,
sobre todo si se los descuentan de la nómina. Habría que ver qué harían los asalariados si tuvieran la oportunidad de defraudar a Hacienda. Muchos,
sin duda, no pagarían los impuestos, como se ha visto cuando de asalariados pasan a independientes. De éstos se alimenta una "economía
sumergida" muy grande, cuya dimensión se calcula entre el 17% y el 20 % del PIB. La gente paga, en segundo lugar, porque la Agencia Tributaria
está alerta y vigila. Y vigila mejor a las rentas pequeñas, porque le es más fácil, ya que la declaración es relativamente sencilla y la economía que
trasluce se presta menos a ocultar ingresos declarables. La Agencia es menos efectiva con las economías familiares grandes y complejas (como ha
denunciado un colectivo de inspectores), aunque no sea más que por el trabajo que dan, y el miedo de los funcionarios a equivocarse, o a caer en
litigios interminables, o enfrentarse con los más poderosos.Pero la gente, además de no tener opción y por miedo a la Agencia Tributaria, también paga
por convicción, porque piensa que merece la pena pagar por los bienes y servicios que se reciben de las administraciones públicas. Mucha gente hace de
la necesidad virtud, y, ya que no tiene más remedio que pagar impuestos, los paga regularmente con la conciencia de cumplir un deber social y de
contribuir a mejorar la vida de los menos afortunados. Desde los tiempos en se que pagaban pocos impuestos hasta nuestros días, ha ido creciendo la
motivación cívica de la gente a pagar impuestos, porque nos sirven para poder disfrutar de mejor educación, mejores hospitales, carreteras,
aeropuertos, seguridad en las calles, un sistema de administración de justicia, etc. Hoy nadie cree que la tributación sea un puro expolio, como fue
quizás en el pasado, sino la forma de tener un buen nivel de bienes públicos, esos que, más que la riqueza privada, marcan la diferencia entre las
sociedades ricas y las pobres.En España la gente se ha acostumbrado a pagar impuestos. Ahora lo más importante no es que se los quiten. Mucha gente no
quiere que le quiten los impuestos, porque sabe que con eso, antes o después, le quitarán los bienes y servicios públicos que se financian con ellos
(o perderán calidad). Sólo en el mundo ideológico de la derecha se encuentran esas personas que quieren a toda costa que les quiten los impuestos, aun
sacrificando los bienes públicos (¡los bienes públicos son la cruz de los economistas neoliberales!). Lo que la gente quiere ante todo es recibir
buenos servicios a cambio de sus impuestos. La gente quiere también que no se roben o se usen mal los dineros que, por fuerza o por convencimiento,
dan a Hacienda. El buen uso de los impuestos es mucho más importante para la gente común que unas reducciones de impuestos que en todo caso no la
sacan de ningún apuro.Por otro lado, la gente no quiere "hacer el primo" y pagar (relativamente) más que otros. Por eso, y porque es de
justicia, la carga fiscal relativa tiene que ser igual para todos los ciudadanos. Eso hace al sistema progresivo y tolerable. Dado que pagar es una
carga para todos, el inconveniente que una tasa del 18% causa a una familia de ingresos pequeños debiera ser igual al inconveniente que una tasa del
45% le causa a una familia de altos ingresos (rara vez lo es, porque la utilidad marginal del dinero es decreciente, pero ésa es la teoría). La gente
acepta los impuestos con tal que sean progresivos. Tendría que desconfiar de una tasa única (con multitud de excepciones que le robarían la
simplicidad) que empaña la progresividad del sistema. La falta de progresividad podría acarrear una verdadera rebelión fiscal.En resumen, las
reducciones de impuestos no son una prioridad para la mayoría de la gente que se beneficia de los bienes públicos, transporte, hospitales del seguro,
becas para la universidad, seguridad, limpieza e iluminación de las calles, el entorno de los negocios y la administración de justicia. Los ricos se
pueden financiar todas estas cosas con su dinero, y los muy ricos sólo necesitan al Estado para la defensa nacional (que hoy en día es bien poca
cosa), pero el resto de ciudadanos necesita a las administraciones públicas para que su vida tenga más calidad, y por eso tiene que financiarlas con
impuestos. Pero exigen a cambio que los bienes y servicios públicos sean buenos. A la hora de reformar el sistema fiscal, ¿qué intereses cuentan más,
los de los ricos, que no necesitan financiación colectiva de los bienes públicos, o los de la gente que sí la necesita?
Luis de Sebastian es catedrático de Economía de ESADE.
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