El sexo, como órgano y práctica, no es ni un lugar biológico preciso ni una pulsión natural. El sexo es una tecnología de dominación heterosocial que reduce el cuerpo a zonas erógenas en función de una distribución asimétrica del poder entre los género (femenino/masculino), haciendo coincidir ciertos afectos con determinados órganos, ciertas sensaciones con determinadas reacciones anatómicas.
(…) El sistema heteroxexual es un aparato social de producción de feminidad y masculinidad que opera por división y fragmentación del cuerpo: recorta órganos y genera zonas de alta intensidad sensitiva y motriz (…) que después identifica como centros naturales y anatómicos de la diferencia sexual.
Los roles y las prácticas sexuales, que naturalmente se atribuyen a los géneros masculino y femenino, son un conjunto arbitrario de regulaciones inscritas en los cuerpos que aseguran la explotación material de un sexo sobre el otro. Nota 4
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Nota 4. Ver Monique Wittig, “The Category of Sex”, The Straight Mind, Boston, Beacon Press, 1982.
Fuente: Manifiesto Contrasexual, de Beatriz Preciado (2002). Página 22.
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