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Creadoras - Sangre

Volver a Sangre Sangre de luna. Fragmentos

Ir a webita de autora Luz González Rubio

Sangre de la lunaSangre de la luna es una novela de 1992, publicada en 2012. El tiempo de la narración son los tres días del periodo de la protagonista.

Pocas veces encontramos en las novelas experiencias vitales tan importantes y profundas para las mujeres como son la menstruación, el aborto o el parto. En Sangre de la luna, título que hace referencia a la primera de estas experiencias, la protagonista decide recluirse esos días para indagar en su vida y buscar conexiones cósmicas con el astro que rige los ciclos vitales de las mujeres y de los mareas. Aislada del mundo del mundo de hombres en el que ha sido una víctima más busca una salida, otro camino que conduzca a un mundo mejor y más justo: el camino de las mujeres y de la noviolencia.

Tenemos la alegría de presentaros tres citas que ha elegido Luz para nuestra sección de Creadoras: Sangre, para dar voz a la relación humana con la sangre, que es compleja y muy diversa, pero esta vez desde el siempre omitido punto de vista de las personas que menstrúan, que también es complejo y diverso.

Fragmento 1

Escuchar el audio vínculo externo en Llegó la era: Escuchando a las mujeres vínculo externo, un blog colectivo de nuestra sección Conoce a...

Ya estoy menstruando. Esta palabra es más bonita que período. Más bonita también que regla. La prefiero porque tiene que ver con la luna. Mens significa eso, luna, y el resto de la palabra, según he leído, significa cambio, giro, ciclo o algo así. Nuestros indios tienen leyendas en las que nos relacionan a las mujeres con la Luna. La Luna fue la Primera Mujer. Su verdadera forma es redonda, como la vemos los días de luna llena, pero enferma todos los meses, como las mujeres, y va adelgazando por los fluidos que pierde hasta quedar menguante.

En alemán a la menstruación se le llama la Luna. Ah, y en francés también, a estos días en que la mujer menstrúa se le llama "le moment de la lune". Los mandingo usan la misma palabra, carro, para llamar a la Luna y a la menstruación. Tienen razón, tener esto todos los meses es una carga, un carro que hay que tirar de él. En la India también llaman lo mismo a la Luna y a la sangre de la menstruación. ¡Sorprendente! Todos los países le echan la culpa de nuestros males a la luna. Las niñas maoríes empiezan a ser mujeres después de haber tenido contacto con la Luna durante el sueño. Bien, pues yo, siguiendo las costumbres indias y de la mayoría de los pueblos que habitan el planeta Tierra, voy a concederme un tiempo sagrado para menstruar. No voy a salir a la calle, no voy a hablar con nadie. Voy a cerrar la puerta de mi habitación a cal y a canto.

Fragmento 2, p. 52

La menstruación esta vez es tan dolorosa como un aborto. Mis entrañas se retuercen arrojando todas las sustancias putrefactas que tenía en el cuerpo y en el alma. El vino será mi único calmante. A pesar del dolor, gozo saboreándolo. Lo bebo a pequeños sorbos, sin prisa, como si fuera un líquido sagrado. Cada vez siento menos el frío. Me voy aclimatando. La frialdad del planeta lunar va teniendo otra adepta. La belleza de la Luna es así, fría y distante. Me estoy iniciando en el culto de las vírgenes de esa diosa. Las vírgenes de la diosa hacen lo que hacen, no por el deseo de gustar a los hombres, ni para ser aceptadas o aprobadas, ni por ningún deseo de obtener amor o poder sobre otros. Lo hacen porque es verdadero. Se guían por la intuición y, a través de ella, conectan con los estratos más profundos de la vida. Con lo que es. No usan su instinto para atraer a ningún hombre, ni para adivinar sus deseos y ser una con él. Su divino poder no depende de su relación con un dios-marido, y por tanto sus acciones no dependen de la necesidad de adaptarse a él o estar de acuerdo con su carácter o con lo que se espera de ellas. Las vírgenes de la diosa, entre las que me encuentro, se consagran a ellas mismas, porque ellas son igual de importantes. ¡Cuánto tiempo perdido siendo otros! ¡He vivido las vidas de tanta gente! Menos la mía. Así pasa, ahora no me encuentro. Ahora busco dentro de mí quién soy yo y no soy nadie. Sólo soy un montón de relatos y de historias en las que las protagonistas han sido otras personas. Mi yo es un ente narrativo que agrupa miles de episodios diversos sin más unidad que la de tenerme a mí como observadora. El protagonista principal ha sido el dios-marido, el comandante en jefe, el padre de todos, mi verdugo. Pero eso quedó ya atrás. Me liberé de las redes del amor. De ese amor a los hombres que nos destroza a las mujeres porque te convierte en eco. Eco de sus ideas, eco de sus palabras, eco de sus acciones y remedio de sus desmanes.

Fragmento 3, p. 58

En mi vientre han estallado todas las venas abiertas de América Latina. Y nos hemos debido quedar sin sangre el continente y yo. Me quedé vacía y sin fuerza. Pero llenaré mis venas del líquido blanco de la Luna. Abriré otra botella de vino y la verteré lentamente sobre la copa decadente que debo tener no sé dónde. Debe estar debajo de la cama, no recuerdo muy bien qué hice con ella anoche.

Aquí está la copa y un cabo de vela que voy a encender para seguir encerrada otro día y otra noche más con mis recuerdos. No prenderé la luz para que nadie venga a molestarme.

Poema:

En la página 17, un poema habla de la solidaridad entre mujeres, la anciana curandera asiste a la guerrillera en el parto del niño muerto.

Leer poema y escucharlo vínculo externo en Llegó la era: escuchando a las mujeres

Más adelante la misma guerrillera, aislada del mundo, habla de ese tiempo biológico de conexiones cósmicas que es su menstruación, p. 52 y p. 58

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Publicado en mujerpalabra.net en agosto del 2017