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Pensamiento - Lenguaje

Volver a Bioreflexiones. Odiar las lenguas humanas, la violencia ignorada

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Empecé a ganarme la vida con el inglés en 1980. Y en 1996 ingresé en la Pública, en secundaria. Saqué la plaza en Escuelas Oficiales de Idiomas en 2006. Profesionalmente siempre he trabajado investigando para aplicar soluciones a los temas de aprendizaje del inglés, lengua que mucha gente, a pesar de haberla estudiado más de dos años, incluso ocho años, no puede hablar con espontaneidad, o no puede hablar. Yo lo llamo “el trauma de las poblaciones monolingües españolas”. Y tiene relación con el daño que nos hizo la dictadura y su brazo lingüístico, la RAE, perpetuado incluso tras el reestablecimiento de la democracia, hace ya más de cuarenta años. Dado que la especie está capacitada para aprender lenguas, la pregunta es ¿qué explica esta situación?

Voy a presentar mi punto de vista conectando:

  • viewpoint ser persona hispanohablante criada en el entorno cultural familiar biiingüe con el inglés;
  • viewpoint ser persona que habría sido trilingüe con catalán de no haberse dado la dictadura que prohibió las lenguas en España que no fueran el español;
  • viewpoint ser estudiosa de las ciencias relacionadas con el lenguaje, como la Lingüística y la Sociolingüística;
  • viewpoint ser profesional de la enseñanza del Inglés en la Pública;
  • viewpoint y ser veterana investigadora-en-aula de una metodología que ha apoyado la comprensión de cómo el lenguaje es espejo de lo que somos y podemos ser, de cómo a través del lenguaje nos conocemos, establecemos relaciones, y construimos conocimiento, y cómo a través del lenguaje podemos transformar el mundo para evitar violencias que creamos y podríamos evitar.

Espero que esta bioreflexión sirva para repensar el tema de las lenguas y culturas en España, tema vital para la convivencia, y pendiente para la población monolingüe desde el reestablecimiento de la democracia tras la dictadura franquista (1936-1978).

“Bioreflexiones. Odiar las lenguas humanas, la violencia ignorada” contiene las siguientes secciones:

  1. La familia y los idiomas
  2. La No-Transición y el respeto a las comunidades de hablantes
  3. La Real Academia Española, muro de ocultación y distorsión
  4. Cómo vamos a aprender inglés si no sabemos ni hablar español

Cierra este texto datos sobre mis trabajos.

 

1. La familia y los idiomas

A inicios de los años sesenta del siglo 20, mi madre, Carmen Reñé (1937-1990), hablaba inglés con muy buen acento y naturalidad nativa. Era vendedora de chalés y parcelas en una inmensa urbanización cercana a la base militar aérea de Torrejón de Ardoz, donde vívían personas estadounidenses que necesitaban casa. Aprender un idioma en los años cincuenta, había sido una aventura inconcebible para el grueso de la sociedad franquista, donde ¡se habían prohibido lenguas maternas!

Mi madre, que como se decía entonces no hablaba “ni de religión ni de política”, había viajado sola a Escocia, se había ganado la vida de au-pair y estudiado con libros que conseguía, y finalmente había logrado pagarse una academia de secretariado también. En la España de la dictadura esa decisión sobre su propia vida era un jugársela, pero apostó por llevar la vida que quería llevar. Amenazar con tirarse por el balcón de los geranios del piso en el que vivía con su madre y padre, en el barrio de la Colonia Virgen de Begoña, detrás del hospital La Paz, fue posiblemente el punto de máxima tensión. Logró finalmente que su padre, que la quería y sobreprotegía, la autorizara para que pudiera sacarse el pasaporte y viajar.

Carmen Reñé había nacido en el barrio de Cuatro Caminos de Madrid. Su madre era Isabel Hidalgo Ceballos, avulense (castellana), y su padre Carlos Reñé, madrileño (aunque de procedencia catalana, deduzco, por su apellido, y por su amor a los piñones). La historia familiar había sido duramente golpeada por el impacto de la dictadura. Que mi madre no pudiera ir regularmente a la escuela tenía que ver con el exilio, y con la misoginia, que le hacía la vida imposible a las mujeres, impidiéndola tomar decisiones sobre su propia vida.

De lo poco que sé, Isabel Hidalgo, al casarse con mi abuelo, había logrado escapar a la miseria de una familia numerosa muy pobre, a la esclavitud y enclaustramiento de ser la hija mayor y tener que hacerse cargo de sus hermanos. Nunca conocí a nadie de la familia de mi abuela. (Lo que puede significar otras cosas, también.) Sé que al llegar a Madrid, un día, con el pelo mojado y el corazón saliéndose de la boca por las prisas en llegar, había ganado un concurso de belleza. (A los 60 años fue una icónica modelo para El Corte inglés, conocida por su abanico de canas sobre la frente.) Carlos Reñé había ganado el prestigioso premio Sarasate a los 16 años. En la prensa le habían apodado el Mago del violín. Escuché a mi madre decir alguna vez que llegó a ser primer violín de la Orquesta Nacional.

Pero llegó la dictadura, aquel desastre, aquel horror. Haber sobrevivido a la guerra y el hambre no sirvió para poder volver a empezar la vida. Empezó aquella vida nómada de ser tristeza y sombra.

Me imagino que así estaría el pueblo gitano en España entre el siglo XV y el XVII, cuando posiblemente perdiera su lengua propia, el romanó, porque a este pueblo que era español porque estaba en España y gitano, es decir, de cultura mixta de alguna manera, se le sometió a este tipo tipo de guerra genocida tan popular en las sociedades patriarcales: la de destruir a un pueblo, una cultura, prohibiendo que hablen su lengua. Los pueblos americanos de lo que hoy es Estados Unidos y Canadá también saben lo que es esto. Aunque sus poblaciones no eran bilingües con las lenguas de los pueblos que les invadieron, robaron conocimientos de supervivencia en el medio, y masacraron, con la bendición de la Doctrina del Descubrimiento (y hoy se sigue celebrando el 12 de octubre, para nuestra vergüenza). Para asegurar la extinción de las lenguas americanas, secuestraron a sus personas pequeñas, las aterrorizaron y adoctrinaron para que olvidaran sus lenguas maternas. Hoy se han perdido muchas, aunque con las campañas de revitalización lingüística intentan rescatar algunas. Pero siguen pagando el precio de la Colonización, pues su identidad estadounidense o canadiense con idioma asociado se construyó sobre esta realidad genocida. Están como las mujeres del mundo, buscando su historia, contando lo que rescatan. Con todo, como el pueblo gitano en España, han sobrevivido al genocidio, y siguen resistiendo culturalmente, en su actual cultura mixta, con lengua materna o sin ella.

En la dictadura franquista se aplicó también la prohibición de hablar lenguas de España que no fueran el español. Porque lo único que tenía derecho a ser, según la dictadura militar, era el español. Por suerte, no todas esas lenguas se han extinguido, aunque sí es cierto que mucha gente que podría ser bilingüe porque es de cultura mixta no lo es.
El retorno como exiliados en los cincuenta no les sacó de ser sombra, ni de la tristeza. En el extranjero, mi abuelo se había ganado la vida con el violín en desfiles de moda, pastelerías, hoteles, en fiestas… Escuché de mi abuela furibunda que había rechazado Hollywood, como no hizo su coetáneo Xavier Cugat, dándole la espalda a aquel sueño de ser estrellas en las películas de los hermanos Marx. A la vuelta, en Madrid, tocaría en bares (tocó con César el pianista de El Avión, un bar que daba pipas), y tendría que buscar otros trabajos, como vender enciclopedias. En España a las personas artistas no se las valora hasta que no se mueren o se hacen famosas en el extranjero.
En septiembre de 1953, el dictador, con una país sumido en la miseria, firmó con Dwight Eisenhower los Pactos de Madrid, que permitieron que el gobierno estadounidense estableciera bases áreas militares en España (y empezara nuestra convivencia con las armas atómicas). El gobierno estadounidense temía mucho “la amenaza comunista” y nada la dictadura franquista. Aquella dictadura que nos enseñó a odiar los idiomas nacionales y extranjeros, y a mentirnos y odiarnos por nuestras identidades e ideas, a no poder convivir en respeto mutuo ni en democracia.
MI madre tenía 16 años, y mi abuelo se lamentaba ya de que su hija era “indomable”, que se empeñaba en querer aprender cosas para poderse ganar la vida sin depender de nadie (un afán natural, veía él, pero antinatural para la sociedad). Para Carmen Reñé, sin embargo, hablar inglés, saber taquigrafía, contabilidad, aprender todo lo necesario para ser “secretaria bilingüe” era un paso hacia la libertad, un escapar a aquella vida tan triste.

Llegaron los años sesenta. Cuando mi madre tenía 25 años, se creó un proyecto de “la urbanización más grande de Europa” llamado Eurovillas, a 50 kilómetros de Madrid, y a media hora en coche de la base de Torrejón de Ardoz, donde se había ubicado una base aérea militar estadounidense y por tanto, donde llegaba mucha gente anglófona que necesitaba vivienda. Vio la oportunidad y buscó trabajo de secretaria, pero su dominio del inglés y facilidad comunicadora le trajo algo mucho mejor: ser vendedora a comisión. Además de poder ganar más, se le abría la posibilidad de relacionarse con personas de Estados Unidos, un país que representaba para mi madre un sueño de libertad pues decía que las mujeres y los hombres eran iguales en derechos, que ellas podían decidir sus vidas.
Posiblemente encontrándose en Eurovillas, conoció a un soldado raso que había sido trompetista clásico muy pobre por lo que se había apuntado al ejército. En Estados Unidos, ser soldado no sólo es la solución al paro sino que teóricamente te promociona socialmente. Se enamoraron y casaron en 1962. En 1963 nací yo en el “territorio estadounidense” de la base de Torrejón de Ardoz. Mi madre, en su línea insumisa vital e intelectual, me registró también en el pueblo como española. Sabía que no había tratado de doble nacionalidad, pero todo podía cambiar y no iba a condenarme a ser extranjera en el país donde había nacido. Resultó que “el compañero” de Estados Unidos era igualitario sólo de día. En 1966 madre hizo algo supuestamente inaudito para una española, echar a su marido de casa. Incluso le financió el vuelo de vuelta a Estados Unidos antes de obligarle a firmar que fuera ella quien se quedara con la patria potestad de su hija.

Después de tres años de infierno marital por la educación de los hombres respecto a las relaciones sexuales, cosificando los cuerpos de las mujeres y ni considerándolos susceptibles de dolor (o sí), después de tres años aguantando porque al parecer eso era el matrimonio (y los sacerdotes con quienes no se confesó le decían a las mujeres violadas maritalmente que debían aguantar, porque “el hombre tiene sus necesidades”), había resuelto que aunque eso fuera el matrimonio, ella no estaba en el mundo para sufrir torturas, y no tuvo ninguna pena en convertirse lo que la sociedad estigmatizaba, una “mujer separada con una hija”. Había comprobado empíricamente que ser de Estados Unidos no cambiaba el machismo y la misoginia, aunque allí hubiera relativa igualdad. Por su visión lúcida, es decir, libre de la tara misógina transmitida en la sociedad, admiró a las mujeres estadounidenses por lo que ella vio como su logro de espacios de libertad. Saqué la imaginación de mi madre, y puedo decir que es algo muy positivo para razonar mejor y para la investigación, especialmente en las ciencias sociales. Ella vio la historia de las mujeres (herstory) porque supo ver su realidad social y propia.

Dado que los soldados son hombres con acceso a armas, creo que su decisión de separación nos libró de mayores violencias. De hecho, mi único recuerdo del hombre es a ras de suelo, tras las piernas de mi madre, frente a las cuales cuelga un cinturón y hay unos pantalones andantes. Por mi parte, pasé mis primeros tres años de vida escuchándoles hablar inglés. Lo que deduje explicaba que cuando a los seis años me llevaron a un internado británico, el Saint Anne’s School, de cerca de Vitrubio en Madrid (que mi madre pudo pagar porque había empezado a hacerse millonaria), hablara yo con acento estadounidense. Entonces me decían que era genético. Qué de tonterías se repiten a diario para alejarnos del conocimiento.

Para 1973, algunos años antes de que Eurovillas cayera en suspensión de pagos (porque el jefe se escapó con una vendedora y todo el dinero), yo tenía 10 años, y mi madre, visionaria y con esa maravillosa inteligencia, me preguntó si quería pasar un año en algún país anglófono para terminar de construir mi bilingüismo. Ella era así de respetuosa: el amor a la libertad hace que tiendas a respetar la voz, las opciones, los deseos de otras personas, aunque sean menores de edad. El amor a libertad es muy bonito. Me conocía bien. Llegué al poco cargando el atlas con la petición de Australia. Quería vivir con el pueblo aborigen. (No sabía yo que hablaban inglés porque les habían hecho lo mismo que al pueblo gitano y que a los pueblos americanos, esas atroces guerras de aculturización, genocidas, que les llevaron a perderse totalmente en un mundo blanco increíblemente cruel.) Mi madre no conocía a personas aborígenes, pero sí vivía allí una amiga británica, que aceptó cuidarme aquel año en una especie de intercambio con su hija e hijo, ya mayores.

Nuestra vida de amor al inglés en la sociedad de la dictadura siguió siendo condenada por la sociedad que nos rodeaba. Mi envío a Australia generó un escándalo, ¡qué “mala madre”!, “¡Pobre criatura, se va a hacer un lío!”. Pero nosotras continuamos centradas en nuestras visiones: iba a ser mi mayor aventura hasta aquella fecha. “Y siempre podrás ganarte la vida”, no depender de que nadie económicamente.

2. La No-Transición y el respeto a las comunidades de hablantes

El tradicional problema de miedo u odio de las poblaciones monolingües a otras lenguas, nacionales y extranjeras, tenía causas. Había sido resultado de un adoctrinamiento de nada menos que cuarenta años en odio a las lenguas que no fueran el español, y no sólo eso, sino además de desprecio, de estigmatización de las variedades del español asociadas a comunidades con un bagaje cultural, lingüístico o no, que era propio. Esto había que tratarlo en una transición a la democracia porque el odio a las lenguas, la supuesta incapacidad de aprender otras lenguas, no es una realidad de nuestras capacidades humanas sino algo de la convivencia, algo ideológico de prevalencia, de negar una diversidad y querer forzar las cosas para negarla, o negativizarla.

En la Transición, a pesar de que la Constitución de 1978 estableció las autonomías y reconoció que España era un país plurilingüe, con diversas naciones (bilingües si habían logrado no olvidar otra lengua, la prohibida), no se facilitó ni se planteó un tratamiento del daño hecho a las poblaciones bilingües, ni el daño hecho a las poblaciones monolingües, daños muy distintos. Pero no pudimos sanar, corregir rumbo.

Sin inocencia, se impidió que la población pudiéramos ver las televisiones de otras autonomías, monolingües o bilingües. Algo tan sencillo, barato y tan importante para la superación de los problemas, pues viendo esas teles podríamos haber CONOCIDO esas sociedades bilingües, esas culturas mixtas con las que compartíamos una lengua, además. Conocer, como sabemos las personas con curiosidad y sin miedo a que el mundo no sea únicamente como el nuestro propio, ayuda a no tener miedos irracionales, ayuda a no odiar. Es como viajar, te amplía el mundo de una forma enriquecedora, te enseña que si bien tú tienes tu lugar en el mundo, hay diferentes enfoques, valores, sueños, se pueden hacer las cosas de mil formas.

Tampoco se ofrecieron como optativas de Segunda Lengua otras lenguas de España, ni en secundaria, ni en la universidad. En Madrid, como profesora de secundaria entonces, yo no podía ni proponer o plantear la posibilidad porque en cuanto se identificaba lo que quería plantear, se desataban reacciones de mucha hostilidad. Se me presentaba como una persona que odiaba el español, que amenazaba el español, no como alguien que comprende que vive en un país con comunidades bilingües donde en la dictadura se persiguió esas lenguas, y se estigmatizó hablar lenguas extranjeras también. A día de hoy es dificilísimo aprender catalán, gallego o vasco, ejemplo de lenguas co-oficiales, si no vives en las comunidades que las hablan. El porcentaje de Escuelas Oficiales de Idiomas del país que las enseñan es ínfimo, lo sé porque saqué la plaza allí en 2006. En Madrid, la ciudad, sólo se da en una Escuela, de un total de nueve. Y hablamos de la capital de España internacionalmente.

¿A qué vino este silencio de la Transición en un tema vital para la vida y la convivencia? Se abordaron lo que en lingüística se conoce como “campañas de revitalización lingüística”, lógicamente, y se diseñaron políticas para rescatar y proteger toda la identidad cultural que refleja una lengua. Pero no se abordó la re-educación de la población monolingüe, que a día de hoy ha sido capaz de volver atrás votando a la extrema derecha, obsesionada con demonizar a los pueblos bilingües. No se pudo desarrollar una consciencia de lo importante que era desarrollar respeto por la diversidad lingüística y cultural del país, saberse que este tema era clave para la construcción de una convivencia según ideales democráticos o de respeto a la diversidad identitaria. No se asimiló que las lenguas y culturas no eran cosa del odio a nadie, sino cuestión de identidades colectivas diversas. No se asumió que las personas monolingües no eran las únicas que tenían derecho a su identidad lingüistica-cultural, que “lo correcto” no era “el español” y el resto un peligro, que el peligro había sido la negación de derechos culturales-lngüísticos que ejerció la dictadura.

¿Qué país tendríamos hoy si esto se hubiera abordado? La proximidad, la información de escuchar, conocer aquella diversidad como era, no como la pintaba nuestro adoctrinamiento en lenguas, nos habría liberado del odio y el miedo a esta diversidad, habría fomentado la convivencia en respeto. 

Se impidió de hecho lo que necesariamente habría debilitado el daño aprendido: que pudiéramos ver las teles de las comunidades autónomas (por ejemplo, las de donde tuviéramos personas queridas o fuéramos de vacaciones), lo que nos habría familiarizado con varias lenguas, y permitido aprender alguna. Lo que habría traído consigo conocimiento, esa forma de respeto, algo que ayudaría a superar la tara de los prejuicios y mejoraría las relaciones, la escucha, el análisis. Lo que nos permitiría superar el miedo, la desconfianza, el odio a las otras lenguas y nos sacaría de la obsesión enferma de hablar mal de las comunidades de dos culturas. En lugar de esto tan democrático o constructivo, se prolongó el daño levantando muros para que no viéramos que viviamos en un país con diferentes naciones, algo que podría parecernos tan natural como el hecho de la diversidad de paisajes en España, que asombra, y es una riqueza para todo el mundo.

Como antes del crecimiento social del feminismo, sobre el problema de las lenguas de España no teníamos las palabras necesarias para explicarnos las cosas, para hacer preguntas. En la Transición se debería haber abordado la realidad de la prohibición de hablarse otras lenguas de España. Anotar lo que ponía la Constitución en los libros de texto no era suficiente. Había una rotura, un vacío como el que sufrimos las personas con la ausencia de las mujeres como grupo y de otros grupos humanos de la Historia patriarcal, una historia llena de reyes y guerras que no nos cuenta de dónde venimos, de dónde nos vienen las buenas ideas, esas que permiten la convivencia. Padecíamos una falta aguda de palabras, de ideas que necesitábamos para convivir. Y sin duda, a pesar de todo esto, buscamos el lenguaje que pudiera expresar nuestra realidad. Siempre ha ocurrido, aunque no se hayan podido encontrar los libros que lo cuentan. Las culturas humanas no son eminentemente escritas, son vida en desarrollo, y las personas y sociedades tenemos el lenguaje para expresarla, se recoja o no en los centros de poder establecido que escriben la historia negando las realidades.

3. La Real Academia Española, muro de ocultación y distorsión

A día de hoy se continua financiando con dinero público una institución que fue el brazo lingüístico de la dictadura “españolista”, la RAE, y que alimentó que rechazáramos toda lengua que no fuera el español y que estigmatizáramos toda variante del español que no fuera el castellano (escrito, formal, porque “lo correcto” para la RAE es el lenguaje de los textos escritos que ellos escriben y publican). Una entidad que sigue negándose a trabajar científicamente. Consecuencias: las poblaciones monolingües han continuado creyendo que la RAE es una voz autorizada sobre el español, aunque las declaraciones y trabajos de la RAE evidencian sesgos contra grupos humanos y una falta de competencia científica. Aunque ponen en evidencia que desconocen que la libertad de expresión genera cambio social y lingüístico. De hecho existe hoy un abismo con la población (el “pueblo ignorante”), tan grande que la RAE tuvo que cruzar el océano para encontrar a alguien que les escuchara como autoridad. Pero no cesó el apoyo institucional…

En la televisión (y otros medios de difusión también) los acentos de las variedades del español no castellanas han sido de hecho prohibidos, por “tradición” (y quizá por “indicación” también), esa tradición franquista en la que aprendimos con la RAE que los otros acentos eran un español inferior, risibles. Presentadoras andaluzas, canarias, gallegas, han tenido que utilizar la variedad del español castellano –que mucha población de comunidades bilingües tiene también, o sabe emular, porque veníamos de 40 años de años de persecución de sus lenguas y gracias a la No Transición seguimos con otros cuarenta de “tirar de tradición”, dándole la espalda a todo el conocimiento que nos han aportado las ciencias sociales, y al tema vital del respeto a la diversidad de lenguas y culturas.

Sólo en la segunda década del siglo veintiuno, y posiblemente porque ya podemos ver las televisiones autonómicas por cable, se ha empezado a poder escuchar a presentadores con acento de la variedad del español de su comunidad. Tanto el acento gallego, como el andaluz, como el catalán, el vasco…, todos los acentos de las diferentes variedades del español en España tienen los mismos registros que el español castellano: formales, informales y semiformales. Se puede hablar ese “español estándar” que se usa en tantos programas de la tele con diferentes acentos y en el registro y con el vocabulario que requiera cada tipo de texto oral que se precise. Hablar con acento andaluz no significa que sólo se pueda usar en contextos familiares e informales. No hablamos ni pronunciamos igual ninguna variedad de una lengua en un bar con amigas que dando las noticias en un medio de comunicación. Cualquiera podría saberlo, escuchando.

Últimamente la RAE ha renovado esfuerzos en llegar “al pueblo” reforzando su presencia en los concursos de la tele, pero a la mayoría nos parecen preguntas que ponen de ignorantes a personas que no lo son, se siente como esa tradición que nos dice que no sabemos nuestro idioma y necesitamos a quienes sí, la élite de la RAE. Ya no intimidan, por suerte. Por suerte, la cantidad de textos que escapan a su control se ha multiplicado. Tienen que conformarse con que en el Gran Prix, un concurso eminentemente físico, en la España de hoy, la prueba determinante para ganar se base en palabras definidas en el DRAE y sólo en español, pues las palabras de otros idiomas del país no cuentan, tienen que ser más desconocidas que los palabros del DRAE.

Hay más instituciones apoyando a la RAE. En 2022, al irme a publicar mis libros (también escapando a su control), me encontré que la institución que gestiona el ISBN nos fuerza a rellenar nuestras fichas en masculino. (A las editoras y editores se ve que les parece bien.) No usan “Nombre y apellidos” o “Autoría”, por ejemplo, para evitar “autor”, algo muy sencillo, algo de respeto mínimo. Si les escribes para decir que eres mujer y la ficha está en masculino ni responden. El concepto de respeto sigue siendo muy jerárquico y vetusto. Si otro día argumentas científicamente lo ignorante e ideológico que es imponer el masculino, te envían links a posts con el desvarío misógino de la RAE.

Esa RAE que recientemente ha recibido una subvención cuantiosa para vigilar la traducción automática. Lo que no dicen es que su vigilancia de que se use el masculino para nombrar a las personas, y a las mujeres, está generando traducciones incomprensibles cuando son textos que no van del Hombre, la medida del mundo humano en la sociedad patriarcal que estamos intentando superar con esta herramienta de existencia que nos apoya: el lenguaje. Distorsionan textos que no hablan del Hombre, textos donde aparece más gente.

Gracias a la RAE, las editoriales se atreven a titular (y traducir) textos feministas usando un masculino allí donde la autora no lo habría dicho así. Titularon el ensayo de Chimamanda Ngozi Adichie, We Should All Be Feminists, como “Todos deberíamos ser feministas”. Una traductora feminista (más del mundo de la lingüística y del lenguaje que usamos hoy) habría traducido “Todas las personas deberíamos ser feministas” (o “Todas y todos deberíamos ser feministas”). Imponiendo la perpetuación del lenguaje machista y misógino, perpetúan el borrado de las mujeres, no sólo en el nombre sino como sujetas de su vida, pensamiento e historia.  Eso es “lo correcto”, “querido lector”, queridas personas que leéis este texto. Se ignora el cambio social que nos ayuda a educarnos en descartar la misoginia. Parece que les aterroriza la superación de una sociedad anterior tan violenta e injusta. No asimilaron el cambio lingüístico por el cambio social de que esas “feministas” que se atrevían a nombrarse en femenino fueran el primer rastro de un cambio lingüístico hoy consolidado.

Muchas cosas hoy se nombran diferente, como es lógico. La Autoridad legítima que informa el estudio científico del lenguaje, de las lenguas, son las comunidades de hablantes, como explica la ciencia. Los diccionarios, como en inglés, los tiene que hacer gente de la Lingüística, personas que describen el lenguaje que existe, no gente prescriptivista, personas que se empeñan en seleccionar y definir como no le sirve a la población hablante, que no encuentra las palabras que busca, que se topa con definiciones que no casan con el uso, y palabras que son curiosas y nadie conoce porque están muertas (palabras que pueden recogerse en otro tipo de diccionarios).

La RAE no lee mucho (escuchar, nada) y no lee a las personas que no hablan como la RAE manda. Se atreve a decir que “ancestro” “no admite el femenino”, aunque las ciencias sociales hayan investigado sobre nuestras ancestras, ayudándonos a rescatar historia de la humanidad de donde fueron borradas. Todavía creen en el mito del Hombre cazador prehistórico que se atribuyó todo lo que hacían entonces los grupos humanos, grupos con todo tipo de personas, incluidas personas con limitaciones físicas que sin embargo, porque no hay conexión, aportaban ideas de supervivencia, mujeres que participaban en la caza con gran destreza, varones que preferían cuidar a la gente pequeña... Los sesgos de la RAE no son sólo misóginos. Llevamos décadas identificando definiciones lamentables, ausencias injustificables.

El masculino singular no es neutro, ni gramatical ni socialmente. Lo sabe ya todo el mundo, aunque siga habiendo miedo a acostumbrarse a hablar como se puede hablar hoy. “Persona” no concuerda en masculino. Sí decimos “ancestras”, necesitamos esa palabra así, no vale “ancestros” para lo que queremos decir. Y si eres mujer y hablas en representación de la especie, generalizando, que no uses un femenino es tradicional pero antinatural. Podemos decir “Una nunca sabe” si nos tenemos en cuenta, y nos sabemos representantes de la especie también. Si no nos suena bien, o sale natural, basta pensar un poco, practicar y vigilarse un tiempo, y con el uso dejará de sonar mal, raro. Llega un punto, además, en el que te asombra haberte estado nombrando en masculino. Compárese con lo que hacemos ante palabras nuevas que no están sometidas a odios y desprecios: las aprendemos a gran velocidad. Por extrañas que sean, “CD, pendrive, wifi, whatsapp” han sido incorporadas casi inmediatamente. No sufren esa resistencia ideológica patriarcal a nombrar con respeto a las personas. Me recuerda al tema de la leyes: cómo se desprecian las leyes que protegen a las personas y se ignoran las que nos hacen daño; cómo se castiga con más dureza el robo (de supervivencia, además, no el de la corrupción) que el daño a las personas o la vida de la naturaleza.

Hoy mucha gente usamos un lenguaje que no da a entender que todo es el Hombre, blanco, heterosexual, ese que sale dibujado como Dios. Empezamos a las personas en toda su variedad. Las sociedades humanas evolucionan, y con ellas el lenguaje, sus usos. Siempre estamos creando lenguaje, para vincularnos, para hacernos reír, para descubrir y abrir caminos. La RAE opina que sí se puede decir “Señores y señoras”, “Damas y caballeros”, pero que es “innecesario” (o ridículo) decir “niñas y niños”, “niñas, niños y niñes”, “personas pequeñas”, “cazador o cazadora”. Liarlo todo, confundir es un arma de destrucción masiva muy apreciada por quienes mienten y engañan por su afán de dominación. El diálogo, el conocimiento, la convivencia son hechos más transparentes, y dan cosas mejores a la sociedad. Generan otro lenguaje, otras formas de comunicarse.

Todo esto no es irrelevante. La RAE es problemática para nuestra realidad lingüística y social, para nuestra convivencia. No se les puede dar el altavoz que tienen, porque eso implica que se ignore y desconozca lo que sí que es valioso, el conocimiento científico del lenguaje. “Lo correcto”, lo adecuado, es respetar todas las variedades del español, que se entienda que todas tienen todo tipo de recursos para todo tipo de expresión y comunicación. ¿Qué profes de Lengua leen lingüística y la sociolingüística y enseñan desde ahí? Como en un túnel, la mayoría sólo se permite consultar la RAE, ignorando ciencias que en este país sí aparecen en los temarios de las Oposiciones del profesorado (esos temas “que no se entiende por qué los incluyen”), pero que a causa del muro que interpone la RAE, no son comprendidos, no son conectados a la realidad (que para eso sirve el conocimiento). En democracia las instituciones se deben a las poblaciones hablantes.

Con todo, la población, a pesar del arma de omisión de la historia patriarcal y de las instituciones prescriptivistas, sigue, como siempre, imparable, creando lenguaje, evolucionando las lenguas que hablamos, en función de su experiencia y relaciones, en función de su evolución y necesidades, en función de lo que puede imaginar y aspirar a ser, individualmente y como colectivos humanos.

4. Cómo vamos a aprender inglés si no sabemos ni hablar español

En la escuela pública (infantil, primaria, secundaria, universidad, FP, EOI), el muro que ha seguido levantando la RAE para el conocimiento del lenguaje y el respeto a las poblaciones hablantes sigue separando a profesorado y estudiantes del conocimiento y del ideal de convivencia en paz, con respeto a todas las comunidades de hablantes. Los daños se pueden estudiar y es preciso hacerlo para dejar de decir cosas que no son, para superar visiones de subestimación o desprecio y construir conocimiento y convivencia.

En 2013 llegó mi traslado a Andalucía, a Escuelas Oficiales de Idiomas, y fue allí donde escuché en clase algo que me heló la sangre. Cuando explicaba la metodología que usaríamos en Básico 1, asegurándoles que si se dejaban guiar y hacían lo que les pedía (básicamente, escuchar inglés a diario), para el verano hablarían inglés a un nivel apañao, un hombre exclamó, “¡Cómo vamos a aprender inglés si no sabemos ni hablar español!”. De aquellos barros, estos lodos, como diría Gata Cattana.

A casi 50 años de restablecimiento de la democracia, no haber hablado de cosas importantes en la Transición política, haber mantenido una institucion que actuó como brazo de estigmatización en el franquismo y apoyo al borrado de lenguas que no fueran el español, sigue incontestada por las instituciones. Por eso sigue habiendo población que se desprecia a sí misma. No saben que la ciencia no dice eso de su español.

En clase, tuve que incorporar nociones de la lingüística y fueron recibidas con asombro y gratitud, porque permitía crear criterio, saber más sobre el lenguaje y sus textos y nuestros modos de expresión y comunicación. Siempre he visto importante intentar deshacer el daño inmenso que se le ha hecho a la gente y la sociedad con las tradicionales concepciones sobre el lenguaje (la tradicional ideología españolista de la dictadura, es decir, de imposición del español como si imponer una lengua fuera la solución al supuesto problema del plurilingüismo y del bilingüismo).

Explicaba, por ejemplo, que el español andaluz era una variedad del español, tan llena de identidad de un pueblo como las variedades de español en Guatemala, o en Argentina. Que tiene sus acentos, su vocabulario, sus modos identitarios de expresión, y como pasa con todas las variedades, que toda esa creatividad lingüística se nota más en los textos orales, los más ricos y diversos, que los desarrollamos a diario, con todo tipo de registros (informales, formales), para dirigirnos a nuestra comunidad lingüística más íntima (mayor uso de localismos) o a comunidades lingüísticas diversas que comparten la lengua española (modos de hablar menos íntimos, con un vocabulario que puedan entender todas las comunidades que usen esa lengua, lo que se llamaría un español más estandarizado que es decir, más comprensible para más gente con esa lengua materna aunque sean de países y comunidades diferentes, y que aprendió la lengua española como lengua no materna). Comunicarse es vivir en un mundo inmenso de formas de hablar.

Les contaba que España es un país plurilingüe, porque diferentes comunidades hablan además un idioma más, que transmite cultura, una cultura que es una forma de ver y estar en el mundo. Que ser bilingüe es un regalo y una oportunidad para la gente monolingüe de ampliar su visión del mundo. Porque cada lengua es un sistema de conocimiento, formas de comprender el mundo, y formas de contarlo.

Les contaba que si no nos hubiéramos quedado con la tara del odio a los idiomas, lo normal sería que si vamos de vacaciones a una región bilingüe aprendiéramos sin problema ese idioma, que al menos lo chapurrearíamos. Dos tercios de esta especie son personas bilingües y trilingües porque nos es natural aprender idiomas con los que tenemos contacto. No es normal el tradicional rechazo del monolinguismo español a los idiomas del país y su estigmatización de las variedades del español del país. Eso es agresivo, un trauma. Cuando hablamos, en los textos orales que creamos, hay muchas formas de hacerlo según dónde y con quién estemos. No hablar como se escribe un ensayo convencional no es hablar mal tu lengua materna o co-materna. Si corregimos lo que pensamos, apreciaremos la maravilla de las lenguas, de nuestras capacidades, y de lo que podemos aprender.

“Corrección” y “tener cultura” es saber usar el lenguaje para adaptarse al contexto, es tener la habilidad de crear todos esos tipos de textos que podemos crear. En esto, en la enseñanza pública, podemos ayudar a que se reconozcan y se sepan describir, crear conscientemente, comunicar. Lo más IMPORTANTE es que “corrección” no tiene NUNCA que ver con tu identidad lingüística o quién eres. Verlo así sería racismo, machismo o misoginia, antigitanismo, andaluzofobia… desprecio o subestimación de esta u otra comunidad lingüística. Es adecuado en mensajería corta usar abreviaturas, letras sueltas que se entienden, lenguaje creativo y breve, emoticones; y en un examen, un lenguaje con todas las palabras enteras escritas convencionalmente, con una redacción formal que sería extraño en un mensaje corto de whatsapp...

Dado un contacto, aprender idiomas requiere un esfuerzo, una voluntad, como todo. Y nos da un respeto, un aprecio por la lengua, por su comunidad porque nos permite conocernos. Si tras más de tres años de estudio del inglés, te sientes incapaz de comunicarte, no es porque seas incapaz. Es por la tradición de hostilidad a los idiomas, que sigue marcándote la vida, un trauma que nos hace creer cosas galácticas: que el español castellano es mejor español que el español extremeño, de Guatemala o Puerto Rico; que las lenguas de España son una amenaza para la población monolingüe, que tiene derecho a que le hablen en español porque estás en España... ¡No hay que ponerse así! En muchos países conviven varios idiomas sin que nadie se ponga así.

Las identidades humanas, individuales y colectivas, y sus lenguas y formas de expresarse, no son una amenaza para nadie. Eso sólo se concibe así desde la ignorancia y la falta de respeto. Lo que nos amenaza es esa irracionalidad violenta del odio, del desprecio, que se nos impone en sistemas sociales diseñados para que prevalezca una visión, un poder que someta y fuerce identidad en todo el mundo. Del nacimiento a dos años tenenemos una capacidad extraordinaria para el aprendizaje de lenguas. Escucharlas aunque no se entiendan es un primer paso necesario. En la edad adulta retenemos la capacidad, aunque ya no sea extraordinaria, aunque nos sea más difícil poder pronunciar sin que se note que no somos personas nativas. Pero sin escucharlos, sin incorporarlos a nuestra vida cotidiana, no pueden ser parte de quiénes somos.

Las lenguas no son armas de destrucción sino todo lo contrario. Son las personas que las criminalizan o desprecian quienes crean tristes guerras, tristes, tristes.


Sobre michelle renyé

Soy la administradora de mujerpalabra.net, espacio autogestionado en internet parte del movimiento social creado en 2001. Mi libro La saltadora. Relatos feministas se puede adquirir en Amazon (2ª ed.; ejemplares de la 1ª quedan en la librería Traficantes de sueños de Madrid y La Cometa Las Lagunas de Málaga). Mi poemario Tu muerte en mis sueños y los animales, descargar en mi web personal en Creadoras, Mujer Palabra.

En la actualidad, estoy de excedencia desde el 2021 para escribir y publicar mi obra. Este año trabajo en Sisters. Workshops with Poems, co-escribo el libro que recoge los contenidos de los plenarios y talleres de la SCF, preparo un libro de ensayos que llamo “bioreflexiones” y sigo intentando crear algún poemario (p.e. Camino descalza. Poemas políticos) con los montones de poemas que no he conseguido organizar desde los años noventa del siglo veinte.

Recursos de Inglés y Coeducación

Como profesora de Inglés de la enseñanza pública (Michelle Ford), comprometida con la enseñanza de calidad, en 2004 creé el Talking People Podcast vínculo externo y un verano escribí los apuntes metodológicos que usábamos en el nivel Avanzado C1, el C1 Resource Pack vínculo externo (2016), para trabajar con materiales originales, apuntes que publiqué con mi centro, la EOI Fuengirola, y que agotados, hoy sólo se pueden descargar en talkingpeople.net. El C1 Resource Pack fue presentado por mi centro en ExpoEducación Málaga 2017, junto con otro trabajo mío, el proyecto de innovación coeducativa Desarrollando Inteligencia Feminista vínculo externo (para personas adultas), que culminó en la celebración de la I Semana Cultural Feminista (SCF) “Mujeres que transforman el mundo” en 2019, primera semana cultural de esta naturaleza en la enseñanza pública.

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Publicado en mujerpalabra.net en agosto 2023