Activismo - Feminismo - 7N 2015 narraciones y análisis
En la Marcha marchega
Helena Massó
6 de noviembre, víspera del gran día. Viernes de dolores y contracturas que se alivian con la sesión semanal de pilates e hipopresivos. Viernes de agotamiento tras la semana que se alivian viendo a mi amiga Belén, con la que hacía mucho tiempo que no compartía cervezas, confidencias y risas, trasnochando más allá de lo que esperaba.
7 de noviembre, el gran día. Me levanto pronto para llevar al pequeño al entrenamiento. Me llevo exámenes para corregir en la piscina y twitter está morado con los preparativos de la Marcha. La prensa no menciona los preparativos ni en última hora. Me organizo con mi amiga Mamen para estar en Banco de España al paso de la mani. Aviso a mi marido de que dejo al niño en casa y me voy. Vuelvo a casa, dejo al niño, me despido de los tres con un beso y me voy.
En el metro un grupo de chicas de despedida de soltera van haciendo el ganso, pero en lugar de ir a la mani se van a Goya a seguir la fiesta. Pienso si no se le habrá ocurrido a ninguna que habría sido un plan estupendo y una declaración de principios para una nueva etapa.
Llego a Banco y llamo a mi amiga. Está justo allí, cruzando la calle. Nos encontramos. Viene con otra amiga suya. Subimos por la calla Alcalá por delante de la cabecera y al comienzo de Gran Vía veo una camiseta de la marea verde y es mi compañero y entrañable amigo Ramón junto a su mujer, Rosa, hablando con unos amigos. Me voy corriendo hacia ellos y me lanzo a abrazarlos, llamándolos al más puro estilo Pe entregando un Oscar. Nos saludamos con mucha alegría y nos hacemos fotos.
No hay apenas policía.
Seguimos subiendo y en Callao la otra compañera decide que es momento de volver a su casa. Mamen y yo continuamos y nos hacemos fotos. Y llega la cabecera y un escalofrío de emoción me recorre.
Mujeres de todas las edades, estilos, formas. Muy mayores, muy jóvenes, niñas, bebés, jóvenes, maduras, lesbianas, transgénero, señoras clásicas, mujeres mayores con las canas teñidas de morado, abuelas con nietos o nietas. Hombres, muchos hombres. En grupos mixtos, en parejas gay, en familia con sus compañeras, hijos e hijas, hombres mayores, hombres muy jóvenes, niños, hombres maduros. Mujeres conocidas. Una de la telebasura, una de El Hormiguero, Cristina Almeida a dos metros. Conecto con mis recuerdos de infancia y adolescencia, con mujeres valientes como Cristina o Lidia Falcón apareciendo en televisión.
Y ahí estamos ahora. Faltan las asesinadas.
Bajando por Gran Vía emerge un cartel publicitario con una modelo semidesnuda con pose para anunciar un lápiz de labios. Será el fondo paradójico que veremos al escuchar la lectura de los manifiestos en español, catalán, gallego, euskera y bable. Qué orgullo escuchar las diferentes lenguas en silencio y con respeto, esforzándonos por entender. El sonido es demasiado bajo, pero se escucha con emoción. Todos los brazos, de mujeres y de hombres, en alto mostrando el símbolo feminista. No son muertes, son asesinatos. Viva la lucha de las mujeres, coreamos.
Poco a poco la mani se va diluyendo y las calles cercanas a la Gran Vía son un remolino de personas disfrutando del sol y del calor del veranillo de San Martín.
Misión cumplida.
Hemos conseguido encajar nuestros tiempos y la improvisación ha salido mejor imposible.
Un par de sándwiches y una cerveza. Confidencias, risas y a casa.
Llego a la hora del café y me encuentro a mis chicos disfrutando de la tarde de sábado de relax y mantita. Me reciben con un beso.
Me siento genial.
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Publicado en mujerpalabra.net en noviembre 2015