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Activismo - Cartas de activistas

Volver a Cartas de activistas Carta de una profa de secundaria sobre el poder y la mentira

(Carta para Alberto, Carolina, María, Mariajosé, Nuria, Pablo, Paco, Paula, Raúl, Susan, Yolanda, estudiantes de secundaria en enero de 1995)

Las ventanas de la clase de tercero de bup daban a la cancha de baloncesto. Cuando venía el profesor de filosofía (el burburis, le llamábamos, por sus bufandas y su abrigo de moda inglesa), nosotrås estábamos fuera, jungando, o haciendo que jugábamos... (en realidad, jugábamos con él, a su costa). Él se asomaba, envuelto en su habitual aire de filósofo melancólico y abbstraído, y nos preguntaba si pensábamos entrar. Nosotrås, excitadås por nuestra aventura, osadía, rebeldía (pensábamos secreta y tontamente), medio chillábamos, entrecortadås: ¿Pero por qué? Se está muy bien aquí. Voy a intentar explicar lo que había detás de esa actitud nuestra, que tiene que ver con las formas de la mentira y las cuestiones del poder (cosa que no puedo explicitar, que tendréis que deducir), hechas conscientes o inconscientes (en cualquier caso, todo el mundo es responsable de sus actos, y de su personalidad).

Si una persona te insulta por cómo te vistes, tú puedes sentir muchas cosas, desde indiferencia a rabia, por su simpleza mental y su agresión. Unas veces, la cosa se resuelve bien en tu emoción porque sabes que si explicaras lo que pasó, toda persona capaz de reflexionar llegaría a una conclusión parecida a la tuya: que aquel comportamiento era absurdo, nocivo, violento, un signo de intolerancia (la de la gente idiota), porque no se puede despreciar a nadie (peor aun, agrediendo) por vestirse de determinada manera. Esto se suele resolver así de bien cuando, por ejemplo, una persona de estética neonazi insulta a otra que lleva el pelo despeinado y una chupa de cuero. Sin embargo, a veces se puede sentir un serio bloqueo, un desbordamiento, y éste suele venir producido por la frustración de saber o intuir (saber sin palabras aún) que lo que te han llamado tiene credibilidad entre la gente, sea o no verdad, es decir, que mucha gente puede creer que "razón había" para justificar el apelativo, y que nadie se va a poner a reflexionar, siquiera a plantearse por un momento, que quizá lo que te han hecho sea cruel o humillante, que pueda herir tu dignidad y tus sentimientos.

No hay nada tan dañino como la inconsciencia, y nada peor que la inconsciencia combinada con la convicción. Ser inconsciente de algo no es un crimen, pero sí que es terrible ser incapaz de ser consciente de algo, no darle importancia (trivializar) a la consciencia de la repercusión de los actos, de las palabras, de las actitudes propias. Y esto no es sólo malo para quien así actúa (ante sí misma/o y ante las demás personas) sino también para quienes son objeto de aquéllo, porque la estupidez como arma contra alguien deja muy poco margen a esa persona para "defenderse", para reaccionar resolviendo el problema de modo satisfactorio*: si te hacen algo que, lo sabes, la mayoría considerará injusto, tienes más ánimo y más elementos para reaccionar; si sabes que la mayoría no lo verá injusto, te desmoralizas y necesitas hacer muchos más esfuerzos para intentar restaurar el equilibrio de poder (sabes, además, que éstos podrían no conducirte al equilibrio buscado, que incluso pueden provocar que más genere se te "ponga en contra").

Las personas adolescentes son muchas veces crueles, por ejemplo, cuando se refugian en las prototípicas caracterísitcas de "juvenil y alegre inconsciencia" (como cuando le respondíamos al profesor de filosofía) para cometer actos injustos, gratuitos (que no hay por qué hacer) y cuando encima se presentan mintiendo, mintiéndonos. Ser joven no conlleva no asumir la responsabilidad de la consecuencia o impacto de tus actos en las otras personas. Puede conllevar torpeza, porque aún no se han perfilado los valores, porque aún no se conoce conscientememente el mundo (y el mundo de las relaciones entre personas). La torpeza, los errores son inesquivables; aunque siempre hay grados, por ejemplo: edades, o momentos, fases de experiencia, en las que hacer tal o cual es menos grave que si se hace a tal o cual otra edad. (Por ejemplo, si yo repitiera "mi hazaña" con un profesor de la universidad). Lo que es crucial es la capacidad autocrítica y crítica en general, la capacidad de evaluar lo propio y lo de cómo lo ajeno impacta fuera, del modo más justo que se pueda, no cayendo en la trampa de la gente mezquina de "o pisas o te pisan" o "el último ríe mejor".

La gente debe estar alerta sobre esa inmensa capacidad de destruir que conlleva la inconsciencia. Porque el dolor y la humillación llevan, en la mayoría de los casos, a la destrucción de quien los sufre, y si no, pensad en la gente que vive en la calle, por ejemplo, o en la gente artista que fue marginada y acabó muy mal, o peor (en psiquiátricos). Pensad un poco en lo que os duele y en por qué, y asumid la responsabilidad de qué tipo de personas sois, qué valores os mueven, qué tipo de relaciones os interesa tener. No hay instrumentos más subversivos (=transformadores) que la consciencia, la tolerancia y la generosidad. Como decía Mary Wollstonecraft (la madre de Mary Shelley, autora de Frankenstein), "my life is an expeiment", un intento de conseguir transformar lo que, debido a los convencionalismos y a la tontería, duele a las personas, las daña, por contraponerse a sus verdaderas e íntima s necesidades.

*No todos los ataques, no todos los enfrentamientos son innobles. Puede una /o batallar contra alguien, pero rigiéndose por un código humano-moral en el que no se cosifique a la otra persona, en el que se la pueda considerar

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Publicado en mujerpalabra.net en 2001