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Activismo - Cartas de activistas

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(Ideas sin organizar para inspirar una de las intervenciones de mujeres activistas que iban a darse en un taller en Bilbao al que me invitaron pero donde no pude hablar)

Dos años antes de que estallara la guerra en los Balcanes, activistas que vivían en Eslovenia, Croacia y Serbia, advertían, por ejemplo, que los señores de la guerra estaban utilizando los medios de comunicación para conducir a la población a su guerra. La campaña de desinformación y reeducación fue un éxito.

En dos años también, la CIA, con una agencia de información que literalmente inventaba noticias y transmitía valoraciones de la realidad no ya parciales sino grotescas, consiguió que la población costarricense, pro sandinista hasta entonces, se volviera visceralmente anti sandinista. Bueno, anti sandinista no: anti demonio rojo con cola de flecha que devoraba bebés, por transmitiros la fuerza de su demencia con una imagen que ellos mismos usaron.

Fijaos si era poderoso su impacto: en 1986 en Costa Rica, en la zona fronteriza con Nicaragua, los contras, abandonados por sus líderes y medio locos de hambre y por el lavado de coco al que habían sido sometidos, hacían incursiones para robar, saquear, quemar y para violar a las mujeres (siempre parte del botín de guerra). La población tica lo sabía, eran los contras medio locos. Y sin embargo, la CIA publicó la noticia de que los demonios rojos se comían a los bebés en aquella zona. Y coló.

Yo no salía de mi asombro. Era demente.

La percepción de la realidad no tuvo ningún peso frente a la fuerza del afán y los recursos materiales empleados para manipular a la gente.

Bueno, de esto sabemos bastante las mujeres que mediante la herramienta del feminismo hemos intentado explicarnos ciertas cosas. Mi realidad de niña nada tenía que ver con mi deseo infantil de ser un chico: mi idea infantil de que los niños eran nobles, valientes, tenían honor y que las niñas eran traidoras, mezquinas y ñoñas me venía, ni sé cómo, de la sociedad, no de mi realidad cotidiana.

Volviendo al tema de que se puede cambiar la percepción de la realidad de una mayoría, como activista pacifista feminista siempre he envidiado la capacidad de Los Malvados (broma, no visión) para infligir cambios en la sociedad.

Desde el amarillo animal de toda mi amargura, critico nuestra incapacidad para transmitirle a la sociedad que la única manera de luchar coherente con una preocupación por la justicia, la libertad, la felicidad y la belleza es desde un enfoque y una metodología pacifista.

Pero sé por qué ellos tienen éxito y nosotras/os no: ellos no tienen escrúpulos, sus objetivos son rudimentarios y no exigen demasiado. Que una mayoría te dé sus recursos materiales y te bese los pies se viene consiguiendo desde el inicio de nuestras sociedades. Lo difícil es lo civilizado. En eso no tenemos práctica. Es infinitamente más fácil ser un cabrón que ser una buena persona. Es más fácil ir a lo tuyo, como un animal irracional, sin ocuparte de nada más, que ir a lo tuyo intentando ser una persona.

No intento excusar nuestra limitación a la hora de influir en la sociedad, intento explicar que nuestra misión es imposible y, sin embargo, vital para nuestra propia vida y vital para que socialmente no se produzcan retrocesos en los logros que ya han calado. En realidad, los cambios que no veremos no se darán sin nuestra lucha.

Aunque personalmente considero que lucho por mí, por mi propia calidad de vida (la cual incluye, sin duda, no perder la dignidad, disponer de un criterio propio, y la ética y la belleza como aspectos vitales), entiendo que lucho también por un fin altruista. Altruismo que no tienen los manipuladores, claro. Ellos prefieren conseguir lo que quieren aunque eso a la larga vaya a implicar incluso la destrucción de sus iguales. No quieren usar la inteligencia, diría yo.

Es triste que sean ellos quienes hagan valer su poder en la sociedad. Y más triste que la sociedad les deje. Su poder es inmenso y repugnante. A ellos no les importa, claro.

A otras personas sí, porque conseguir lo que deseamos en el plano social a cualquier precio es sinónimo de no conseguir lo que deseamos. "Cualquier precio" degrada, y en esa degradación, mediante el mecanismo de la culpa y de la necesidad de justificarnos, perdemos conexión con lo que nos llevó a luchar. Así, muchas personas se retiran, incluso se pasan al otro bando.

Para Los Malvados, los fines justifican los medios, pero eso es porque sus medios son coherentes con sus fines.

Socialmente, en las luchas que se han llamado revolucionarias (y que para mí no lo han sido en el sentido de que no han superado el mayor de nuestros problemas, la violencia, por muy comprensible que pudiera ser su uso), se ha cometido el error de trasladar esa justificación: las guerrillas centroamericanas, por ejemplo, en su lucha por la justicia y el respeto a las personas, recurrieron a la violencia, como siempre ha ocurrido cuando se ha luchado por cambios en la sociedad. Yo conocí a algunas personas de allí que me hablaron críticamente del uso de la violencia, a la que veían como un mal, no como un mal necesario. Comprendían, además, que su lucha no tendría ninguna posibilidad sin todo el trabajo (noviolento) del movimiento social.

Sin embargo, la visión de los comités de solidaridad europeos y norteamericanos era diferente: no ya justificaban (que eso lo comprende cualquiera) sino que ensalzaban, romantizaban, ese recurso a la violencia. Mucho menos profundo.

En general, las personas de aquí, no estaban viviendo lo que era usar la violencia. Y aunque podían haber reflexionado, no querían reflexionar sobre lo que eso implicaba. Podían, como hacíamos los pacifistas, apoyar la lucha por la justicia sin convertir en loable lo que era una limitación. Despreciaban ostentosamente la alternativa pacifista. Nos acusaban de no comprender el sufrimiento de un pueblo.

Hitler entró en Dinamarca, pensando, entre otras cosas, que la población danesa, rubita y alta, le aplaudiría. Ordenó que la población judía se cosiera una estrella de David en la ropa. Y aquí está lo llamativo: la población danesa, en su conjunto (judía y no judía), de manera espontánea, se cosió la estrella. Fue un acto multitudinario y espontáneo, nacido de un nivel de civilización: la comprensión por todos de que aquello era una pasada. Y la consciencia de que podían hacer algo, que no era precisamente enfrentarse con las armas al dictador. A estos movimientos no recogidos en la historia oficial se les llamó "resistencias civiles a la ocupación nazi". Hubo muchos en toda Europa.

En términos de moral, a Hitler le dieron un palo. En términos prácticos, fue una acción poderosa que salvó la vida a muchos daneses judíos: en ella podía participar cualquiera, implicaba un riesgo -que se redujo gracias a la participación de la mayoría- y no conllevaba degradación, sino más bien todo lo contrario, el darse cuenta de que se podía hacer algo frente a los supuestamente más poderosos, y, como el orgasmo, sólo con estas manitas, no teniendo que depender de la compra de armas y de su manejo.

No se consiguen cambios sociales sin un número grande de personas. ?

A la luz de las recientes movilizaciones masivas en los Balcanes y reflexionando sobre la impresionante lucha, a lo largo de diez o doce años, de las Mujeres de Negro, por ejemplo, no puedo evitar sentir casi un dolor físico al considerar que el esfuerzo de estas activistas podría no haber dado un fruto, y más si lo comparo con el fruto que puede tener la movilización de la multitud. Nos podemos dejar la piel trabajando como pacifistas y darnos cuenta un día de que incluso cuando la gente sale a la calle a gritar "paz", no se hace la conexión con el pacifismo, no se conocen sus recursos, ni se ha asimilado su estrella polar, los parámetros, la inspiración, las líneas generales del cauce.

Cuando la multitud sale a la calle suele conseguir cosas, y este sentimiento de poder precisa la consciencia, la inteligencia de comprender que los medios son los fines, que pedir justicia y libertad no se puede hacer de cualquier manera. Nunca he visto que la multitud mantenga un comportamiento, una línea de acción, coherente con lo que la llevó a actuar (hablando de cosas buenas que han movido a las masas a luchar). ?

Anoto al margen, que ese sentimiento de poder que da la participación en un acto que ves que va a influir en los acontecimientos también nos puede conducir a las activistas a actitudes y procesos degradantes. Sentirse poderosa es un arma de dos filos. Cuando viví en el campamento de Greenham Common participé en acciones que nos proporcionaban poder y belleza y en alguna otra que nos acercó a la tiranía, a querer humillar al contrario. (Contar ejemplo?) Por fortuna, lo analizamos, lo hablamos.

Y esto, hacerse la crítica, tiene relación con otro eje fundamental de la lucha. (Porque tenemos que saber que quienes luchamos contra ciertas cosas llevamos esas cosas dentro, no somos perfectas.)

No es preciso sólo comprender que la violencia degrada el objetivo, la intención. El otro elemento esencial es la no mentira, la percepción de la realidad, el no permitir que ningún tipo de dogma te despoje de la fuente última y primera de la dignidad: la lucidez, la percepción de la realidad.

Actuar siempre correctamente es un ideal. La realidad no puede exigir eso de ti, pero sí que tengas la honestidad de saber cuándo te has equivocado.

Para el cambio social, desde la perspectiva pacifista y feminista que yo tengo, los ejes de trabajo deben desarrollarse sobre el raíl de la noviolencia y de la lucha por la lucidez. Relaciono estos ejes con el pacifismo y con el feminismo porque yo he llegado a esta comprensión gracias a estos movimientos o herramientas de sensibilización. La esperanza está en que con el tiempo esta comprensión trascienda estos movimientos, calando en la sociedad en su conjunto, como ha calado, por ejemplo, la culpa cristiana, sólo que sin generar tanto horror!

Para mí la cuestión es que la mayoría sepa que la lucha que emprende no puede hacerse de manera violenta, mentirosa, injusta o humillante. Que lo sepa de una manera orgánica, como los daneses en época de Hitler, como sin saberlo, como sabemos muchas feministas cosas que aún no acertamos a explicar.

Para que esa mayoría cambie la sociedad de la forma en que lo haríamos las pacifistas feministas se trataría de que las activistas consiguiéramos calar con nuestros modos y valores igual que otras ideas han calado en la mayoría, como que los indígenas también son personas o que las mujeres tienen también derechos. (Me hubiera gustado añadir: que la esclavitud es inadmisible, por ejemplo, o que nadie tiene derecho a matar a nadie.) !

Nosotras/os no podemos cambiar la sociedad sin contar con la mayoría. ?

Pero hay algo que sí podemos hacer y que, a mi modo de ver, y hago la excepción de los grupos de mujeres, hemos hecho mal pudiéndolo hacer mejor: organizarnos. Lo que está a nuestro alcance es la organización de nuestros grupos, de nuestros esfuerzos o trabajo, una de las cosas que peor se nos da y que realmente precisa una revisión profunda y una reestructuración.

Para trabajar el tema, plantear o insistir:

Ninguna lucha revolucionaria ha calado socialmente, lo que no implica que no hayan tenido algún impacto. Aquí ayer mencionaba Concha a Lisístrata y Yolanda las Mujeres de Negro; yo he mencionado las resistencias civiles, Greenham Common...

Si "revolución" es transformación de raíz, nada conseguido con la violencia ha sido "revolucionario" en sí. Se han conseguido cambios importantes a mejor, pero la sociedad está muy lejos de su ideal de civilización, y ya llevamos mucho tiempo sobre la tierra.

En otras palabras, si nuestro legado cultural (que es ya casi parte de nuestra biología) nos dice que siempre se ha usado la violencia, entonces, ¿cómo conseguir que la mayoría se sume a una lucha revolucionaria, es decir, noviolenta?

Pienso en cómo en el Pentágono, cuando desarrollaron la Guerra de Baja Intensidad en los años ochenta, abordaron dos ejes: 1) la explotación de los recursos del Sur y el control estratégico en esas zonas y 2) el control de la población de su propio país. ¿Por qué tienen Los Malvados tanto interés en la mayoría? (Pregunta-trampa: la mayoría, por desgracia, son las personas pobres.) ¿Por qué tienen Los Malvados tanto interés en la mayoría de sus países, la mayoría que trabaja -y genera dinero? (Pregunta mejorada). Por su trabajo/dinero, pero sobre todo por el paripé de que su poder está legitimado por la participación... de esa mayoría.

¿Por qué le debe interesar a las y los activistas la mayoría? (Digo "debe interesar" porque como es tan difícil influir en ella, la mayor parte de la lucha la pasamos al margen de esa mayoría. Supervivencia..) Porque no se consiguen cambios sociales sin un número grande personas.

Esta cuestión es relevante para aspirar a influir en la mayoría, conocer ¡al enemigo!, cómo actúa, por dónde va, y conocer nuestros puntos fuertes y débiles.

Una idea de carácter pacifista feminista: toda la mierda que combato la llevo dentro. Ups. Bueno, es mi versión de: No se puede luchar desde una torre de marfil.

Personalmente, sospecho de las luchas que se hacen desde torres de marfil. Las ideas por las que se luchan no son sólo ideas, son tu persona, y por tanto tu vida, se supone que están en tu vida. Y es difícil que tu vida sea modélica, ¡ideal! Pero eso no quita para que los valores estén en pie de guerra para expresarse en cada movimiento o gesto o minuto. No pasa nada por no poder ser como se ve que se querría ser. La cuestión es no mentir. Frente a una persona que ha torturado a otra es normal (a mí me parece) que se sientan ganas de que se muera. Vamos a decir que se tienen ganas de matarla. (Normal, si no se muere ni para atrás!) La cuestión clave es que ésa no es la solución. Puede que sea la solución para que deje de torturar a quien torturara, pero no es la solución en un sentido de sociedad: matar ¿quién a quién?, ¿en qué casos? ¡Que lo decida alguien! Ahí tenemos la pena de muerte. Claro que Los Malvados no se comen el tarro con estas cuestiones. Lo tienen claro. Y como decía, es que es mucho más fácil, si te lo aguantan las tripas, ser malvado que ser una buena persona.

Cometer errores, actual mal porque te presionan, no implica que no se tenga legitimidad para luchar por las cosas buenas. ¿De dónde sale la idea de que para luchar hay que ser guay? Luchar requiere valentía pero no siempre se puede ser valiente; generosidad, inteligencia, constancia... Se hace lo que se puede. A veces se puede más y a veces menos.

En cualquier caso, lo que queremos es que la gente luche, como pueda, con sus condicionamientos y limitaciones, pero que luche. ?

Si comprendiéramos esto, quizá nos quitaríamos de encima a la hora de organizarnos la tendencia a mentir y manipular las cosas. También el aura de héroes, heroínas y mártires (Somos sólo humanos).

Una lección aprendida: Los complejos (incluyo la ambición de prestigio o poder) y el sentimiento de culpa (como poco, ¡porque no pintamos ná!) pueden conducir: a la idiotez - no poder pensar al autoritarismo - sólo poder mandar al castigo - soy una caca de vaca.

Y otra: Sólo se puede trabajar gratis cuando te mantienen, algo que coincide con lo de ser joven, a menudo. Los grupos deben entender que tienen que generar recursos económicos para ofrecer puestos de trabajo. Tenemos que comer y lo que nos da dinero para comer es lo que se lleva nuestro tiempo y nuestras energías. El dinero para comer no corrompe por narices. No existe organización sin gente liberada. O si, pero a cambio de un esfuerzo tan inmenso que la persona o se quema hasta el tuétano y se muere o se retira o...

Podemos aprender del trabajo de los grupos de mujeres. No se trata de decir que sólo las mujeres pueden trabajar sin caer en las dinámicas de poder o ambición en que suelen caer los grupos mixtos. Para mí esa cuestión es tan irrelevante como la existencia de Dios. La cuestión es que en los grupos -o redes, fíjaos bien- de mujeres alternativos existe una idea o sentimiento de colectivo que, en lo que yo tengo visto, en vez de construirse sobre el desprecio a otros colectivos, favorece el trabajo, aunque sea sumando las aportaciones individuales -y normalmente así-, en lugar de las ambiciones particulares y sus cohorte de problemas. En los grupos de mujeres el objetivo que las ha reunido es el objetivo. Importa que se consiga el objetivo, y se trabaja para conseguirlo. El desarrollo personal -o la necesidad de reconocimiento o poder- queda supeditado al objetivo común.

Reflexión sobre el concepto empowerment / empoderamiento. Entender que tenemos poder y vencer el miedo, la impotencia, etc. Idea feminista: tengo poder, el poder de mi cuerpo y si me lo quitas, el de mi criterio y mi dignidad.

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Publicado en mujerpalabra.net en 2001