Conoce a - Cartas
Yo tengo un sueño
Martin Luther King
Estoy feliz de unirme a ustedes hoy en lo que quedará en
la historia como la mayor demostración por la libertad en
la historia de nuestra nación.
Hace años, un gran americano, bajo cuya sombra simbólica
nos paramos, firmó la Proclama de Emancipación. Este
importante decreto se convirtió en un gran faro de esperanza
para millones de esclavos negros que fueron cocinados en las llamas
de la injusticia. Llegó como un amanecer de alegría
para terminar la larga noche del cautiverio.
Pero 100 años después, debemos enfrentar el hecho
trágico de que el negro todavía no es libre. Cien
años después, la vida del negro es todavía
minada por los grilletes de la discriminación. Cien años
después, el negro vive en una solitaria isla de pobreza en
medio de un vasto océano de prosperidad material. Cien años
después el negro todavía languidece en los rincones
de la sociedad estadounidense y se encuentra a sí mismo exiliado
en su propia tierra.
Y así hemos venido aquí hoy para dramatizar una condición
extrema. En un sentido llegamos a la capital de nuestra nación
para cobrar un cheque. Cuando los arquitectos de nuestra república
escribieron las magníficas palabras de la Constitución
y la Declaratoria de la Independencia, firmaban una promisoria nota
de la que todo estadounidense sería el heredero. Esta nota
era una promesa de que todos los hombres tendrían garantizados
los derechos inalienables de "Vida, Libertad y la búsqueda
de la Felicidad".
Es obvio hoy que Estados Unidos ha fallado en su promesa en lo que
respecta a sus ciudadanos de color. En vez de honrar su obligación
sagrada, Estados Unidos dio al negro un cheque sin valor que fue
devuelto marcado "fondos insuficientes". Pero nos rehusamos
a creer que el banco de la justicia está quebrado. Nos rehusamos
a creer que no hay fondos en los grandes depósitos de oportunidad
en esta nación. Entonces hemos venido a cobrar este cheque,
un cheque que nos dará las riquezas de la libertad y la seguridad
de la justicia.
También vinimos a este punto para recordarle de Estados Unidos
de la feroz urgencia del ahora. Este no es tiempo para entrar en
el lujo del enfriamiento o para tomar la droga tranquilizadora del
gradualismo. Ahora es el tiempo de elevarnos del oscuro y desolado
valle de la segregación hacia el iluminado camino de la justicia
racial. Ahora es el tiempo de elevar nuestra nación de las
arenas movedizas de la injusticia racial hacia la sólida
roca de la hermandad. Ahora es el tiempo de hacer de la justicia
una realidad para todos los hijos de Dios.
Sería fatal para la nación el no percatar la urgencia
del momento. Este sofocante verano del legítimo descontento
del negro no terminará hasta que venga un otoño revitalizador
de libertad e igualdad. 1963 no es un fin, sino un principio. Aquellos
que piensan que el negro sólo necesita evacuar frustración
y que ahora permanecerá contento, tendrán un rudo
despertar si la nación regresa a su rutina habitual.
No habrá ni descanso ni tranquilidad en Estados Unidos hasta
que el negro tenga garantizados sus derechos de ciudadano. Los remolinos
de la revuelta continuarán sacudiendo los cimientos de nuestra
nación hasta que emerja el esplendoroso día de la
justicia.
Pero hay algo que debo decir a mi gente, que aguarda en el cálido
umbral que lleva al palacio de la justicia: en el proceso de ganar
nuestro justo lugar no deberemos ser culpables de hechos erróneos.
No saciemos nuestra sed de libertad tomando de la copa de la amargura
y el odio. Siempre debemos conducir nuestra lucha en el elevado
plano de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra
protesta creativa degenere en la violencia física. Una y
otra vez debemos elevarnos a las majestuosas alturas de la resistencia
a la fuerza física con la fuerza del alma.
Esta nueva militancia maravillosa que ha abrazado a la comunidad
negra no debe conducir a la desconfianza de los blancos, ya que
muchos de nuestros hermanos blancos, como lo demuestra su presencia
aquí hoy, se han dado cuenta de que su destino está
atado a nuestro destino. Se han dado cuenta de que su libertad está
ligada inextricablemente a nuestra libertad. No podemos caminar
solos. Y a medida que caminemos, debemos hacernos la promesa de
que marcharemos hacia el frente. No podemos volver atrás.
Existen aquellos que preguntan a quienes apoyan la lucha por derechos
civiles: "¿Cuándo quedarán satisfechos?"
Nunca estaremos satisfechos en tanto el negro sea víctima
de los inimaginables horrores de la brutalidad policial. Nunca estaremos
satisfechos en tanto nuestros cuerpos, pesados con la fatiga del
viaje, no puedan acceder a alojamiento en los moteles de las carreteras
y los hoteles de las ciudades. No estaremos satisfechos en tanto
la movilidad básica del negro sea de un gueto pequeño
a uno más grande. Nunca estaremos satisfechos en tanto a
nuestros hijos les sea arrancado su ser y robada su dignidad por
carteles que rezan: "Solamente para blancos". No podemos
estar satisfechos y no estaremos satisfechos en tanto un negro de
Mississippi no pueda votar y un negro en Nueva York crea que no
tiene nada por qué votar. No, no estamos satisfechos, y no
estaremos satisfechos hasta que la justicia nos caiga como una catarata
y el bien como un torrente.
No olvido que muchos de ustedes están aquí tras pasar
por grandes pruebas y tribulaciones. Algunos de ustedes apenas salieron
de celdas angostas. Algunos de ustedes llegaron desde zonas donde
su búsqueda de libertad los ha dejado golpeados por las tormentas
de la persecución y sacudidos por los vientos de la brutalidad
policial. Ustedes son los veteranos del sufrimiento creativo. Continúen
su trabajo con la fe de que el sufrimiento sin recompensa asegura
la redención.
Vuelvan a Mississippi, vuelvan a Alabama, regresen a Georgia, a
Louisiana, a las zonas pobres y guetos de las ciudades norteñas,
con la sabiduría de que de alguna forma esta situación
puede ser y será cambiada.
No nos deleitemos en el valle de la desesperación. Les digo
a ustedes hoy, mis amigos, que pese a todas las dificultades y frustraciones
del momento, yo todavía tengo un sueño. Es un sueño
arraigado profundamente en el sueño americano.
Yo sueño que un día esta nación se
elevará y vivirá el verdadero significado de su credo,
creemos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres
son creados iguales.
Yo sueño que un día en las coloradas colinas
de Georgia los hijos de los ex esclavos y los hijos de los ex propietarios
de esclavos serán capaces de sentarse juntos en la mesa de
la hermandad.
Yo tengo un sueño que un día incluso el estado de
Mississippi, un estado desierto, sofocado por el calor de la injusticia
y la opresión, será transformado en un oasis de libertad
y justicia.
Yo sueño que mis cuatro hijos pequeños vivirán
un día en una nación donde no serán juzgados
por el color de su piel sino por el contenido de su carácter.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo sueño que un día, allá en Alabama,
con sus racistas despiadados, con un gobernador cuyos labios gotean
con las palabras de la interposición y la anulación;
un día allí mismo en Alabama pequeños niños
negros y pequeñas niñas negras serán capaces
de unir sus manos con pequeños niños blancos y niñas
blancas como hermanos y hermanas.
¡Yo tengo un sueño hoy!
Yo sueño que un día cada valle será
exaltado, cada colina y montaña será bajada, los sitios
escarpados serán aplanados y los sitios sinuosos serán
enderezados, y que la gloria del Señor será revelada,
y toda la carne la verá al unísono.
Esta es nuestra esperanza. Esta es la fe con la que regresaré
al sur. Con esta fe seremos capaces de esculpir de la montaña
de la desesperación una piedra de esperanza.
Con esta fe seremos capaces de transformar las discordancias de
nuestra nación en una hermosa sinfonía de hermandad.
Con esta fe seremos capaces de trabajar juntos, de rezar juntos,
de luchar juntos, de ir a prisión juntos, de luchar por nuestra
libertad juntos, con la certeza de que un día seremos libres.
Este será el día, este será el día en
que todos los niños de Dios serán capaces de cantar
con un nuevo significado: "Mi país, dulce tierra de
libertad, sobre ti canto. Tierra donde mis padres murieron, tierra
del orgullo del peregrino, desde cada ladera, dejen resonar la libertad".
Y si Estados Unidos va a convertirse en una gran nación,
esto debe convertirse en realidad.
Entonces dejen resonar la libertad desde las prodigiosas cumbres
de Nueva Hampshire. Dejen resonar la libertad desde las grandes
montañas de Nueva York. Dejen resonar la libertad desde los
Alleghenies de Pennsylvania! Dejen resonar la libertad desde los
picos nevados de Colorado. Dejen resonar la libertad desde los curvados
picos de California. Dejen resonar la libertad desde las montañas
de piedra de Georgia. Dejen resonar la libertad de la montaña
Lookout de Tennessee. Dejen resonar la libertad desde cada colina
y cada topera de Mississippi, desde cada ladera, dejen resonar la
libertad!
Y cuando esto ocurra, cuando dejemos resonar la libertad, cuando
la dejemos resonar desde cada pueblo y cada caserío, desde
cada estado y cada ciudad, seremos capaces de apresurar la llegada
de ese día cuando todos los hijos de Dios, hombres negros
y hombres blancos, judíos y gentiles, protestantes y católicos,
serán capaces de unir sus manos y cantar las palabras de
un viejo spiritual negro: "¡Por fin somos libres! ¡Por
fin somos libres! Gracias a Dios todopoderoso, ¡por fin somos
libres!".
Martin Luther King
Publicado en mujerpalabra.net en 2004