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¿Tiene todavía sentido ser feminista?
Sen (Stefania Noce)
Un artículo de Stefania Noce, que escribió cuando estudiaba en el instituto. Posteado por Movimiento Estudiantil de Catania, Miércoles 28 diciembre 2011 y traducido por Francis Vraie y posteado el 29 de diciembre. Stefania Noce fue asesinada el 28 de diciembre de 2011 por su exnovio.
"Entre las cosas compartidas con Stefania, también un pequeño periódico llamado "La Bussola" (La Brújula), uno de los escritos de quien adoraba firmar como Sen..." Franco Barbuto
Estas líneas son para las mujeres que aún no han dejado de luchar, para quienes creen que aún queda por cambiar, que las conquistas no son todavía suficientes, pero se lo dedico sobre todo a quienes no lo creen, a quienes se han rendido y a quienes están convencidas de poderse acomodar.
Para aquellxs que todavía piensan que el "feminismo" es el extremo opuesto del "machismo":
¡no parece que este último haya sido un movimiento cultural, ni mucho menos una forma de emancipación! Comenzando con las luchas de las sufragistas británicas de principios del siglo XX y a través de los años 60 y 70, época de los "feminismos", hemos conquistado con uñas y dientes muchos derechos civiles que nos han permitido pasar de la eterna condición de "menores de edad" bajo "tutela" a una forma de autodeterminación cada vez más definida. Hemos conseguido votar y, sólo mucho después, conseguir alguna representación en los cargos de gobierno; hemos estado tuteladas primero como "madres trabajadoras", y sólo más tarde, reconocidas como ciudadanas. Y mientras los demás hablaban del derecho a la vida, de "obras morales" y de identidad, hemos reclamado el derecho a decidir sobre nuestra sexualidad y nuestros cuerpos.
Hemos denunciado cualquier forma de "patriarcado", sus leyes, sus imágenes. Creíamos haber terminado. Pero hay más.
Tenemos grandes deudas con las mujeres que nos han precedido.
El cuerpo de las mujeres, por ejemplo, en tanto que materno, sigue estando "sin derechos" en todas las cuestiones consideradas bioéticas (véase el último referendum), que sería cuestionado sobre la base de un supuesto conflicto entre la creadora y la criatura, como si fuese posible garantizar un orden sensato de generación humana independientemente del deseo materno. De esta monstruosidad jurídica proceden antecedentes arcaicos como las trasmisión obligatoria del apellido paterno, la violabilidad continua del cuerpo femenino históricamente y en la práctica social de muchos hombres, y finalmente, eso aparentemente inexplicable que es la lengua que hablamos, esa traición lingüística que cada mujer percibe cada vez que cien mujeres y un chico, por ejemplo, "sono andati al mare" (van juntos a la playa, algo que en italiano se expresa en masculino plural). Todo, muy a menudo, comienza en la educación infantil en la que es fácil ver la desigualdad entre niños y niñas: juegos diferentes, diferente participación en las tareas del hogar, diferentes horas para llegar a casa. Todo hecho para condicionar a que las niñas se queden en casa y los niños salgan.
Pensemos después en los problemas laborales, es decir, en los empleadores que temen las ausencias, el permiso por maternidad, las enfermedades de lxs niñxs y familiares varios, por lo que las mujeres a menudo eligen empleos a tiempo parcial, penalizando así su propia carrera.
Otro problema habitualmente olvidado es el de la violación (en la familia). A pesar de los logros obtenidos, todavía en 2005, una mujer violada "habrá tenido culpa", "se lo buscó" o no puede reclamar ningún derecho por estar casada con su verdugo. Además, la sociedad admite la publicidad sexista o que incita a la violación. Por no hablar de que el patriarcado sigue estando profundamente arraigado en la esfera pública en la forma misma del Estado.
Un Estado se narra a través de sus leyes, a través de sus lugares simbólicos y de poder. Nuestro Estado (Italia) se narra casi exclusivamente a través de hombres y no cuenta la verdad. En ninguna parte se menciona la presencia femenina como necesaria y esto, probablemente, es el efecto de una gran falsa idea: las mujeres y los hombres son iguales, por lo cual es completamente indiferente que gobierne un hombre o una mujer; he aquí el motivo de la notable ausencia de las mujeres en los lugares de poder.
Nos han hecho trampa una vez más. ¿Pero acaso puede un país de mujeres y hombres libres ser gobernado y juzgado exclusivamente por hombres? La respuesta es no.
Las mujeres y los hombres son distintxs por biología, por historia y por experiencia.
Debemos, por lo tanto, encontrar el modo de acordar una igualdad apoyada en las diferencias corporales, culturales, pero que sea igualdad, teniendo presente el horizonte de los derechos universales y dando valor a la otra persona. Recordando, por ejemplo, que la familia no tiene ninguna fuerza endógena, aunque sea gobernada por el deseo femenino, por el gran esfuerzo de las mujeres por organizarla y mantenerla viva a través de la red de relaciones con los progenitores y amistades de manera exclusivamente femenina; recordando que la autodeterminación de la sexualidad y de la maternidad son en cualquier lugar las únicas vías adecuadas para proteger las relaciones familiares de hecho y de derecho que existan; recordando que las mujeres son, evidentemente, personas de sexo femenino antes que esposas, madres, hermanas y por lo tanto, que ninguna mujer puede ser propiedad o rehén de un hombre, de un Estado, ni mucho menos, de una religión.
Información sobre uso de este material: Copyleft de la traducción del italiano de Francis Vraie. Para original, consultar en italiano consultar ¿Ha ancora senso essere femministe? Publicado en mujerpalabra.net el 1 de enero del 2012