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Pensamiento - Introspecciones

Ir al índice de Introspecciones - Pensamiento en Mujer Palabra Vagando por el bosque durante siete años

Ir al índice de Aida Suárez Aida Suárez

Hay muchos finales y muchos principios, y un siempre, y entre el final y el principio, el momento más breve de todos, y en estos momentos es posible el cambio, el cambio volátil y profundo. Encontrar ese momento, agarrarlo, abrazarlo, cambiar en él, ése es el impulso de la evolución. Ése es el momento del caos, de un orden superior, del desorden de los dioses, pero orden al fin y al cabo
—Rhoda Lerman, The Book of the Night

"Cuando entramos en una fase de espesura de nuestra vida, entramos en un período de vagar sin rumbo y en una época de crecimiento potencial del alma."

Descender… el descenso nos visita de cuando en vez, es como un viaje a un mundo subterráneo, al lado oscuro de nuestra alma, el vientre de la ballena, o simplemente como una depresión pero hay siempre algo que lo desencadena, algo que se nos presenta como un desafío emocional importante y que siempre abre camino a un desmembramiento  y después  al descenso…

"Miedo" (2009), de Adelaida Guevara

Confusión
   Desorientación
       Sufrimiento repentino
          Pérdida
             Dolor inexplicable
                Irritabilidad
                   Sin fuerza
                       Alejamiento
                          Desilusión…

Y de alguna manera comenzamos a culpar a los demás de nuestro dolor (casi sin darnos cuenta). Acabamos llegando a la ira, la rabia, al dolor y al desprecio.

Cuando nuestro corpo, nuestras emociones, nuestra racionalidad, nuestra alma descienden nos invade una sensación de No Tiempo, no hay horas porque todo en nosotras es demasiado denso, oscuro, inhóspito. Húmedo, frío… no hay atajos, ni respuestas fáciles… nos sentimos desnudas y se nos hielan los huesos.

¿Pero para qué descendemos?

Quizás una desciende a sus profundidades para reclamar las partes de sí misma que fueron desgajadas. Sin duda, es una tarea dolorosa, pero estoy segura que invariablemente nos fortalece como mujeres y puede incluso aclararnos muchas cosas, si estamos dispuestas a ello.

Por mi camino me di cuenta que las mujeres (al menos las cercanas a mí) llegan a ese estado de ira, de rabia, de dolor y de desprecio a través de su familia originaria, de la cultura que la rodea, de adiciones y, a veces, de un trauma sufrido en la edad adulta. En mi familia, de extenso linaje femenino, identifico mujeres doloridas que desarrollaron una capacidad de percepción impresionante. Son mujeres que caminaron por el bosque con un intenso saco de dolor y que por el camino han ahondado exhaustivamente en él. Pero miro su mapa y veo lo difícil que fue cada paso y cómo llegaron al momento en que tuvieron de tomar una decisión, quizás la más importante de su vida y es la de sentirse amargadas o no. Están hasta la coronilla de todo (y de todos), ya no pueden más, todo está roto. Se sienten como un cuerpo que ha acumulado, durante demasiado tiempo, demasiados escombros.

Llegadas a este punto, ¿qué ocurre?

Pues un poco de todo: huidas, culpabilizar a los demás, negaciones, amargura, malas palabras, mentiras, falsos escapes y en algunos casos el regreso a la naturaleza instintiva que las ayuda a no hundirse en la amargura, revivir y renacer.

No es fácil enfrentarse a una misma ¿verdad? No es fácil mirarnos con los ojos de la verdad en el espejo. No es fácil aceptar nuestra fragilidad, nuestro miedo, no es fácil sanar las pequeñas muertes que vamos experimentando a lo largo del camino, no es fácil… por eso nos escondemos detrás de… Tú, ¿detrás de qué te escondes? ¿De qué huyes?

Sé que en la primera mitad de nuestra vida hemos ido en miles de direcciones y acabamos aisladas, hemos visto cómo sueños y esperanzas se han truncado… ¿pero será que vale la pena seguir escondidas?, ¿será que vale la pena seguir mintiéndonos a nosotras y a los demás?, ¿Será que vale la pena seguir sufriendo? ¿Será que nos sirve para algo estar constantemente mirando, juzgando la vida de las demás (y de los demás), evitando así mirar para la nuestra?

Lo que quiero decir es que, por mucho que duela, quizás vale la pena echar un vistazo a la propia vida y marcar los lugares donde se han producido esas muertes cotidianas y esas muertes del alma y rescatar nuestra fortaleza y recomenzar a  respetarla.

Porque todos, mujeres y hombres, tenemos que dar por terminados los acontecimientos pasados, no quiere decir que tenemos que perdonar (las cicatrices son para siempre) pero si que tenemos que sanar.

No es fácil la tarea, no es fácil echar toda la cólera para fuera, quizás porque hacerlo nos puede obligar a revivir lo que deseamos no recordar… pero he aprendido que la cólera puede ser constructiva si la utilizamos como motivación para la búsqueda de apoyo, de ayuda… si no la usamos a nuestro favor se transformara nuevamente en obstáculo, para nuestro pensamientos, muestra acción.

Sé que todo esto es difícil cuando nos sentimos olvidadas, cuando sentimos la falta de respeto, la temeridad, la arrogancia o la ignorancia hacia nosotras mismas. Cuando nos damos cuenta de lo que estamos haciendo con nuestra propia vida y no queremos aceptarlo y enfrentarlo. 

No tengas miedo: siéntete, enfréntate, deja que la cólera arda hasta que lo contamine todo con su humo y poco a poco (muy, muy lentamente) se apague (aunque no se extingue para siempre). Deja que tu fuerza interna y tu naturaleza instintiva resurja de las cenizas.

Enfrenten vuestras adicciones,
                     vuestros miedos,
                                   vuestras ansias,
                                                  vuestros fantasmas,                                                                                                     vuestros "fallos".

Miremos aquellas partes de nosotras mismas que no queremos ver: nuestra pasividad, la decepción o la culpa que proyectamos en otros, nuestra avaricia, etc. Es el lugar de la muerte tanto como el da la nueva vida que espera dormida, el momento de la necesaria destrucción y de la sanación. Durante el descenso atravesamos un periodo de introversión o de depresión, un lento y doloroso autoembarazo en el que desechamos identificaciones. Donde experimentamos un sentimiento de vacío, de exclusión y desvalorización. Nos sentimos huérfanas, sin hogar, como si todos nos volvieran la espalda, nos dejaran de lado. Nos podemos sentir desnudas y en evidencia, áridas y crudas. Experimentamos la ruptura. 

Sólo debemos una cosa a nosotras mismas durante el descenso, concedernos el tiempo necesario y realizar un esfuerzo para renovarnos, para cambiar de piel como la serpiente y transformarnos. No tengan miedo del dolor, no se distancie de él. Identifiquen las pérdidas físicas y emocionales que han experimentado a lo largo de vuestra vida, vuestras decepciones y sueños no realizados, los papeles que habéis jugado y las relaciones que han cambiado o terminado.

¿Cómo les habéis hecho frente?

El espíritu, podría volar hasta el cielo, pero el alma, ella tiene que ir a sus profundidades, al fondo de sí misma. Lo profundo del ser a lo más profundo de sí. —Rhoda Lerman

 

Artículo basado en la interpretación  de los libros:

Referencia Mujeres que corren con lobos, capítulo 12, "La demarcación del territorio: Los límites de la cólera y el perdón", de Clarissa Pinkola Estés.

Referencia El viaje heróico de la Mujer, parte 3, "Iniciación y Descenso", de Maureen Murdock.

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Información sobre uso de este material: del texto, consultar con la autora; de la ilustración, consultar con la autora
Publicado en mujerpalabra.net en diciembre 2010