Creadoras - Poemas y canciones

Aún es tiempo de mirar en el espejo de la historia el reflejo
de los campos moribundos y desiertos,
de los ojos indecisos del campesino mudo
que sin palabras sucumbe en el silencio...

Es tiempo de acariciar la cresta enardecida del comercio:
todo se vende y se oferta lo mismo que un quetzal apaga su esplendor etéreo,
el dinero mueve la espina dorsal de los incrédulos
que con fe hipócrita hipotecan en las iglesias su diezmo
para torcer el brazo divino y con fervor decir amén al genocidio siniestro...

Y es que el precio rige el valor de cada cuerpo:
de cada político insurgente desbordado en sueños zalameros
surge la esclavitud del pensamiento,
de cada periódico se cortan lenguas afiladas,
frente a cada televisión se educa a un ciego,
frente a cada libro se extirpa el apático ego,
la inconsciencia de existir solo para vivir comiendo y comiendo
y olvidar por comodidad sembrar para el siguiente renuevo.

Sin embargo,
aún es tiempo de mirarnos a los ojos y en el otro encontrar el deseo
de evitar las inútiles fronteras por raza, género y credo.
¿Quién inventó el genocidio político?
¿Quién autorizó el cancer en los alimentos?
Aun es tiempo de renunciar a la estúpida ira
y acariciar en la lluvia ácida el dolor enquistado en el cielo
y regresar al respiro de esas lunas maduras que se vuelcan en el cuerpo,
en el ombligo del aire y de la roca que reposa en el camino incierto,
ahí mismo te encuentro,
humana o humano de pies cargados de polvo, hojarasca o heno.
Somos menos que el gato invasor de tejados,
somos menos que el perro vagabundo y viajero,
somos más que la codicia,
el esplendor del silencio asesino que no protesta por el averno,
el exterminio lúcido llamado con palabras tenues: sociedad virtual,
sonámbulos de prescencia eléctrica,
sin risa, sin llanto, sin sueño...
si no eres parte de la red de los pescados,
no eres ni siquiera un símbolo binario perecedero.