Creadoras - Narraciones
De la relatividad y el ser. Pasaje II
Patricia Toledo
Cruzo distraída el paso de cebra, la calle está húmeda, plagada de fragancia invernal. Las notas de una melodía circundan el área. En un segundo todo el ritmo cambia, se trasmuta. Una mujer joven, entre tantas, camina en sentido contrario a mí por la calzada, un muro de cuerpos en movimiento le bloquea el paso, de igual manera arremete y avanza, visiblemente perseguida por alguna pesadilla que le ha dejado surcos de lágrimas casi imperceptibles en el rostro. De forma abrupta evoco su imagen conocida, miles de veces repetida y olvidada otras tantas, del mismo modo vienen a mí la infinidad de formas en que la he abordado o he retenido su mirada espantada en la mía. De reojo la veo sin detener mi andar, me mira sin mirarme y se pierde tras de mí, como si del ayer se tratara, en el tumulto del que soy parte. Dame un recuerdo indeleble, le digo sin voltear, cuando ya ha partido, una memoria tuya para dejarla en este cuento que me escribe el camino.
La calle bulle igual que siempre. Frente a mí, sin previo aviso, tiembla y tirita la mujer que llora, esta vez con violencia. Manos como escudos y ojos como súplicas. Lleva un vestido beige de escote pronunciado. Por vez primera, decido llevarle a casa. Su piel está sucia, enmarañados sus mechones negros, solloza sin soltar palabra. Me percato que una hebra carmesí viaja por su pierna hasta el tobillo y dentro del zapato, ella no se entera. Con delicadeza limpio sus mejillas, quito el maquillaje que se corrió y descubro que es más joven de lo que parece, le hablo en un susurro, trato de calmar el dolor que la consume. Le preparo el baño, la dejo limpiarse a sus anchas. Ella sale reconfortada, mi ropa le ha quedado bien. Se sienta conmigo a la mesa y con timidez toma el bocadillo que le he preparado. Le cuento cualquier cosa, para distraerla, para despertar en ella la confianza, y animarla a decir. Es difícil vislumbrar todo aquello que vive, aunque a diario se plante ante nosotros.
De pronto su mano se extiende y toca levemente mi rostro, avanza, me reconoce, pone ante estos ojos sus vivencias tan lejos y tan cerca de las mías, en uno de tantos mundos paralelos, esos que se bifurcan cuando tomamos decisiones, las otras opciones que no vemos en nuestra realidad y toman su ruta para ser, porque ya son, a pesar nuestro.
Me veo en ella. La veo reponerse, tomar mi bolso y salir hacia la calle.
Mientras yo me quedo incólume, en el lugar del espejo.
Información sobre uso de este material: consultar con la autora
Publicado en mujerpalabra.net en agosto 2015