Creadoras - Narraciones
La mano
Sara Tapia
Vuelvo a recorrer el espacio que media entre tú y yo. Del tiempo que nos separa no quiero acordarme. Quizá sean sólo unos segundos, tal vez hayan transcurrido años. Poco importa ahora.
Transporto un equipaje ligero, pesa poco y apenas abulta. Pero es suficiente. Llevo lo que, más allá de los hábitos y de las rutinas, se ha convertido en imprescindible. Lo insustituible. Lo intransferible y lo que me define. Lo que soy y por lo que me reconocerás. Comprenderás, al final, que aunque parezca insignificante rebosa toda la grandeza accesible a un ser humano.
Así deseo entregarme a ti. Nítida, clara, abierta. No tengo nada que esconder. No espero guardarme nada. Por eso, mi macuto es transparente, para mostrar a través de sus imaginarias paredes mis pertenencias.
Así deseo encontrarte a ti. Receptiva. Me gusta saberte dispuesta a recibirme tal y como me presento.
La unión entre ambas, soñada de innumerables maneras, constituye uno de los acontecimientos de mayor importancia en mi vida.
Sobre el espacio que nos separa podría disertar largamente. Lo conozco. Lo he transitado infinitas veces. Tan pronto se me antoja inconmensurable, como en otras ocasiones se torna palpable.
No existe error en mi percepción. Los estados de ánimo esclavizan su realidad. No pierdo la noción de su existencia, no padezco de alucinaciones. Lo objetivo, definido como consenso, carece de sentido cuando no hay con quien ponerse de acuerdo. Y reconozco que para ti poco o nada significa.
En ocasiones me pregunto qué barrera inexpugnable, infranqueable, me impide acercarme a ti. No se levanta entre tú y yo muro alguno. No obstante, una paralizante pereza inhibe cualquier amago de movimiento. A pesar de saber que me estás esperando.
No tengo prisa por llegar hasta ti. Tu rendición, me has demostrado siempre, es absoluta. Te dejas manejar mansamente. Nunca contradices mis decisiones. Apenas necesito hablar. Entiendes los más imperceptibles gestos. Y antes de haber materializado las palabras, con humildad, ejecutas lo que tú crees son mis órdenes. Si no voy a buscarte, no me lo reprochas. A cambio, me aguardas con paciencia infinita.
Conozco cada pliegue de tu piel. No en vano te he observado minuciosamente. Sin ocultarme. Has soportado esos exámenes sin alterarte. Mirándote te he dado vida. Siendo mirada vives.
También te he acariciado. Eres suave. Y gozo cuando me acaricias. Disfruto cuando disfrutas. Sufro con tu dolor.
Me has enseñado un mundo diferente. Contigo he aprendido a valorar las múltiples dimensiones de los objetos. De las personas. Sobre todo de las personas. Muchas de sus intenciones se me han revelado a través de ti. La mentira y la franqueza. El calor humano lo aprecio gracias a ti.
Tengo la certeza de que soy porque tú estás. Todos los logros alcanzados te los debo a ti. Incluso este. Escribir.
El bagaje que celosamente envuelve el macuto transparente no es sino la capacidad de pensar, de reflexionar. Y quien hace posible que las ideas articuladas, enlazadas y encadenadas no sucumban al olvido eres tú: mi mano derecha.
Del libro de relatos femenino plural (pp. 29- 30), editorial Dossoles
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Publicado en mujerpalabra.net en 2007