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Presentando el libro "Los violadores" (2007) de Joanna Bourke
Eva Benet, con comentarios de JF
Información: Los violadores. Historia del estupro de 1860 a nuestros días, de Joanna Bourke . (Crítica, Barcelona, 2009, págs. 388-391.) Título original (notése la pésima traducción, que debería ser, por ejemplo: La violación. Un recorrido histórico de 1860 a nuestros días): Rape. A History from 1860 to the Present Day
Estoy leyendo uno de esos libros que te dejan los ojos como platos. Y, aunque ya sabía que nunca nos han regalado nada y cada logro ha costado mucho esfuerzo, mucho trabajo y mucho dolor, leer un estudio tan documentado… ufff, es una lección de historia, algo que no deberíamos olvidar, sobre todo ahora, con la ofensiva neomachista y las mentiras sobre las denuncias falsas.
En 1991, algunos distinguidos profesores universitarios, todavía consideraban que la violación dentro del matrimonio era un asunto privado, un tema menor. A las abogadas feministas, en EE.UU., las llamaban "dragones" (de forma despectiva) y las acusaban de querer "meter cizaña" en la relación matrimonial. Por fortuna, siguieron luchando por lo que era justo. Os copio unos extractos:
En este sentido, según estos distinguidos criminólogos, la supervivencia de la relación [matrimonial] debía tenerse en mayor consideración que el deseo de la esposa de no mantener relaciones sexuales con su marido. La inmunidad del marido respecto a las acusaciones de violación tenía su origen en 'consideraciones de política general', que, no obstante, no eran 'fáciles de articular'. Llevar a rastras a un marido ante los tribunales era 'una forma torpe y peligrosa de proteger a la esposa', insistían. Por si los lectores no acababan de entender por qué era importante esto, reiteraban su opinión de que la 'delicada estructura de relación humana implicada en el matrimonio podría ponerse en peligro incluso por la amenaza de ser procesado por violación'. A las relaciones sexuales, ya fueran forzadas o no, se las llamaba 'cortejo': eran 'el mejor método de poner fin a una pelea'.
Tonterías, exclamó en década de 1970 un grupo de feministas que hacía oír su voz cada vez con más fuerza. Obligando a una mujer a mantener relaciones sexuales jamás se iba a 'poner fin a una pelea'. El cuerpo de una mujer, casada o no, sólo pertenecía a una persona: a ella misma. La suposición de que un marido tenía algún control sobre el cuerpo de su esposa no era más que otro ejemplo de dominio patriarcal (…).
La atención de las feministas fue desplazándose desde el aspecto sexual de la violación hacia el hecho de que ésta se basaba en regímenes de poder y dominación de los maridos sobre las esposas. Estas feministas observaban que ello saltaba a la vista en las descripciones que los maridos violadores hacían de sus acciones. Así, se podía oír cómo un empresario de 38 años y con formación universitaria llamado Ross explicaba por qué había violado a su esposa. 'Supongo que, subconscientemente, sentía que ella me ella me estaba ganando la partida', admitía, sosteniendo que "se me ocurrió tirarla al suelo y poseerla, sencillamente… cosa que hice… la agarré por los brazos y ella opuso resistencia durante literalmente quince segundos y después simplemente se resignó. No hubo golpes, ni nada parecido. Fue raro. Me sentí muy animal [sic], y me sentí muy poderoso… no estoy orgulloso de ello, pero, maldita sea, anduve por ahí con una sonrisa en la cara durante días". (…)
Dada la espectacular liberalización de muchos aspectos de las leyes sobre la familia y sobre las costumbres familiares que se produjo a partir de la década de 1960, ¿por qué tanta gente seguía oponiéndose a que los hombres casados tuvieran que rendir cuentas por los actos de abuso sexual que hubieran cometido contra sus esposas? A mediados de la década de 1970, un debate radiofónico que tuvo lugar en el sur de Australia pasó revista a las principales respuestas. El especialista en psiquiatría David Barnes trajo a colación una de las principales preocupaciones: el miedo a las acusaciones falsas. 'Tanto hombres como mujeres pueden hartarse, engañarse, enfermar y tener otros motivos para acusar a su cónyuge de todo tipo de formas de violencia y brutalidad', afirmaba. Como postura intermedia, Barnes proponía que se sometiera a las esposas acusadoras a 'algún tipo de reconocimiento previo al juicio o previo a la sentencia'. Otros repetían la afirmación de que la capacidad de una esposa para acusar a su marido de violación amenazaría toda la institución del matrimonio. Ésta era la idea que proponía Robert Moore, el entrevistador del programa. 'Éste debate versa tanto sobre la institución del matrimonio como sobre la violación', sostenía. 'Para mí, es sencillamente inconcebible que un matrimonio… pueda sobrevivir [sic] a que una esposa acuse de violación a su marido. Y, ¿no sería más sincero un divorcio, simplemente?'. En este punto, una exasperada Susan Brownmiller (la conocida activista antiviolación) interrumpía: 'Bueno, sí, sólo que también es posible que hubiera un proceso penal porque alguien habría cometido un acto criminal'.
Gracias a personas valientes como ella, la violación dentro del matrimonio/pareja es eso: un acto criminal.
Comentarios
Jesús Frare Garcia: Genial, todavía no he leído el libro. Pero el título original es "Rape. A History from 1860 to the Present Day", y se traduce como "Los violadores. Historia del estupro de 1860 a nuestros días". Por lo que comenta Eva, el texto habla de la violación (rape), qué hace el estupro en el título? Me hace pensar en las tesis de alguna eminente e histórica feminista que defiende la penalización del estupro, entendido como sexo de mayor de edad con menor de edad (porque, actualmente, la legislación española penaliza el sexo de mayores de edad con menores de 13 años).
Eva Benet: Si, es cierto. La traducción del título no es nada afortunada, a mí tampoco me gusta; no se corresponde con el título original de la autora y eso es algo que debería haberse respetado. Bueno, el libro (todavía no lo he terminado) trata de la evolución histórica y social de las agresiones sexuales, entendidas como un hecho cultural, no natural. La autora argumenta que, si entendemos los mecanismos y las justificaciones sociales de las agresiones sexuales, podremos construir un mundo libre de violaciones.
No se habla de estupro, sino de abuso sexual, de los mitos entorno a la violación, de las terapias (que se aplicaban, por ejemplo, a hombres homosexuales en relaciones sexuales consentidas) y también de las instituciones violentas (hogar, cárcel, ejército). Es un análisis histórico muy completo aunque, eso sí, se limita al mundo anglosajón.
El caso del estupro es complejo, sobre todo al determinar dónde fijar la línea de la capacidad para consentir. Está claro que no es lo mismo una relación sexual consensuada entre una persona de 17 y otra de 19, a una relación sexual entre una 12 y otra mayor de 20 años, por ejemplo. En algún lugar tendremos que fijar el límite, ése es el quid de la cuestión, creo yo. Pero el libro no trata de esto.
Jesús Frare Garcia: Quiero matizar que estoy de acuerdo con la mayoría de las tesis de esas históricas feministas. Pero creo que, en este punto, no tienen razón.
Hay que analizar con calma el concepto de estupro, con perspectiva de género. Por lo que sé, en Estados Unidos, se ha convertido en un magnífico instrumento patriarcal: papá, después de poner el grito en el cielo porque la niña ya no podrá llevar el anillo de la virginidad, aprovecha que todavía no ha cumplido los 18 años y acude raudo y veloz a la comisaría, a poner una denuncia contra su compañero, que puede que todavía no tenga los 19. En muchos estados, le espera la prisión y la inclusión en las listas de agresores sexuales.
Vi un reportaje donde también se hablaba de casos entre mujeres jóvenes lesbianas, una mayor de edad y otra no.
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Publicado en mujerpalabra.net en marzo 2011