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Creadoras - Narraciones

Volver al índice de Obra gráfica y escénica Regalo de bodas (2011)

Volver al índice de Nayla Marchese Kori Herrera

Versión imprimible Creadoras en MP: Regalo de bodas pdf (4 págs. + 1 p. info)
Este relato pertenece al libro erótico Cuentos de Poliamor (Bubok vinculo externo)

Dijeron que vendrían a buscarla a eso de las doce. Estaba muy intrigada. Sus amigas querían hacerle el regalo de bodas típico de aquel pueblo manchego desde hacía decenas de generaciones. Era el mejor secreto guardado que sólo conocían las mujeres casadas y que intrigaba a hombres de todas las generaciones, a niñas y mujeres jóvenes por igual. Julia se imaginaba que se trataba de un ritual parecido al de las gitanas, pero según le habían dicho la cosa era más bien parecida a una fiesta. Lo esperaba con ansiedad desde hacía semanas, hasta que acabó convirtiéndose en una tortura para ella. Se le habían ocurrido miles de posibilidades, pero cuando el regalo se hizo presente comprendió que jamás lo hubiera adivinado por sí sola.

Llegaron cinco amigas suyas. Iban todas muy alborotadas, riendo y hablando sin parar. Julia iba entre asustada y ansiosa, y también feliz porque aquel día se salía de toda la rutina y sería uno de los días "más especiales de su vida", le habían dicho las mujeres mayores del pueblo.

Llegaron a la taberna de Ramona, y subieron al segundo piso. Había una especie de salón cubierto de alfombras y cojines, cortinas y almohadas que hacían la estancia muy acogedora. La sentaron allí, en un enorme puf de cuero, y enseguida aparecieron la Ramona y todas sus amigas del pueblo. Todas la besaron, muy contentas, y pronto sacaron comida deliciosa y vino, que con el paso del tiempo las fue animando cada vez más. Había música porque la Ramona había contratado a un hombre que tocó la flauta la guitarra, el violín, y el tambor sentado en un rincón.

Al cabo de un rato, Julia estaba eufórica cantando y bailando con todas sus amiguitas, y acabaron todas descalzas y en mangas de camisa. No recordaba haberse sentido nunca tan feliz y desinhibida, ni tampoco haber estado en una fiesta siquiera parecida, sin gente censurando y vigilando. Allí la única norma era pasárselo bien.

Ramona las contemplaba a todas sonriente. Tendría unos cuarenta años y una mente juvenil. Era la única mujer del pueblo que usaba esmalte de uñas rojo y que no estaba casada, y decían las malas lenguas, se dedicaba a los hombres cuando éstos la necesitaban (aunque, se decía, más bien la necesitada era ella). A Ramona no le importaban las habladurías y hacía con su cuerpo y con su vida lo que le apetecía.

Una de las cosas que más le gustaba era organizar despedidas de soltera. Ella era la experta, la sacerdotisa que preparaba y organizaba el rito. Julia estaba ya a punto para recibir el regalo, un poco borracha, entusiasmada con el baile y la comida, jugando con las chicas a tirarse unas encimas de otras sobre los cojines, hasta que la jefa de ceremonias decidió que había llegado el momento.

—A ver, chicas, ahora vamos a darle a Julia su regalo de boda.

Todas pararon de bailar, con los mofletes llenos de color y la sonrisa ancha, y aplaudieron. Era el momento que todas recuerdan para siempre.

—Tú, Julia, siéntate en esta silla y las demás aquí, mirando, como si estuviésemos en un teatro y Julia fuese la protagonista.

Todas obedecieron entre risitas y empujones. Julia estaba fascinada. Ramona tapó sus ojos con una cinta oscura y se hizo el silencio.

Alguien levantó las faldas de Julia hasta los muslos, y después tuvo que colaborar para que la quitasen las bragas. Aquello le producía miedo y pudor a la vez. Estar sentada allí, con las piernas abiertas y las partes íntimas al descubierto le producía una inquietud y también una especie de cosquilleo por todos lados que jamás había sentido. ¿Qué irían a hacerla? Por lo pronto Ramona la obligó a abrir bien sus piernas y después se arrodilló y se colocó entre ellas. Julia estaba confusa y expectante a la vez. Pronto sintió los labios de ella besando sus muslos suavemente. Julia notó un calor brutal en su coño que aumentaba a la vez que los labios iban acercándose a él. Cuando finalmente la lengua se hundió entre los pliegues de su sexo, estalló en una oleada de placer y gritó de alegría. Pasados los primeros segundos de aturdimiento, notó que la lengua seguía navegando por aquellos pliegues calientes y húmedos, y así fue como vinieron las sucesivas oleadas, una tras otra, en las que el goce fue intenso y continuado.

Cuando creía que se iba a desmayar, le tumbaron sobre una alfombra y le quitaron la cinta que tapaba sus ojos. Los abrió y se encontró con que su cuñada, Liana, estaba encima de ella a horcajadas desabrochándole la camisa y sonriendo. Le miró las tetas y comenzó a rozar sus pezones con el dedo índice mientras se iban endureciendo. Las demás se acercaron para mirar, curiosas. Liana apartó sus manos y pronto dos bocas femeninas comenzaron a lamer sus pechos a ambos lados de su cuerpo. Julia no podía creerse aquello, era tanta la excitación que la invadía que sobrepasaba su raciocinio. Liana bajó hasta su cintura y se subió la falda, mostrándole a Julia su coñito. Lo puso encima del de Julia y comenzó a frotarse. Luego se tumbó boca arriba e hizo que ambos se encontrasen frente a frente, y empezasen a rozarse.

Si la lengua había sido algo calentito y juguetón, los labios del coñito de Liana eran todavía más húmedos y calientes, así que Julia no pudo dejar de correrse mientras sus amiguitas la besaban y lamían la boca, el cuello, los pechos, los muslos, los dedos de las manos... como si se encontrasen en el desierto y ella fuese el manantial de agua. Solo ver a tres amigas comiéndole la boca le seguía excitando muchísimo, y cuando se incorporó se encontró con que todas estaban desnudas chupándose y lamiéndose todos los rincones.

Julia se fijó en las tetas y en los coños de todas. Eran tan diferentes, pero todos tan bonitos.... Ramona estaba sentada en una silla con tres chicas. Una de pie la besaba en la boca. Otra le tocaba los pechos y se los introducía en la boca y la tercera le comía el sexo. Ramona se corría y sujetaba la cabeza de la chica que estaba arrodillada, y miraba hacia el techo con los ojos en blanco, rota de placer. Julia se preguntó si harían aquello muy a menudo.

Experimentó deseos de chupar ella también un coñito así que viendo a Susana y a Tere enzarzadas se acercó a ellas. Estaban una encima de otra abrazándose y besándose, así que ella se puso encima y bajó. Lamió sus culos y sus rajitas a la vez y estando en aquella posición, a cuatro patas y con el culo en pompa, Sara se acercó a ella y comenzó a comerla el coñito y a introducirla los dedos, nuevo placer que estaba descubriendo y que la tenía como loca. Estaban todas distribuidas en grupos de dos, tres, cuatro, o más, y se intercambiaban entre sí cuando querían.

 

Julia se sentía exhausta de tanto correrse. Paró un momento para recuperar fuerzas y vio en una esquina al músico que antes estaba animando la fiesta. Estaba sentado en silencio con la polla fuera. Julia se quedó sorprendida. Nunca había visto una polla de adulto. No se la imaginaba tan grande. El músico comenzó a tocársela mientras la miraba sonriente. Julia pensó que si los dedos dentro de su coño le daban tanto placer, una polla le daría más placer aún. Así que fue hacia él y, no sabiendo qué hacer, se arrodilló. Él se levantó y metió su polla en la boca de Julia. Era algo tan nuevo y chocante que la excitaba muchísimo. Se la chupó hasta que el músico la tumbó en el suelo y, abriéndola de patas, la poseyó durante largo rato mientras Julia se corría una y otra vez.

Llegó Liana a donde estaban los dos y ofreció sus pechos al músico, que sin dejar de metérsela una y otra vez a Julia, empezó también a tocarle las tetas a Liana, y a besarle la boca. Pronto el músico quiso poseer a Liana pero siendo la primera vez de Julia, el músico pensaba que ella se merecía que él se corriese dentro de ella, puesto que era la reina de la fiesta. Así que aprovechó la excitación de estar follándosela y de querer follarse a Liana, que era una mujerona de grandes pechos y mirada viciosa, y se corrió mirándolas a las dos.

Detrás de Julia y Liana vinieron las demás, que querían probar las delicias de su polla. Así que el músico disfrutó durante horas de aquellas jovencitas viciosas que ansiaban su miembro sin descanso. Ramona le veía desde fuera lamiendo tetas y lenguas, tocando coñitos, introduciendo su polla en bocas y agujeros por doquier, a unas por delante y a otras por detrás, aunque era Julia la que, de todas, mejor se lo estaba pasando.

El músico, un hombre fornido y apuesto, viendo que sus capacidades llegaban al final, decidió dejarse la última corrida para la jefa del grupo, que le esperaba de piernas abiertas sentada en el suelo y con una gran sonrisa en su cara. Las demás chicas, agotadas, se distribuyeron por el salón, bien sentadas, o bien tumbadas, comiendo fruta, abrazándose aún, pero todas mirando el gran polvo entre el músico y la jefa, que fue espectacular por la fuerza y la energía de ambos. Liana le dijo a Julia que en el pasado habían sido amantes en una relación muy tormentosa. Así que del intercambio de placeres entre ellos salían chispas de incendio.

Ella estuvo encima de él, cabalgando, mientras él se comía sus tetas y le susurraba guarradas al oído que no podían oír Julia y sus amigas. A ella se la notaba que le gustaba mucho que la mirasen y se tocasen viendo la escena, pero él estaba absorto en su embestida, loco de placer, como si no hubiese pasado horas follando con un montón de jovencitas.

Todas quisieron estar en el lugar de la Ramona, follándose a ese hombre hermoso y generoso. Cuando el músico se corrió, quedó exhausto en el suelo, semiinconsciente.

Después de un rato charlando, se fueron a casa todas, contentas de haber compartido aquella noche de vicio colectivo.

Julia decidió entonces que la vida de casada no estaba tan mal.

 

INFORMACIÓN SOBRE EL LIBRO

*Estos ocho cuentos están basados en vivencias eróticas femeninas en las que las mujeres viven un proceso de liberación. Más allá de las etiquetas, la mujer que desea explora y rompe con la heterosexualidad, la monogamia, la fidelidad, la pareja de dos. Las protagonistas se liberan de sus miedos y de los condicionamientos sociales para pasar a disfrutar sin trabas el juego del amor, adquiriendo de este modo una conciencia plena de su deseo, de su erotismo, de su capacidad multiorgásmica, de la sensualidad de las relaciones con otros hombres y mujeres.

Además, esta narrativa pornoerótica no evita, como el porno tradicional, las relaciones afectivas entre los y las protagonistas; en algunas de ellas los personajes tienen una relación sentimental, y en otras, aunque acaben de conocerse, son capaces de establecer relaciones de mutua simpatía y complicidad, lo que aumenta el deseo en lugar de aniquilarlo. Y es que el amor en todas sus formas es un gran afrodisíaco que suele ser obviado, pero que sin embargo es un componente fundamental en las relaciones humanas, porque abre nuevas dimensiones a la sexualidad, liberándola del plástico al que nos tiene acostumbradas la narrativa porno tradicional. A través de esta liberación nos liberamos tod@s, fantaseando con situaciones eróticas ajenas, y convirtiéndolas en propias…

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Información sobre uso de este material: consultar con la autora
Publicado en mujerpalabra.net en el otoño del 2011