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Pensamiento - Educación

Ir a En defensa de la Pública Por qué dejé mi trabajo en la enseñanza pública

Por una ex profesora de secundaria

Yo entré de interina en la época de la Logse (años 90). La ley –que me leí, subrayé e incluso tuve que traducirme al inglés (con la dificultad que tiene la traducción técnica de textos legales, aunque sea sólo para contarlos a grandes rasgos) para la Oposición– me encantaba, pero siete años después caí enferma de estrés y agotamiento al tiempo, porque fue una ley que no puso los medios suficientes para que pudiéramos realizarla. Sigo pensando que la ley apoyaba a profesoras y profesores como yo, muy conscientes de lo que es el derecho constitucional de la libertad de cátedra y muy competentes respecto a respetar la ley: el currículo y el sistema de evaluación. Pero las buenas ideas requieren también dinero para llevarlas a cabo, y bueno, basta ver cómo habla la gente del profesorado de la pública para hacerse una buena idea de cuánta consciencia hay de la importancia de esta labor y cuánta lucha hay por que se asignen los recursos necesarios.

En esa época, le multiplicaron las funciones al profesorado. Ahora que ya lo tienen asumido (2012), les incrementan las horas lectivas y recortan servicios fundamentales en la labor educativa, lo que vuelve a repecutir en hacer más difícil si cabe la labor de educar. Respecto al aumento de horas lectivas, es curioso que las cuenten como 1 en el cómputo total, porque lo sabe cualquier persona que sepa algo de educación, además de saberlo la OIT: una hora lectiva equivale a dos o tres de cualquier otro trabajo (súmense ahora las horas, pongamos que valen sólo por 2), por lo intenso y complejo del trabajo, de un trabajo que al parecer la mayoría de nuestra sociedad considera que consiste en encerrarse en un aula a cuidar a la gente y ayudarles a rellenar huecos en los libros.

Sobre la multiplicación de funciones al profesorado y la importancia de l@s bedeles, l@s bibliotecari@s, los patios de recreo, además del espacio de libertad para que l@s adolescentes aprendan a socializarse y a gestionar su tiempo (contra la imposición de que los centros educativos se conviertan en guarderías y cárceles): Si antes había bedeles en las plantas, que se ocupan de guardar el orden en los pasillos, ahora no: las y los docentes tendrían que asumir su trabajo, el de conserje, y no sólo "velar por el orden en el centro", sino que además hacerlo en los recreos (!) y dentro del aula (!). Sí, este tema fue y es daniño, no sólo para el profesorado: en mi adolescencia, al inicio de la democracia, si faltaba un profesor o una profesora, sabíamos que podíamos quedarnos en el aula si no hacíamos jaleo, lo que nos ayudaba a aprender a gestionar nuestra libertad; también sabíamos que podíamos elegir salir al patio y pedir un balón, o salir a la calle a por una merienda o a dar un voltio, y luego tendernos al sol en el patio a charlar; o que podíamos ir a la biblioteca a estudiar o a sacar libros; o a la cafetería a aprender a jugar a las cartas, y a comprar un bocata y siempre, a hablar. Ahora, no hay patios: o son la zona de Educación Física, o son el espacio que hay entre las hileras de ventanas a las aulas, por lo que está prohibido usar esas zonas salvo en la hora del recreo para todo el mundo. Ahora, se pretende tener encerradas y encerrados a todos los adolescentes seis horas por las manañas, y te preguntas: ¿cuándo aprenden a estar juntos a su bola? Porque sabemos que luego van a sus casas, a encerrarse en sus cuartos, o a encerrarse en una academia de algo, siempre supervisados, siempre encerrados.

Sobre fumar. En las cárceles y en los psiquiátricos se puede fumar: es un recurso barato en todos los sentidos para mantener a la gente tranquila, que ya sabemos que el sistema nervioso tiene sus limitaciones. En una sociedad que usa la imposición, el desprecio y la exclusión (véase qué bien le parece a la mayoría que se prohíba que existan sitios públicos donde se pueda fumar) esto se aplaude, e indignan las soluciones de convivencia. Yo recuerdo cuando sin leyes ni prohibiciones, saliendo de la época franquista (donde los hombres fumaban en todos los lugares y aunque no se pudiera ni respirar, es decir, sin ninguna consideración, no como ahora), muchos Claustros de profesores solucionaron el tema de los derechos de la gente no fumadora no atacando los derechos de la gente fumadora, sino estableciendo una sala donde se podía fumar. Además, entonces, sabíamos que el quid de la cuestión estaba en tener un buen extractor de humos, pero también que para eso no había dinero nunca. Curioso lo de las prioridades de los gastos. El caso es que entonces, mucha gente no fumadora venía a la sala donde se podía fumar porque decían que se lo pasaban mejor! No hay argumento racional y democrático alguno que justifique que no exista ningún lugar de socialización donde se pueda hacer. Las soluciones de convivencia no deberían ser despreciadas y perseguidas, deberían ser inspiración, modelo para más soluciones de convivencia. Me gustaría ver estadísticas de cómo ha bajado el consumo de tabaco y qué ha pasado con el consumo de antidepresivos, ansiolíticos y tranquilizantes. Al parecer, es mucho mejor tomar estas drogas duras y legales que una droga legal y mucho menos dura, que además no afecta la consciencia. Me gustaría ver estadísticas sobre cómo ha evolucionado la enfermedad grave de la depresión en el sector docente de la Pública. Pero claro, igual que se criminaliza a quien no tiene trabajo, se criminaliza a quien se pone enferma o enfermo, porque lo que no se va a hacer jamás, es ponerle un tope a la riqueza de quienes nos tienen a las masas en éstas: en la construcción de una sociedad obediente y esclavizada, que además se llama democrática. Ha resultado que admiran el modelo chino, después de todo.

Ahora hay dos conceptos de los que ya ni se habla (no en comparación con el franquismo, claro, sino con aquel periodo mucho mejor para la pública que fue el del inicio de la democracia; al menos se veía al profesorado con alegría y ganas, y no estresado y agotado): libertad de cátedra y autonomía pedagógica de los centros. Esto tiene que ver con la pérdida del derecho a elegir las directivas por las comunidades de sus centros, claro, pero de esto tampoco se habla. Y todo el mundo sabe, que si una profesora aspira a ser una buena profesora, necesita dos cosas, libertad para hallar la manera más eficaz para transmitir el conocimiento, y tiempo para descansar y pensar, además de estudiar y culturizarse.

Si se piensa y si se habla, es cada vez más claro: todo va hacia lo mismo, a recortes en los derechos y libertades, en la educación de seguir alentando que la masa se mate entre ella y que no dejen de ser mano de obra barata y consumidora no libre sino obligada. Nada de pensamiento crítico, nada de creatividad, nada de atención a los diversos estilos cognitivos y necesidades. Aquello sólo fue para reventar al profesorado, no realmente para atender a nadie. Nada de todas estas tonterías, al fin y al cabo, si tenemos pantalla grande y móvil, es que no nos ha ido tan mal. Se nota en lo felices que nos ha hecho la sociedad de consumo: de hecho, ahora pasamos el ocio en centros comerciales. Cualquier cosa antes que pasarlo estando y hablando y aburriéndose con tu gente.

Respecto a mí, no hay mal que por bien no venga (y mira que no simpatizo con los refranes): ahora trabajo por mi cuenta, tengo más libertad, y gano igual o más, según. No tengo ni jefes que quieran que les ría las gracias y que use medias porque estaría más mona, ni ley sin medios para poder aplicarla que me cueste la salud. Con todo, por la tristeza y la rabia que me da ver lo que estoy viendo en mi sociedad, estoy pensando muy seriamente emigrar, al sur, donde hay mucha carencia y necesidad pero la gente parece no haber perdido la capacidad de valorar las cosas realmente buenas. Vivir no es sólo tener dinero para comprar cosas. Hay confusiones que nos están costando lo poco bueno que habíamos conseguido hasta ahora.

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Publicado en mujerpalabra.net en febrero 2012